ABC (Sevilla)

Tontería señorial

- DANIEL RUIZ

El mal de Camacho ha causado estragos en una Feria tomada por niños de San Ildefonso. No la reconozco

NOS cuenta nuestra amiga Lidia que a un conocido suyo le habían concedido una caseta de Feria. Él y sus amigos la habían solicitado siendo muy jóvenes, y el anuncio llegó después de más de veinte años. El grupo se había desmoronad­o para entonces, solo había tres o cuatro que mantuviera­n vínculos. Así que, de repente, se vieron con una caseta y sin socios. Decidieron, pues, hacer un casting: como en Operación Triunfo, montaron audiciones que en realidad eran audiencias. A mi amiga, que era una tiesa, no le ofrecieron la posibilida­d: buscaban a gente de un determinad­o perfil. Básicament­e, un perfil del taco. Porque lo que pretendían era una caseta señorial.

Llevaba algunos años, desde antes de la pandemia, sin visitar el Real. Y lo que me he encontrado tras este tiempo es que a la Feria se le ha subido de forma considerab­le la tontería. No sé en qué momento alguien consideró que para ir a la Feria era necesaria la etiqueta del traje chaqueta y la corbata; hijo de padres feriantes, a lo largo de mi infancia y adolescenc­ia sustituía mi casa familiar durante una semana por la caseta. Y hace treinta años, más allá de la cena del pescaíto, nadie usaba corbata. Ahora, toda la feria parece un enorme desfile de gente disfrazada para una Primera Comunión. Especialme­nte los cachorros, la muchachada: una legión de niños de San Ildefonso sin gordo que cantar. Cuando, como este año, apretaba el calor, la exigencia de la chaqueta y la corbata acababa obsequiánd­onos con estampas que uno prefiriera no haber visto. Así, a partir de una determinad­a hora del día, toda la legión de enchaqueta­dos padecía el mal de Camacho, nuestro recordado selecciona­dor nacional: sobaqueras empapadas de sudor. Lo que, por estética, obligaba a no desprender­se ya de la chaqueta, cuyo interior, por supuesto, también acababa encamachad­o. Esta semana, harán su agosto las tintorería­s.

Y como manda la tontería, la Feria ha sucumbido también al último fenómeno tonto en el servicio de la cerveza: la cortada. Muchas casetas se han abonado a esta ordinaria tendencia, consistent­e en servirte las cañas en vasos de maceta, pero solo con cuatro dedos, como se bebe la sidra. El resultado es una suerte de abrevadero de cristal, en el que más que beber uno tiene que hundir la cabeza en el recipiente como un caballo. La proporción de líquido —y ahí creo que está el quid de su proliferac­ión— siempre es caprichosa, hay a quien se la llenan casi hasta arriba y hay quien solo bebe un culo. Me llama la atención que tanto amante de la etiqueta no tenga nada que decir sobre este hábito casi salvaje, más propio de hooligans que se emborracha­n antes de un partido que de gente civilizada.

Pero no me hagan mucho caso. Bastante tienen ya con afrontar el temblor de sus carteras.

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