El primer rostro de Tarteso
▶ Los arqueólogos encuentran en Badajoz cinco esculturas de diosas y de un guerrero del siglo V a. C., anteriores a la ‘Dama de Elche’ ▶ Los hallazgos en el yacimiento de Casas del Turuñuelo han superado cualquier expectativa
Había expectación en el yacimiento de Casas del Turuñuelo. Mucha. En ese montículo de Guareña (Badajoz), entre campos de cultivo de las vegas del Guadiana, se descubrió hace unos años la única hecatombe documentada del Mediterráneo. Medio centenar de équidos fueron sacrificados en ese gran edificio tartésico, donde se celebró una comida ritual antes de incendiar y sepultar el lugar a finales del siglo V antes de Cristo.
Aquel formidable hallazgo colocó a Turuñuelo en el centro de todas las miradas arqueológicas y la presentación de los resultados de las últimas excavaciones había despertado mucha curiosidad. Los hallazgos han superado cualquier expectativa. Los investigadores del proyecto ‘Construyendo Tarteso’ del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC-Junta de Extremadura) han descubierto las primeras representaciones humanas de Tarteso, una de las primeras civilizaciones occidentales. Datadas en el siglo V a.C., son anteriores a la ‘Dama de Elche’ y se encontraron en la entrada de una larga estancia con gradas a ambos lados y restos de un fuego central, que creen que pudo ser un lugar de reunión.
Varios fragmentos forman dos cabezas de mujer, las «señoras» que llaman los arqueólogos y que creen que representan a divinidades del panteón fenicio que adoptaron los tartesios, aunque tampoco descartan que se trate de personajes destacados de la sociedad tartésica. En su día estuvieron coronadas, pues se aprecia una hendidura superior.
Sebastián Celestino, codirector de las excavaciones en el Turuñuelo, pone el foco en sus pendientes porque «son típicos tartésicos. Son lo que se llaman las arracadas o amorcillados y son exclusivos de la Península Ibérica». Hasta ahora solo se conocían este tipo de pendientes, de oro, por hallazgos en enclaves tartésicos o en el conjunto del tesoro de Aliseda, un ajuar funerario hallado en Cáceres. «Es la primera vez que ponemos rostro a Tarteso y la primera vez que vemos cómo llevaban sus joyas», añade Esther Rodríguez, codirectora del proyecto ‘Construyendo Tarteso’. Otra figura, que solo conserva la mitad derecha del rostro, es un guerrero, al que identifican por el arranque del casco y por la trenza, que podría representar un rito de paso de un joven a luchador. De otros dos fragmentos, creen que uno representaría a una mujer, pues se ve que lleva una diadema, como la que se encontró en el tesoro de Aliseda, y el segundo probablemente formó parte de una escultura masculina, la mayor de todas ellas.
Una historia de dioses
Las piezas, que conservan restos de color rojo –«estarían pintadas», dice Celestino–, formaban parte de un relieve. «Seguramente estaban contando una historia», señala el arqueólogo. En esa época las representaciones que aparecen en los templos griegos o los etruscos «tienen que ver con los héroes y la protección de las diosas, como en la ‘Ilíada’. Vas a la guerra y siempre Atenea es la que te protege, o Hera», explica Celestino, que indica que en este caso también se narraba una historia similar, que ahora quieren reconstruir.
Tanto Celestino como Rodríguez creen que las esculturas son obra de un mismo artesano, posiblemente oriental, que dominaba la técnica de esculpir esos bellos rostros y que «imitó la joyería que se utiliza en esta zona».
«El hallazgo de las primeras representaciones humanas de la cultura tartésica es fundamental en una cul