Un yerno con Formación Profesional
EL BURLADERO
RENGLONES TORCIDOS
las dos ministras, Montero y Belarra, eran una síntesis tardía de las gemelas de ‘El resplandor’, aquellas hermanas Grady que le decían a Danny, el niño del triciclo, «ven a jugar con nosotras». Sánchez se avino a jugar con ellas y el resultado está al alcance de todos: mil rebajas de condenas y un centenar de excarcelados que, a decir de una de las gemelas, Montero, lo han sido por culpa de unos jueces que no han aplicado bien la ley. Estaban solas, como las niñas al fondo del pasillo, sólo acompañadas por una Yolanda Díaz que venía de ejercer el postureo en Nacional Unidas, donde, desde hace años, se deja entrar a cualquiera.
Previamente, el miércoles, pudimos ver la imagen apoteósica del Gobierno manifestándose contra sí mismo a propósito de este asunto: la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Vicky Rosell, se manifestó con un centenar de personas ante el Ministerio de Justicia contra la rectificación de un texto que ha servido para lo que ya sabemos. Si cree que es un retroceso ¿por qué está aún en el Gobierno? ¿Por qué no se marcha? ¿Por qué no es cesada?
Quien le debería cesar, Sánchez visitó su palacio de vacaciones para afirmar que Doñana no se toca, después de que el PSOE se haya tirado tocándola casi cuarenta años en Andalucía. En tanto la ley era reformada, en el Congreso la cara de asco de todos los socialistas por haber salvado una situación indeseable de la mano de los populares era definitoria de la contrariedad que les supone tener que reconocer que con sus socios no se puede dar un paso medianamente homologable, y que si quieren transitar por la racionalidad han de obviar el concurso de quienes les han instalado en el poder. Para el PP resulta muy conveniente trasladar la imagen de que su trabajo consiste en arreglar los desvaríos del Gobierno. Para el PSOE no estaría de más que transmitieran la idea de que Sánchez, en realidad, no es Jack Nicholson, aunque lo parezca. Que lo parece.
Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. Emigrar al extranjero es una constante
CUANDO era niña tomé nota mental de todas las cosas que no haría con mis hijos. He olvidado la mayoría, pero las fundamentales ahí siguen, quizá porque todas las infancias se parecen en lo esencial. Intuyo sin embargo que la adolescencia de mis niños me sorprenderá más cansada, y con una enorme brecha generacional de por medio. Procuro por ello hablar con adolescentes y jóvenes. Para no olvidar, para estar al día. La última conversación la tuve con el hijo de una amiga. Juan cursa 1º de Bachiller. Quería saber yo cómo funcionan las consolas de videojuegos hoy porque, definitivamente, no es una opción mantener a mis churumbelillos alejados de ellas eternamente. Tienen, tenemos, que aprender a usar la tecnología y el entretenimiento. Ni rendirnos a ellos sin criterio ni abominarlos, como con todo lo bueno que ofrece esta vida: comida, bebida, sexo, etcétera.
Me tranquilizó ese diálogo: las consolas disponen de control parental, los juegos son muy interesantes y Juan es un encanto. La prueba de fuego consistió en preguntarle si le gustaba leer, a lo que respondió afirmativamente. Me sorprendió. Quise saber –suspicaz todavía– cuál era el libro que más había disfrutado (me esperaba un bodrio). ‘El Silmarillion’, de Tolkien. Todo en orden. Ahora lo que quiero es que este chaval tan estupendo no encuentre a la mujer de su vida hasta que mi hija tenga edad legal y mental para enamorarse de él. Ya pensando en Juan como futuro yerno le pregunté a qué quería dedicarse. Ingeniería o económicas. Mal. Tienes que estudiar una FP relacionada con la vivienda: electricista, carpintero, persianero. Él rió, pensando que bromeaba. No conoce a los ‘milennials’, la generación más desubicada de la historia.
Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria estábamos en la universidad, mientras nuestros pares, metidos a albañiles, se hacían con coches, motos y casas. La crisis nos dio aparentemente la razón (los universitarios éramos los menos en engrosar las cifras de paro juvenil) pero fuimos los que nos quejábamos del ‘mileurismo’ que desembocó en el 15M. Este era un problema transversal, al margen de acampadas perrofláuticas e ideologías políticas. Trece años después tener trabajo se considera una bendición, independientemente del sueldo. Compartir piso hasta los 40 o vivir con los padres resulta habitual. La emigración al extranjero es una constante. Los alquileres ahogan, conseguir piso con hipoteca es un sueño húmedo. Se nos critica por desear vivienda en propiedad, pero es natural que quienes hemos asumido que no tendremos pensión de jubilación queramos al menos procurarnos un techo para la vejez. A quienes les va de lujo de nuevo es a los que estudiaron una FP. Me alegro mucho por ellos. Odio la titulitis. Quiero un yerno con FP. Los políticos deberían tomar nota y saber que a un grueso de los votantes se nos conquista fácil: solucionen –o no empeoren– el grave problema de vivienda y sueldos que padecemos los españoles entre los 25 y los 45 años. Lo demás vendrá por añadidura.