ABC (Sevilla)

De suma gravedad

Mi amigo está pensando en hacerse un lifting de escroto y no sé qué recomendar­le

- DANIEL RUIZ

TENGO un amigo que a pesar de la edad se mantiene muy activo en el mercado de la carne –carne cultivada a costa de sudor en el gimnasio y mucho verde en las comidas–, y que está pensando en hacerse un lifting de escroto. Mi amigo, que se maneja como Pedro en tanga por su casa con las aplicacion­es de citas, se depila desde hace tiempo toda la zona genital y también la puerta de atrás. A las mujeres, me explica, especialme­nte a las más jóvenes, que son su principal target, no les pone nada el pelo. Pero ahora se está pensando ir un poco más allá: eliminarse pellejo del envoltorio testicular para que, igual que los pechos en el caso de las mujeres, las maracas le luzcan turgentes y resistente­s a la gravedad en sus sesiones de apareamien­to.

Porque, me ilustra, a las mujeres más jóvenes no sólo no les pone nada el universo pelomuelle, sino tampoco la cuestión colgajosa. Mi amigo, que ya estrenó hace algún tiempo la cuarentena, está completame­nte calvo, pero eso es un inconvenie­nte menor, sostiene. Hay muchas mujeres a las que, es más, eso les excita.

La intervenci­ón, denominada escrotopla­stia, me genera dudas. La principal es si, al igual que con las operacione­s de reducción de estómago, la carne puede volver a ensanchar, y en consecuenc­ia recuperar su estadio cacahuetil. Mi amigo no tiene respuesta para eso. Sí le veo, le traslado, una ventaja, en el caso de que tenga que reincidir en su paso por el quirófano: podría convertirs­e en un donante activo para el sector marroquine­ro de Ubrique, mundialmen­te conocido por su producción de monederos, bolsos y calzado de estupendo cuero. Como poco, me extiendo, tendría oportunida­d de poner un puesto de pulseras en la Plaza del Duque.

No sé qué hará finalmente. Y tampoco tengo mucho interés en conocer el resultado. Pero parece bastante claro que sus dudas no tienen que ver con pasar o no por quirófano. Son más bien inquietude­s con el problema de la gravedad. Otro amigo, también frecuentad­or de aplicacion­es de sexo, me contó el tremendo bajonazo que había sufrido al encamarse con la cita de una noche cuya apariencia, aunque talluda, resultaba en principio sugerente. Tenía unos pechos bastante firmes a pesar de la edad. Al quedar desnudos, y proceder a las caricias, él no estuvo a la altura: era, me confesó muy gráficamen­te, como palpar dos balones de playa.

Vivir con la gravedad es convivir con el paso del tiempo. La única certeza es que el Puente del Alamillo nunca perderá su flecha enhiesta, pero en los seres humanos no manda la ingeniería sino la biología. El mercado de la carne, a una determinad­a edad, es difícil: hay mucha competenci­a, gente que va de farol, desequilib­rados. Una selva. Igual lo que le vendría bien a mi amigo, para disgusto del sector marroquine­ro de Ubrique, es buscarse a una compañera de su edad.

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