ABC (Sevilla)

El acuífero 27

- POR FÉLIX MACHUCA

na feria de secano no se le ocurre al que asó la manteca. Por definición, la Feria, es una zona inundable, un enorme océano de felicidad, juerga y mareas. Un humedal donde crecen los claveles y las papas… No puede ser de otra manera si nos dejamos llevar por las cifras que la convierten en un diluvio cervecero: un millón de litros de Cruzcampo aseguran que nos embucharem­os a lo largo de sus días y sus noches. Y eso que estamos lejos de Baviera. En un año en el que la Junta ha firmado el tercer decreto contra la sequía, esta Feria nuestra celebra una liquidez digna de balances empresaria­les de prepandemi­a. Competimos con nosotros mismos. Y cada año, como en una olimpiada de farolillos y pistas de albero, conseguimo­s revalidar nuestra propia marca. Somos capaces de bebernos hasta el agua con la que se mantienen fresco los cocos de los turroneros que,

Ucomo Bárbara Rey, estuvieron potables antes de la segunda glaciación ¿En verdad nos bebemos ese millón de litros de cervezas y el millón y medio de manzanilla sin infusión? ¿Por qué no somos capaces de medir las tortillas que nos jincamos, los aliños de tomate que devoramos y las gambas blancas que descabezam­os sin que, en este caso, medie denuncia alguna de los animalista­s y etnicistas? Beber, comer y derrochar cantos regionales. Todo a base de millones de récords. De millones de medallas ganadas en un tiempo donde los relojes que lo miden cuentan horas interminab­les. Al menos para el que a determinad­as horas aún tenga reflejos para leer esos relojes inteligent­es que, un año de estos, lo venderán con el índice de la papa entre sus funciones, al igual que ya nos chiva la presión y el ritmo cardiaco. Lo mejor de la feria es que los ciegos ven doble…

Doñana tiene un problema con el acuífero 27. Sevilla tiene el de la Feria tan caudaloso que le quita la sed a los de aquí, a los que vienen en el AVE, a los que nos visitan en los macroyates y a los que, perdonen el pareado, son muy fans del moyate. Aquí hay líquido elemento para regar los frutos rojos primaveral­es que le dan color fresa a las manzanas carameliza­das y hace crecer el algodón como si Los Remedios fueran el delta del Misisipi. El acuífero feriante es un brazo amazónico con un caudal tan bendito que suele acabar en abrazos. Si don Pedro asegura que Doñana no se toca, desde la caseta del Machakito, le podemos decir que, pese a que él lo tocó tanto o más que una banda el Paquito chocolater­o, el de la Feria se lo puede beber enterito. Que aún sobraría, incluso, para que el ministerio de Transición Ecológica, haga la gracia de retirar a un rinconcito de la caseta a Teresa Ribera, para que empatizara más con el Guadalquiv­ir que con la ribera del Duero…Al final todo es cuestión de empatía y empaparse, que viene de papa muy remojada, esa variedad agrícola local que se bebe en vez de comerse frita, aliñá o en puré. Que usted la coja bien y sin agobios, que el acuífero de la Feria no tiene número…

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