ABC (Sevilla)

José de Romero

- JESÚS SOTO DE PAULA

MOLINETES Y TRINCHERAZ­OS

A Ruiz Muñoz ya lo vi de novillero en El Puerto de Santa María, y dejó muy buen aire de romero

EL arte no tiene sucesión, tiene suceder». Escribí este aforismo en ‘Galleando y Belmontean­do’, y me vino a la mente cuando en la corrida de los seis toreros (llamada de la oportunida­d), un joven de tez morena, delgaducho y con tímida expresión se planta delante de un buen Bohórquez y dice eso mismo… que el arte es un suceder. Su nombre es Ruiz Muñoz en los carteles, no crean que me he equivocado en el título, pero es que lo que hizo este joven diestro bien merece ese ‘José de Romero’, pues (aun teniendo en cuenta que le queda por andar) nos dejó entrever en su caminar lo que lleva dentro, esa expresión de la sencillez de un temple que se tiene o no se tiene, en un aparente sin esfuerzo donde el buen gusto va adquiriend­o carne, voz y sentimient­o. A Ruiz Muñoz ya lo vi de novillero en El Puerto de Santa María, y dejó muy buen aire de romero. El otro día, en el albero de Sevilla, consiguió un curiosísim­o silogismo (música y tiempos, sujeto y predicado) cuando ante la naturalida­d de su trazo nos trajo en su sangre misma el recuerdo imborrable de su tío abuelo Curro Romero (a quien brindó, y en el cual se llevó la ovación de la tarde) y en un diálogo de espejo y espejismos nos regaló ese instante emocionant­e y nostálgico aroma a clasicismo. Hubo buena intención en las verónicas con el capote, y aún mayor en dos tandas con la muleta, en esa brevedad y levedad de una faena corta pero muy intensa, cuando el de Bohórquez (cabe decir que embistiero­n varios toros de Fermín Bohórquez esa tarde), metiendo abajo sus hocicos, acudió con clase a eso ecos de este torero que sabe decir para decirse. Decir para decirse, pues es el decirse a uno mismo el verdadero lenguaje del sentimient­o interior, ese removerse las tripas y los huesos para, ya emocionado, decir a los demás.

Yo espero y deseo que este trasteo emocionado y mecido de Ruiz Muñoz le depare oportunida­des, pues para eso Sevilla debe ser Sevilla, al igual que Madrid debe ser Madrid. No está el toreo actual en condicione­s de dejar pasar por alto a un torero de clase, pues carecemos de ella. Digo pues ese nombre de José de Romero (permítamel­o usted mismo, torero), pues es su sangre misma la que toreó y derrochó en Sevilla, esa misma sangre de un torero nacido en Camas.

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