ABC (Sevilla)

Ochenta años de la ‘operación carne picada’

- MARÍA CARMONA // FOTOS:

La figura de William Martin, conocido como el hombre que nunca existió, ha estado siempre presente en la vida de Leopoldo Sánchez Pallarés. Forma parte de su imaginario desde que tiene uso de razón como una de las historias recurrente­s de las que le hablaba su padre, que fue linotipist­a en el diario Odiel. Fallecido éste hace seis años, un día limpiando su tumba, al ir en busca de un contenedor, se percató de que él, que tanto le había hablado de esta fascinante historia, se encontraba enterrado a apenas unos metros de distancia de su protagonis­ta. «Levanté la vista y de repente ahí estaba, la tumba de William Martin, una coincidenc­ia que hizo que se me pusieran los pelos de punta».

Una coincidenc­ia que, gracias a la Asociación Major William Martin, difícilmen­te volverá a repetirse, porque desde hoy el cementerio de la Soledad incorpora una señalizaci­ón que informa de dónde se encuentra la tumba del hombre que nunca existió. Ochenta años después de su entierro, el camino a su sepultura será señalizado.

La señalizaci­ón se suma a la rotulación de la calle William Martin y a la celebració­n de un acto con la asistencia de representa­ntes de las embajadas británica y australian­a, así como de los Royal Marine, para conmemorar el ochenta aniversari­o de la ‘Operación Carne Picada’, que colocó a Huelva en el mapa de la II Guerra Mundial como escenario de uno de los engaños más productivo­s que tuvo lugar durante la contienda, gracias al que «se evitó la muerte de decenas de miles de soldados».

Ocho décadas después de que el cadáver de un supuesto soldado inglés apareciese en la playa de La Bota, en Punta Umbría, el 30 de abril de 1943, la historia del mayor William Martin no ha dejado de evoluciona­r, con nuevas teorías sobre cómo se urdió y ejecutó el plan de los aliados para convencer a Hitler de que se atacaría por el Peloponeso, cuando realmente se estaba preparando un desembarco en Sicilia.

El plan, ideado por la Inteligenc­ia británica, consistió en inventar la identidad –hasta el más mínimo detalle, con fotografía­s, extractos bancarios, cartas familiares, enseres que delataban la confesión católica, y esquela publicada en ‘The Times’– de un supuesto oficial de los Royal Marines que habría fallecido

La inteligenc­ia a británica inventó ntó la identidad del el soldado hasta el más mínimo detalle, con fotografía­s, extractos bancarios, cartas familiares, enseres personales y la a publicació­n de e una esquela en n el diario The Times ahogado tras un accidente aéreo cuan-cuando se dirigía con importante­s documentos desde Londres hasta el cuartel aliado en Argel. Se trataba en realidad –según la versión oficial– de un ciudadano anónimo fallecido por neumonía en Inglaterra,glaterra, conservado en un congelador durante un mes, y cuya familia habría convenido la cesión del cadáver al ejército inglés, que lo trasladó hasta la costa onubense en el submarino ‘Seraph’, desde donde se lanzó el cuerpo.

La elección de Huelva no fue casual. «Con la presencia histórica de británicos aquí, así como de varias familias de ascendenci­a alemana, el ambiente se asemejaba al de otras ciudades internacio­nales con una alta presencia de espías», explica Sánchez Pallarés. Entre todos ellos destacaba Adolf Clauss, jefe de la inteligenc­ia alemana en la zona, que no tuvo problemas para hacerse con toda la documentac­ión y trasladarl­a para que llegase al mismísimo Hitler. «Se cumplieron de este modo los planes de los aliados». Porque el médico que realizó la autopsia certificó el ahogamient­o como causa de la muerte, la documentac­ión se dio por válida, y el 2 de mayo el supuesto soldado inglés era enterrado en el cementerio de Huelva con honores militares. A principios de julio, y sin esperarlo las fuerzas del Eje, tenía lugar la ‘Operación Husky’, con la llegada de 160.000 soldados aliados a Sicilia. Posteriorm­ente la versión oficial del Gobierno británico cambió, lo que posibilitó poner nombre propio al héroe: a William Martin lo había ‘intepretad­o’ realmente Glyndwr Michael, un mendigo galés que se suicidó bebiendo matarratas y cuyo cuerpo se utilizó para urdir el engaño. Sin embargo, esta revelación no hizo sino avivar las dudas sobresobre la versióvers­ión oficial, con teorías especialme­nespecialm­ente desarrolla­das por los investigad­ores onubenses Jesús Copeiro y Enrique Nielsen, que apuntan a qque realmente el cadáver es de uno de los marineros fallecidos ddías antes de la ‘Operacició­n Carne Picada’, en el huhundimie­nto del poportavio­nes Dasher. No se explicaría de otro momodo que el cadáver se hubhubiese conservado en buebuenas condicione­s, ni que el forense señalase el ahoahogami­ento como causa de la muerte. Esta teoría se refurefuer­za además con los testitesti­monios que apuntan a que ele cadáver llegó a ser secusecues­trado y trasladado hasta Alemania para realizarle una segunda autopsia. Así, según esta teoría, la tumba que se honra este domingo en Huelva estaría, realmente, vacía.

El 30 de abril de 1943 apareció flotando en la costa onubense el cadáver de un supuesto soldado inglés que sirvió para engañar a Hitler

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