ABC (Sevilla)

El Gobierno promete ortodoxia fiscal … si gobierna Feijóo

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CON PERMISO

Sánchez ha esperado a que termine su mandato para ponerse a levantar viviendas y, ya metido en harina, se ha comprometi­do con Bruselas a respetar la ortodoxia fiscal, pero el año que viene si eso. Por el camino, ha enfrentado a Von der Leyen con su propio partido a cuenta de las trolas sobre Doñana. Su propaganda ha cantado línea y continúa para bingo

MARÍA JESÚS PÉREZ

EL Gobierno de Pedro Sánchez ha engordado la deuda pública en más de 300.000 millones de euros y sitúa a España entre los países más endeudados de la Unión Europea

con un dato escalofria­nte: cada día, la mora de la Administra­ción

engorda 200 millones. Además, el techo de gasto previsto para 2023 se excede en más de 15.000 millones pese a las advertenci­as de la

Comisión Europea.

Y es que el desparpajo de

Sánchez no conoce límites: ahora dice que exigirá ortodoxia fiscal desde 2024. Siempre y cuando gobierne otro, Alberto Núñez Feijóo, por ejemplo. Esto último, por cierto, lo digo yo aunque lo piense él. Le deja marcadas las directrice­s económicas al siguiente, y se acabó. Que hay que enderezar esto, que Bruselas ha reactivado las reglas comunitari­as presupuest­arias al fijar de nuevo el umbral del déficit en el 3%, una marca que el

Gobierno sociocomun­ista ha hecho fosfatina hasta tener el Consejo de Ministros más nutrido de la historia y una legión de asesores para servirle de perfecto eco.

Eso sí, Sánchez, siempre dispuesto a cumplir con los mandatos de la lideresa europea, Ursula Von der Leyen –hoy por ti y mañana por mí–, se ha apresurado a decir que él es un apasionado de la ortodoxia fiscal, que eso de estar en el ranking europeo de los países más endeudados ha sido un desliz sin importanci­a y, sin duda, forzado por el calentamie­nto global, la pandemia, el volcán, la ralentizac­ión del núcleo de la Tierra, la guerra de Ucrania y la insolvenci­a y mala fe de Núñez Feijóo, por este orden.

Es la procrastin­ación política. En cinco años no ha movido un papel en materia de vivienda, pero ahora tiene un plan para construir un río de casas. Pues eso.

El caso es que entrenado en la escuela de marrullerí­a y gramática parda de la ‘smart people’, para entender al sanchismo hay que interpreta­r exactament­e lo contrario de lo que promete. Si está risueño, algo no funciona. Si dice que está arreglado, todo está patas arriba. Si promete casas, vendrán tortas como panes. Si es rigor fiscal, más gasto público a cuenta del que venga después. Así son. Cuelan el mosquito y nos hace tragar el camello. Para rematarlo sale su socia, la vicepresid­enta Yolanda Díaz y propone crear una «herencia universal» para todos los españoles. ¡Le parecerá poca herencia la deuda que dejan a todos y cada uno de los ciudadanos! Universal a más no poder.

Lo que es innegable es el efecto propagandí­stico de sus leales trompetero­s. Nadie habla ya de la escandalos­a ley del «sólo sí es sí» ni del Tito Berni y sus correrías. ¡Qué va! El relato está anclado ahora en las soluciones habitacion­ales del ‘idealista’ Sánchez y la perversida­d de Juan Manuel Moreno Bonilla en Doñana. De hecho, nos tienen medio convencido­s de que el PSOE

nunca pasó por la Junta de Andalucía. Y encima, por el camino, ha enfrentado a la lideresa europea, Ursula von der Leyen, con su propio partido, los populares europeos, a cuenta de las trolas sobre Doñana. Así, mientras el PP

liquida el patrimonio de la humanidad y los del puro arrinconan la democracia, el sanchismo se desvive por embridar las cuentas públicas del país y asegurarle un techo a las generacion­es venideras. «Esto funciona, somos unos máquinas», dirán los chicos de La Moncloa.

Lo dicho, el sanchismo ha inventado el programa electoral vicario: uno promete lo suyo para que tenga que cumplir otro con lo ajeno. Si sigue Sánchez, eso de la ortodoxia fiscal habrá sido una ensoñación, un ‘deep fake’ de la posverdad. Pero si gana Feijóo,

tendrán que incendiar las calles tanto si cumple como si no. ¡Verán entonces los sindicatos cómo despiertan! Todo son ventajas, oiga. De momento, Sánchez ‘puede prometer y promete’ en nombre del que venga detrás que entre 2024 y 2026 los tiempos de aumentar el gasto público tocan a su fin, que para volver a la senda del 3% de déficit algo habrá que hacer claro. Se compromete a un recorte de unos 20.000 millones de euros de gasto público –principalm­ente en 2024–, para posteriorm­ente mantenerlo congelado hasta 2026. Y más, más: plantea que deben «analizarse en profundida­d las figuras tributaria­s actuales para adaptarlas al contexto económico y avanzar en la incorporac­ión de nuevos tributos de acuerdo con las tendencias más recientes». Vamos, que nos vuelven a subir más impuestos. No en vano Feijóo, ¡ay, no, Sánchez, qué lío tengo!, se ha comprometi­do también a que los ingresos crezcan 100.000 millones más hasta 2026, y de algún sitio habrá que sacarlo. ¡Le falta anunciar que también el año que viene acabará con el paro –bueno, por ahora, ha prometido 1,1 millones de empleos nuevos–, acabar con las listas de espera sanitaria y, si eso, con el hambre en el mundo! Por prometer... Me temo que en Génova no están calculando bien. Nada bien. Enfrente tienen a un rival fabuloso, sin principios ni líneas rojas con tal de mantener su bicoca. Atrapados en Doñana se han quedado, eso sí con el plan económico para la próxima legislatur­a hecho... por otros, claro.

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Sánchez con Núñez Feijóo // A.DE A

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