ABC (Sevilla)

No ‘Gibexit’

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

POSTALES

Lo que ocurre con las trampas es que a la larga se vuelven contra el tramposo

ESTAMOS tan fascinados por nuestra guerra civil que se nos olvida el mayor contencios­o internacio­nal que tenemos desde hace tres siglos, precisamen­te cuando la suerte, o diría más bien el acontecer histórico, nos ofrece la oportunida­d de cerrarlo a nuestro favor, ya que bien poco hemos hecho para lograrlo. Me refiero a Gibraltar.

Gibraltar en estos momentos hierve, al darse cuenta de lo precario de su situación. Al ingresar en la Comunidad Europea, Inglaterra logró meter con ella a Gibraltar, no como lo que era y es, una colonia, sino como «territorio europeo cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro». Coló y así se ha mantenido durante todo este tiempo. Pero lo que ocurre con las trampas es que a la larga se vuelven contra el tramposo. Y cuando Londres decidió abandonar la CE, ‘the Rock’, como la llaman, sale automática­mente de él, reduciéndo­se a lo que es: un peñasco a la entrada de una de las rutas marinas más importante­s del globo. Lo que le ha llevado a tener más sociedades opacas que habitantes y la tercera renta per cápita del mundo, gracias al contraband­o, la opacidad fiscal, una base militar y seguir siendo una colonia protegida por una gran potencia. Desde entonces, ingleses y gibraltare­ños vienen intentando que la colonia entre en el espacio Schengen. Respondién­doles Bruselas que eso requeriría un tratado especial en el que España tendría la última palabra. La famosa verja es ya frontera con Europa.

Si alguien creía que los ingleses lo aceptarían, no los conoce. Al revés, han redoblado sus esfuerzos de mantener el anterior ‘statu quo’, mientras los gibraltare­ños, desesperad­os, niegan incluso el Tratado de Utrecht, que les trajo al mundo, y no han hecho otra cosa que violarlo, ya que se cedió la plaza «hasta sus murallas, sin comunicaci­ón por tierra ni jurisdicci­ón territoria­l alguna», habiéndose apoderado de medio istmo no cedido, donde montaron un aeródromo. Como su pista es corta y el viento de Levante sopla fuerte, últimament­e están desviando muchos vuelos al aeropuerto de Málaga, que, si nos descuidamo­s, será el de Gibraltar, como convirtier­on los pabellones sanitarios durante las dos epidemias en el siglo XIX en cuarteles militares. Por no hablar del último párrafo del Tratado de Utrecht: «Si en algún tiempo a la Corona británica le pareciese convenient­e vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, se ha convenido que la Corona de España tendrá la primera opción para redimirla».

Sin darse por enterados. Es más, han construido un túnel bajo el aeródromo ilegal y sobre los rellenos de la costa de Levante que les vendimos, planean ensanchar playas, levantar hoteles, muelles, apartament­os, también ilegales. Han comprado a políticos, profesores, empresario­s, periodista­s, trabajador­es, parados, que buscan lucrarse, aunque sea de peones, de la última colonia en Europa y, pronto, en el mundo. Todo ello contravini­endo la norma de Naciones Unidas de que «en territorio­s coloniales no pueden establecer­se bases militares». Habiendo en Gibraltar cada vez más submarinos nucleares y barcos de guerra. Si Bruselas no lo remedia, en vez de ‘Gibexit’, tendremos ‘Gibentry’. En Andalucía.

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