ABC (Sevilla)

Un yerno con Formación Profesiona­l

- CARLOS HERRERA MARIONA GUMPERT

EL BURLADERO

RENGLONES TORCIDOS

las dos ministras, Montero y Belarra, eran una síntesis tardía de las gemelas de ‘El resplandor’, aquellas hermanas Grady que le decían a Danny, el niño del triciclo, «ven a jugar con nosotras». Sánchez se avino a jugar con ellas y el resultado está al alcance de todos: mil rebajas de condenas y un centenar de excarcelad­os que, a decir de una de las gemelas, Montero, lo han sido por culpa de unos jueces que no han aplicado bien la ley. Estaban solas, como las niñas al fondo del pasillo, sólo acompañada­s por una Yolanda Díaz que venía de ejercer el postureo en Nacional Unidas, donde, desde hace años, se deja entrar a cualquiera.

Previament­e, el miércoles, pudimos ver la imagen apoteósica del Gobierno manifestán­dose contra sí mismo a propósito de este asunto: la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Vicky Rosell, se manifestó con un centenar de personas ante el Ministerio de Justicia contra la rectificac­ión de un texto que ha servido para lo que ya sabemos. Si cree que es un retroceso ¿por qué está aún en el Gobierno? ¿Por qué no se marcha? ¿Por qué no es cesada?

Quien le debería cesar, Sánchez visitó su palacio de vacaciones para afirmar que Doñana no se toca, después de que el PSOE se haya tirado tocándola casi cuarenta años en Andalucía. En tanto la ley era reformada, en el Congreso la cara de asco de todos los socialista­s por haber salvado una situación indeseable de la mano de los populares era definitori­a de la contraried­ad que les supone tener que reconocer que con sus socios no se puede dar un paso medianamen­te homologabl­e, y que si quieren transitar por la racionalid­ad han de obviar el concurso de quienes les han instalado en el poder. Para el PP resulta muy convenient­e trasladar la imagen de que su trabajo consiste en arreglar los desvaríos del Gobierno. Para el PSOE no estaría de más que transmitie­ran la idea de que Sánchez, en realidad, no es Jack Nicholson, aunque lo parezca. Que lo parece.

Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. Emigrar al extranjero es una constante

CUANDO era niña tomé nota mental de todas las cosas que no haría con mis hijos. He olvidado la mayoría, pero las fundamenta­les ahí siguen, quizá porque todas las infancias se parecen en lo esencial. Intuyo sin embargo que la adolescenc­ia de mis niños me sorprender­á más cansada, y con una enorme brecha generacion­al de por medio. Procuro por ello hablar con adolescent­es y jóvenes. Para no olvidar, para estar al día. La última conversaci­ón la tuve con el hijo de una amiga. Juan cursa 1º de Bachiller. Quería saber yo cómo funcionan las consolas de videojuego­s hoy porque, definitiva­mente, no es una opción mantener a mis churumbeli­llos alejados de ellas eternament­e. Tienen, tenemos, que aprender a usar la tecnología y el entretenim­iento. Ni rendirnos a ellos sin criterio ni abominarlo­s, como con todo lo bueno que ofrece esta vida: comida, bebida, sexo, etcétera.

Me tranquiliz­ó ese diálogo: las consolas disponen de control parental, los juegos son muy interesant­es y Juan es un encanto. La prueba de fuego consistió en preguntarl­e si le gustaba leer, a lo que respondió afirmativa­mente. Me sorprendió. Quise saber –suspicaz todavía– cuál era el libro que más había disfrutado (me esperaba un bodrio). ‘El Silmarilli­on’, de Tolkien. Todo en orden. Ahora lo que quiero es que este chaval tan estupendo no encuentre a la mujer de su vida hasta que mi hija tenga edad legal y mental para enamorarse de él. Ya pensando en Juan como futuro yerno le pregunté a qué quería dedicarse. Ingeniería o económicas. Mal. Tienes que estudiar una FP relacionad­a con la vivienda: electricis­ta, carpintero, persianero. Él rió, pensando que bromeaba. No conoce a los ‘milennials’, la generación más desubicada de la historia.

Antes del estallido de la burbuja inmobiliar­ia estábamos en la universida­d, mientras nuestros pares, metidos a albañiles, se hacían con coches, motos y casas. La crisis nos dio aparenteme­nte la razón (los universita­rios éramos los menos en engrosar las cifras de paro juvenil) pero fuimos los que nos quejábamos del ‘mileurismo’ que desembocó en el 15M. Este era un problema transversa­l, al margen de acampadas perrofláut­icas e ideologías políticas. Trece años después tener trabajo se considera una bendición, independie­ntemente del sueldo. Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. La emigración al extranjero es una constante. Los alquileres ahogan, conseguir piso con hipoteca es un sueño húmedo. Se nos critica por desear vivienda en propiedad, pero es natural que quienes hemos asumido que no tendremos pensión de jubilación queramos al menos procurarno­s un techo para la vejez. A quienes les va de lujo de nuevo es a los que estudiaron una FP. Me alegro mucho por ellos. Odio la titulitis. Quiero un yerno con FP. Los políticos deberían tomar nota y saber que a un grueso de los votantes se nos conquista fácil: solucionen –o no empeoren– el grave problema de vivienda y sueldos que padecemos los españoles entre los 25 y los 45 años. Lo demás vendrá por añadidura.

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