ABC (Sevilla)

Cae la postilla

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Con Mendilibar, en muy poco tiempo, el Sevilla F.C. ha recuperado su alma, esa que debe encontrar el Valencia

iene Mendilibar un aire adusto como de hombre de campo, de ésos que hablan poco porque todo lo demuestran con los hechos. Pero si le quitas lo agreste, su rostro cuarteado y no demasiado expresivo, salvo cuando deriva en morisqueta, recuerda también un poco a Clint Eastwood.

En la filmografí­a de Eastwood hay dos momentos muy distintos: está el Eastwood de los comienzos, con sus emblemátic­as películas de Harry el Sucio, y el Eastwood de la madurez, con esa forma de rodar y contar historias que es puro clasicismo. Lejos del tono de las películas de su primera etapa, a partir de Sin perdón, todas sus cintas tienen que ver siempre con la auscultaci­ón del alma.

En Mestalla, asistimos a una constataci­ón: con Mendilibar, en muy poco tiempo, el Sevilla F.C. ha recuperado su alma. Esa que vivió extraviada durante muchos meses, para desesperac­ión de la afición, incapaz de reconocer a su club y saber a qué jugaba su equipo. La visita a Valencia fue como reencontra­rse, como en aquel célebre cuento de Dickens, con el fantasma de su pasado. El equipo de Rubén Baraja es el espejo que refleja lo

Tque ha venido siendo el Sevilla hasta hace bien poco: un combo desnortado, vacío, sin discurso, desesperad­o por sobrevivir, con el aliento de la Parca de la Segunda División cada vez más pegado al cogote.

El Sevilla ya no es eso. Está en otra cosa, es un equipo que se reconstruy­e, una herida que sana y renueva su carne. Una postilla que cae. Del dibujo de lo que fue el Sevilla antes de la profunda depresión de la que por fin empieza a salir, lo más caracterís­tico fue sin duda la fortaleza de su defensa. He leído que hace poco falleció Bushwhacke­r Butch. El nombre por sí solo no le dirá nada a mucha gente, pero la cosa cambia cuando aclaro que fue uno de los dos miembros del dúo Sacamantec­as. Era el apodo con el que los que crecimos en los 90 viendo Pressing Catch conocimos a esta mítica dupla guerrera. Los Sacamantec­as repartían mamporros como nadie, mantenían a raya a la mayor parte de los luchadores. Koundé y Diego Carlos, con la inestimabl­e guía de Fernando, eran el dúo Sacamantec­as de la defensa del Sevilla. Perdimos al dúo, y la propuesta de Lopetegui se vino abajo. Con Nianzou y Marcao buscamos la renovación de aquella dupla. Pero las insegurida­des del primero y las lesiones del segundo obligaron a acudir al mercado nuevamente.

Allí encontramo­s a Badé, un jugador que chupaba banquillo y que sin duda ha sido, con Pape Gueye, lo mejor que le ha ocurrido al equipo nervionens­e en materia de fichajes esta temporada. Con sus hechuras y su peinado, Loïc Badé podría pasar perfectame­nte por un luchador de Pressing Catch. Pero se parece poco a los Sacamantec­as. Diría que se tiene más aire a Ultimate Warrior. El Último guerrero era el que siempre lo petaba en el Pressing Catch de aquellos 90, para desesperac­ión de su gran rival, Hulk Hogan.

Anoche, contra el Valencia, Gueye fue el MVP del partido. Y su gol es el gol que habría marcado el Último Guerrero, con sentadilla incluida sobre Yunus Musah. Aparte de su gol sentadilla, Gueye luchó durante todo el partido de forma incansable como si el campo fuera un cuadriláte­ro.

En el Pressing Catch, muchas veces, los árbitros se sumaban al teatro. Anoche hubo también algo de eso, con la mano de Fernando dentro del área que, tras revisión del VAR, Del Cerro Grande decidió no sancionar con penalti. Todo es interpreta­ble, pero confieso que yo di por hecho el penalti y compartí con la afición del Valencia la estupefacc­ión, aunque no, claro, la tristeza.

Pero cuando un equipo pierde el alma, no hay nada que pueda hacerse. Como al Sevilla de hace pocos meses, todo le sale mal. Con el gol de Suso, a partir del minuto 75, el partido se jugó en la grada, con los abucheos y pitadas contra la directiva e incluso algún movimiento más expeditivo por parte de algún aficionado que obligó a intervenir a la Policía. La roja para Ilaix Moriba en el minuto 83 era el reflejo de la pura desesperac­ión de un equipo que debe aplicarse a fondo en reencontra­rse.

El Sevilla de Mendilibar sí se reconoce. Tiene a buenos guerreros y la salvación está prácticame­nte hecha. Desde esta noche, soñemos -¿por qué no?- con Europa.

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Suso grita gol en la última diana conseguida por el equipo de Mendilibar en Mestalla // EFE

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