El legado de un hombre bueno y un maestro ejemplar
Catedrático de Economía Política, Hacienda Pública y Derecho Financiero, desarrolló su carrera entre el CEU y la Academia de Jurisprudencia
No fue fácil su infancia ni la de su querido hermano Pedro Manuel. A su padre se lo llevaron de casa en Toledo, a comienzos de esa guerra tan incivil, y nunca más supieron de él. Y como tantos españoles, a lo largo de su vida llevó ese dolor y esa ausencia en silencio. Jamás levantó la voz hacia quienes habían sido los autores, y estuvo junto a su desolada y admirable madre a lo largo de toda la vida de esta.
Estudió el Bachillerato en Toledo y luego la carrera de Derecho en la Universidad Complutense donde se doctoró. Fue excelente alumno y mejor persona, si cabe así decirlo, pues no conoció el rencor y aprovechó cuanto los estudios le proporcionaron: el conocimiento del derecho tributario, al que dedicaría su vida profesional. Ganó la cátedra de Economía Política, Hacienda Pública y Derecho Financiero cuando las oposiciones eran duras pruebas ante tribunales implacables con magníficos aspirantes que realizaban un ejercicio llamado «la trinca» donde incluso los muy buenos sucumbían.
Ejerció la docencia del derecho durante décadas en varias universidades, primero en Murcia, luego en Navarra hasta alcanzar la cátedra en Madrid en las universidades Complutense y en la Autónoma, como se hacía por méritos bien fundamentados. Su dedicación posterior al Centro de Estudios Universitarios (CEU) del que fue profesor y rector, y luego a la Academia de Jurisprudencia llenaron plenamente su vida profesional y académica.
Siempre mantuvo una relación afable y comprensiva con los alumnos, y su rigor como docente, sus numerosos tratados sobre hacienda pública, sus muchas colaboraciones y artículos en revistas jurídicas ha hecho de él un maestro que deja un gran legado de conocimientos a quienes tienen que aprender, ejercer o impartir una materia tan compleja, tan importante para vivir en un estado social y democrático de derecho y al mismo tiempo tan ardua, como es la cuestión tributaria.
Pero su vida ha sido mucho más que toda una dedicación profesional y académica. Ha repartido bondad, afabilidad y cariño por todas partes. Jamás una mala respuesta; nunca un mal gesto; no conocía enemigos; nadie merecía palabras duras o de reproche. Ha sido la persona buena, el buen amigo, el buen consejero, que muchos querríamos tener siempre cerca.
Su fe, su confianza en Dios, le hizo aceptar con resignación hechos muy tristes para