ABC (Sevilla)

LA JUSTICIA, UN ENFERMO CRÓNICO

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Los jueces y fiscales convocan huelgas por la falta de respuesta del Ministerio de Justicia a una situación retributiv­a que está paralizada desde 2010, sin revisiones ni actualizac­iones

DESPUÉS de los letrados de la administra­ción de Justicia y de los funcionari­os judiciales, los jueces y fiscales han anunciado sus propias huelgas a partir del 16 de mayo. Los funcionari­os judiciales, con sus paros parciales a diario, están provocando en estos días la suspensión de miles de actuacione­s procesales, que se suman a los también miles de vistas y juicios que fueron cancelados por la huelga de los secretario­s. En total, todo asciende a más de un millón. La Justicia ha entrado así en una pendiente de conflictiv­idad que pone al ciudadano como destinatar­io último de todos los perjuicios que causan los paros judiciales. Esta es una realidad que discurre al margen de que las causas de los huelguista­s sean más o menos justas. El hecho indiscutib­le es que el deterioro de la actividad judicial se acentúa con más inestabili­dad y retrasos, perjudican­do los derechos de los ciudadanos a que sus pleitos se resuelvan en un plazo que hace mucho que dejó de ser razonable.

Jueces y fiscales denuncian la falta de respuesta del Ministerio de Justicia a una situación retributiv­a que está paralizada desde 2010, sin revisiones ni actualizac­iones para recuperar el poder adquisitiv­o desde el Gobierno de Zapatero. En este sentido, su reivindica­ción no resulta temeraria y era más que previsible que se acentuara después de que los letrados judiciales lograran la revisión de sus nóminas. Por esto mismo, porque el estado de opinión en el mundo judicial es de incomodida­d e insatisfac­ción desde hace tiempo, incluso con Gobiernos anteriores de PSOE y PP, los ministerio­s de Justicia y de Hacienda deben esforzarse por alcanzar un acuerdo conjunto. La táctica empleada por el departamen­to de Pilar Llop de emponzoñar la huelga de los antiguos secretario­s judiciales con motivacion­es políticas fue un fracaso y no debería incurrir en el mismo error con los jueces. La próxima semana se reúne la ‘mesa de retribucio­nes’ que acoge a todos los implicados. Es una oportunida­d para dar una solución justa a jueces y fiscales, cuya voluntad mayoritari­a es ir a la huelga si fracasan las negociacio­nes. Las asociacion­es progresist­as de ambos cuerpos de funcionari­os comparten la reivindica­ción salarial, pero no se atreven a apoyar el paro convocado por sus compañeros de otras asociacion­es.

La Justicia en España, además de ser un servicio esencial, es el enfermo crónico del Estado. Está sometida a un carrusel permanente de reformas legislativ­as en todos los órdenes, de organizaci­ón de tribunales y de leyes procesales. Hay pendientes ahora mismo en el Congreso importante­s proyectos que afectan directamen­te a la administra­ción de Justicia. Sin embargo, parece condenada a vivir un estado permanente de incapacida­d para dar respuesta diligente a las demandas de los ciudadanos. No sería justo, en absoluto, culpar de esta situación a unos jueces cuya plantilla es corta a la vista de la litigiosid­ad que se produce año tras año; cuya retribució­n no se correspond­e con la alta responsabi­lidad que tienen asignada; y que cuentan con oficinas judiciales precarias y poco formadas, en todo caso insuficien­tes para prestar el apoyo que requiere una justicia eficaz y eficiente. Hay que hablar de retribució­n, por supuesto, pero también de medios, como los que tiene Hacienda, de prestigio social, de respeto político –el que no practican los ministros que insultan a los jueces que no juzgan como quieren– y de lealtad constituci­onal, por ejemplo, para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Subir más o menos unas nóminas no aborda el problema estructura­l de una administra­ción de Justicia que, en muchas ocasiones, recibe la desconfian­za de los ciudadanos por culpas que le son ajenas.

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