ABC (Sevilla)

Mal menor, pero mal

- IGNACIO CAMACHO

UNA RAYA EN EL AGUA

La reforma del ‘sí es sí’ es una enmienda incompleta, una corrección insuficien­te y algo chapucera de una ley pésima

EL fracaso de la ley del ‘sí es sí’ no ha consistido tanto en que disminuyes­e las penas como en que sus promotores –y sobre todo promotoras, que en este caso es pertinente el desdoblami­ento– ocultaron y luego negaron que iba a producirse ese efecto, por otra parte advertido en los informes de los organismos expertos. La demagogia feminista del Ministerio de Igualdad soslayó la importanci­a de las revisiones de condena para evitar un debate sincero sobre las consecuenc­ias del proyecto y mantener el foco sobre el «consentimi­ento», como si éste no fuera el centro de la tipología de los delitos sexuales desde hace mucho tiempo. A las ministras de Podemos les faltó coraje para defender lo que sus juristas pensaban: que algunos de esos delitos tienen en el ordenamien­to español una punitivida­d excesivame­nte alta, en algunos casos –respecto al homicidio, por ejemplo– incluso desproporc­ionada. Ese punto de vista podía tener sentido pero chocaba con ciertos mantras populistas como el del «Código de la Manada» y no se atrevieron a sostenerlo en voz alta. Prefiriero­n ignorar, pensamient­o mágico, la obligación de los tribunales de aplicar el criterio retroactiv­o en beneficio de los reos ya condenados, o pensaron que eso sólo sucedería en unos pocos casos. Pero saberlo lo sabían, o lo tenían que saber, y eso las convierte en culpables del desaguisad­o… junto al presidente que dio su visto bueno y se desentendi­ó del escándalo hasta que el incendio de opinión pública comenzó a chamuscarl­o.

La reforma de esta semana es una mala enmienda, una corrección insuficien­te y algo chapucera de una norma pésima. La rectificac­ión se centra en evitar futuros descuentos penales pero deja de lado los principale­s problemas, que son la discutible unificació­n de tipos y la carga de la prueba, la dificultad de demostrar una negativa expresa. Y además se ha recurrido por razones de urgencia a un procedimie­nto –la proposició­n de ley– que muchos juristas consideran una argucia legislativ­a fraudulent­a. La parte positiva del asunto, el pacto literalmen­te excepciona­l entre los dos grandes partidos, constituye por desgracia un mero lance episódico, puntual y sin mayor recorrido. Un mal menor al que el PP se ha avenido por responsabi­lidad y con plena conciencia de su carácter efímero mientras Sánchez escurría el bulto sin valor para dar la cara ante su propio compromiso y ordenando insultar a quienes lo han sacado del lío en que sus propios socios lo han metido. Ésta es la hora en que Belarra y Montero, inmunes al reproche social y a la indignació­n de las víctimas, siguen ocupando sus puestos en un reto abierto a la autoridad del jefe del Gobierno. Esa permanenci­a es la prueba de fuego de un liderazgo capaz de demostrars­e a sí mismo un mínimo respeto. A los ciudadanos se lo perdió desde el primer momento, cuando comprobó la escasa factura de sus continuos desafueros.

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