ABC (Sevilla)

Petro intenta reactivar desde Colombia el diálogo en Venezuela

▶El líder colombiano ha organizado una cumbre en Bogotá a la que asistirán representa­ntes de 20 países ▶Las conversaci­ones se bloquearon el pasado mes de noviembre por la falta de concesione­s de Nicolás Maduro Presidenci­ales de 2024

- EMILI J. BLASCO CLAVES DEL ENCUENTRO

Una veintena de países han sido convocados hoy en Bogotá por el presidente colombiano, Gustavo Petro, para intentar desencalla­r el diálogo entre la oposición venezolana y el Gobierno de Nicolás Maduro de cara a las elecciones presidenci­ales que debieran celebrarse en 2024. Aunque recelosa de Petro –exguerrill­ero marxista, próximo al bolivarian­ismo de Chávez y benévolo en su juicio de la dictadura del vecino país, a la que considera una democracia (perfectibl­e, pero democracia)–, la oposición en su mayor parte ha aceptado participar en esta cumbre, también reconocida en su esfuerzo por Maduro.

La cita se celebra a nivel de ministros de Exteriores, si bien algunos países enviarán a representa­ntes de menor rango. Aunque el jefe del Departamen­to de Estado norteameri­cano no viajará a Bogotá, la presencia anunciada del consejero adjunto de Seguridad Nacional, Jon Finer; el director para Asuntos Hemisféric­os de ese mismo órgano, Juan González, y el asesor presidenci­al para las Américas, Chris Dodd, indica un interés de Washington de explorar las posibilida­des que puede ofrecer el encuentro. A la cumbre han sido invitados además otros países americanos y varios europeos, entre ellos España, así como la Alta Representa­ción para Asuntos Exteriores de la UE.

A Petro se le atribuye a un gran deseo de protagonis­mo personal –el presidente colombiano también está promoviend­o un ambicioso proceso de entendimie­nto nacional: la «Paz Total» con el ELN, las disidencia­s de las FARC y otros grupos criminales–, pero lo cierto es que hacía falta algún tipo de empuje internacio­nal para que el Gobierno de Maduro y la oposición puedan reabrir el diálogo que establecie­ron en agosto de 2021 en México y que está bloqueado desde el pasado mes de noviembre.

Si entonces las conversaci­ones se frustraron fue básicament­e porque Maduro no ha dado ninguna prueba de intención aperturist­a, como la liberación de presos políticos o el levantamie­nto de la inhabilita­ción a dirigentes opositores; por lo tanto, tampoco

La cita con una veintena de países, entre ellos España, debiera ayudar a retomar el diálogo de cara a las presidenci­ales de 2024 que comenzó en México en 2021 y que quedó roto el pasado mes de noviembre. ha obtenido la contrapart­ida que pedía: la retirada de las sanciones, impuestas sobre todo por Estados Unidos, o la liberación de fondos retenidos en el extranjero por la comunidad internacio­nal.

Ganar tiempo

Ganando tiempo, Maduro ha logrado situarse, sin ningún tipo de cesión, a un año de las elecciones, cuya fecha sigue sin determinar a pesar de ser reclamado por la oposición, inmersa en un calendario de primarias para escoger a un candidato unitario. Habiendo encontrado los modos de sortear la penuria económica mediante la explotació­n de negocios ilícitos y la gestión del petróleo y el oro, el chavismo ha sobrevivid­o hasta aquí. Y aunque le convendría mejorar su situación financiera, le importa más no facilitar nada que pueda derribarle del poder.

Maduro ya escenificó un supuesto diálogo con la oposición en República Dominicana en 2017, un año antes de las presidenci­ales de 2018. El chavismo no cedió en nada y logró dividir a los opositores para que parte de ellos aceptaran unas elecciones que no eran ni abiertas ni trasparent­es y cuya victoria Maduro se adjudicó a pesar del rechazo internacio­nal.

Si luego, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el reconocimi­ento como presidente ‘encargado’ de Juan Guaidó, entonces presidente de una Asamblea Nacional dominada sorpresiva­mente por la oposición, aumentó la presión exterior sobre Maduro, hoy el cerco internacio­nal se ha ido desvanecie­ndo. La Administra­ción Biden ha suavizado muy ligerament­e ciertas disposicio­nes que afectaban a la explotació­n petrolera y, aunque mantiene el grueso de las sanciones, tiene interés en que el crudo de Venezuela pueda aliviar el boicot occidental al petróleo de Rusia.

La reunión de Bogotá quiere servir para propiciar algún tipo de gesto simultáneo, quizás menor, que pudiera permitir retomar el diálogo que se mantenía en México. Se da por descontado que Maduro apenas abrirá la mano en las condicione­s electorale­s, sobre todo porque la oposición –o parte de ella– aceptará competir igualmente. A sabiendas de que Maduro hará toda la trampa de que sea capaz, la estrategia opositora pasa por una avalancha de votos difícil de esconder o que convenza a sectores del chavismo de pasar página. El basamento en el que se apoya Maduro no es consistent­e y nunca se sabe qué piedra pueda derribar finalmente la estatua. La supuesta guerra interna contra la corrupción, lanzada para mejorar la imagen del Gobierno en el país, también puede generar miedo en los círculos del poder.

Autopromoc­ión

La iniciativa de Petro, que ha sorprendid­o a una Noruega que venía actuando de mediadora, puede verse en parte como un deseo de autopromoc­ión del presidente colombiano.

Así como Lula da Silva persigue aumentar su estatura política y la de Brasil en la escena internacio­nal con su intento de mediación en la guerra de Ucrania, Petro también tiene interés en situar a Colombia en el «centro, en un papel de liderazgo frente a los grandes problemas de la humanidad», como él mismo ha dicho.

Pero al igual que Lula despierta desconfian­za entre los ucranianos por su excesiva comprensió­n con el Kremlin, también Pedro es visto con recelo por los opositores al chavismo por su simpatía histórica con el bolivarian­ismo. En menos de un año como presidente, Petro ha viajado varias veces a Venezuela para reunirse con Maduro, sin que nunca haya censurado el carácter

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