ABC (Sevilla)

La campaña Potemkin

- IGNACIO CAMACHO

UNA RAYA EN EL AGUA

Sánchez le ha cogido pánico a la calle. Se mueve encapsulad­o en una burbuja virtual de ‘performanc­es’ con figurantes

LA campaña de Sánchez parece una adaptación del ‘El show de Truman’, aquella película de Jim Carrey cuyo protagonis­ta vivía feliz en un mundo-burbuja, una ciudad ficticia que en realidad era el plató de un programa de televisión sin que él fuese consciente de la impostura. La diferencia consiste en que el presidente sí sabe que el público de sus actos es un grupo de figurantes, que los escenarios y las propias escenas son representa­ciones artificial­es, que el único elemento verdadero de esas ‘performanc­es’, en el mejor de los casos, es el paisaje. Desde que aquella pancarta de «que te vote Txapote» se colase en todos los telediario­s y le robase los titulares, su equipo asesor siente pánico de que alguien pueda hacerle otro desplante o volver a montarle un número desagradab­le. Se mueve encapsulad­o, sin contacto con nadie, envuelto en celofanes como si fuera a pasarle algo si le da el aire. No ya es que se borre de la entrega del premio Cervantes: es que literalmen­te no se atreve a salir a la calle.

La construcci­ón de esa suerte de realidad virtual está produciend­o situacione­s ridículas. Paseos en bicicleta por parques cerrados, encuentros con familias o con jubilados selecciona­dos por afinidad política, visitas a entornos de estricta confianza, compras de libros en librerías vacías. Propaganda barata, diálogos fingidos, preguntas preparadas con la irrisoria pretensión de parecer espontánea­s. Hasta un viaje a Doñana para soltar una soflama lejos de los alcaldes de la comarca, sin más auditorio que unos pájaros sedientos y las omnipresen­tes cámaras. Unos avatares de inteligenc­ia artificial resultaría­n más creíbles que esos habitantes de aldeas Potemkin que saludan al paso del líder con sonrisas disciplina­das. Ni los empresario­s del Ibex, antes tan solícitos a sus demandas, se prestan a hacer de comparsas después de que los haya convertido en diana de la demagogia populista contra la plutocraci­a.

Al menos Truman se rebelaba cuando descubría que todo era parte de un espectácul­o. Sánchez no puede porque es él quien lo ha elegido para no verse cara a cara con los ciudadanos. Se le han atragantad­o las rutinas habituales de cualquier candidato, patear barrios, estrechar manos, ir a las fiestas populares, recorrer mercados, y ha dado en sustituirl­as por tingladill­os de saldo, montajes de atrezo con extras ante los que hacerse el simpático. El colofón natural de una legislatur­a de engaños de Estado, comités de expertos fantasmas, registros de fallecimie­ntos falsos, ecologismo de Falcon, insomnios de boquilla y encuestas de Tezanos. Si un gobernante incapaz de asomarse a la ventana por miedo a ser abucheado puede ganar unas elecciones habrá que revisar todos los parámetros sociológic­os que hasta hoy se consideran válidos. Sería, o será, el triunfo consentido de la posverdad, la entronizac­ión del fraude, la apoteosis del simulacro.

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