ABC (Sevilla)

«El cáncer del toreo está en el toreo, no fuera. Apenas hay festejos en los pueblos»

▶Asegura que «se ha perdido el romanticis­mo» y que los empresario­s no se la juegan como antes para fomentar la afición en todos los lugares

-

Joaquina Ariza, más conocida como La Algabeña, lleva el toreo en las venas. Nació en la localidad sevillana de La Algaba y sintió la pasión por el toreo desde muy niña, aunque no lo tuve fácil por los valores de la época y porque tampoco recibió apoyo familiar ni empresaria­l. «Aunque no he llegado a nada, nací torera y moriré torera. Esto es como una enfermedad, como una droga», cuenta esta mujer de 66 años que no se casó «porque me casé con el toro», dice. La Algabeña, que empezó a torear con las cortinas y las toallas de su casa, llegó a novillera y toreó un novillo en la Real Maestranza de Sevilla, el momento cumbre de una carrera en la que no faltaron faenas en muchas plazas españolas, incluida la Monumental de Barcelona, hoy convertida en centro comercial por la prohibició­n política de las corridas. Admiradora de Curro Romero, vio en la plaza de su pueblo la última faena del Faraón de Camas. «Le dije que lo admiraba como torero y como persona y me dijo que lo admirara más por lo segundo», cuenta. Curro Romero fue el primer torero que aceptó darle la alternativ­a a una mujer torera, Cristina Sánchez: «Curro dice que las mujeres acarician mejor que los hombres y que a los toros hay que acariciarl­os», recuerda.

—Aunque las mujeres acaricien mejor que los hombres, en el mundo del toro no lo han tenido nunca fácil.

—Todo lo que tú hagas en este mundo del toreo no tiene valor simplement­e porque eres mujer. Ni el sacrificio ni el esfuerzo ni la afición. No quiero hacer reproches a nadie porque tampoco quiero crearme enemigos, pero si me preguntan contesto con mis vivencias.

—¿Había antecedent­es taurinos en su familia?

—Sí, un tío mío también fue novillero y al final ganadero. Un primo de mi padre quiso ser torero y se quedó en banderille­ro.

—¿Qué le dijeron sus padres cuando les dijo que quería ser torera?

—Que me olvidara. No querían. Mi padre no decía nada, pero nunca me apoyó. Mi madre, igual y todo eso me desmoraliz­aba.

—¿No la apoyaron porque era peligroso?

—Supongo que por ese motivo y por otros. Quizá también porque era mujer y por eso me decían que la mujer no iba a tener sitio en el mundo del toro. Pero mi afición y mi vocación eran más fuertes que todo lo que decían mis padres.

—¿Cuando pasó de torear en el patio de su casa con cortinas y toallas a hacerlo en una plaza con un capote?

—Yo empecé a ir al tentadero y al campo de mi tío con nueve años. Con 18 años o cosa así me iba sola todas las tardes a a la plaza de toros de Santiponce a entrenar. Allí estuve con Espartaco y su padre, que iban los dos también a practicar. Había muchos banderille­ros y picadores. Recuerdo que mi tío le pidió al alcalde de Castillo de las Guardas que me pusiera en una novillada que iba a ver allí a mediados de 1975. Entonces estaba prohibido que las mujeres torearan y el alcalde temía que la Gobernació­n prohibiera el cartel. Aún así me puso y Gobernació­n no se enteró o no dijo nada y yo toreé a un becerro con unos vaqueros y una chaquetill­a. Tres días después de torear allí, Franco derogó esa ley que prohibía a las mujeres torear. En Castillo de las Guardas di dos o tres lances muy buenos y vi a la gente botar en sus asientos. Y ahí se le ocurrió al empresario Paco Rodríguez crear un grupo de mujeres toreras. Estaban Maribel Atienza, Mari Fortes, Alicia Tomás, Rosarillo de Colombia y otras. Toreamos por toda España. En las crónicas los críticos taurinos decían que yo tenía pellizquit­o. Me salían las poses toreras, metía los riñones de natural. Me salía. El torero nace, no se hace, aunque la técnica se aprende.

—¿Y de valor cómo iba?

—Tenía el suficiente para estar allí.

Joaquina Ariza «La Algabeña» Torera y maestra de toreros

—¿Hasta cuándo estuvo así?

—Hasta un par de años después. Necesitaba un apoyo de alguien, pero no tuve a nadie.

—Pero toreó en la Maestranza.

—Sí. Y ése fue mi mejor recuerdo. Pisar ese albero no se puede comparar con nada. Fueron seis novillos del Conde de la Maza. Seis toros, seis toreros. Y me defendí muy bien con el mío. Di algunos derechazos que ni Antonio Ordóñez (risas).

—¿Y después de la Maestranza?

—Todo se quedó muy parado. Hace dos años toreé una becerrita en Guillena y me dijeron que aún estaba para torear. Y eso que tenía 64 años. Les di un repaso a todos mis compañeros, todos más jóvenes. Algunos pensaban que era un torero, no una torera, porque llevo el pelo corto y la cara agachada. Creo que me confundier­on con un torero por las hechuras de toreo bueno. Soy delgadita y no tengo el culo gordo.

—Ha enseñado en la Escuela Taurina de la Algaba...

—Sí, he estado allí muchos años. He enseñado a Manuel Carrión, el novillero que triunfó el año pasado en las promocione­s de la Maestranza. También a otros que se quedaron de banderille­ros de to

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain