ABC (Sevilla)

«He disfrutado como nunca lo había hecho en Sevilla»

▸ Ginés Marín miró de reojo la puerta del Príncipe tras cortar dos orejas al primero «Gin-toniiiiccc­ccs»

- S. TUBIO LA REVOLERA

ENTRE BARRERAS

Espárrago, el primer toro de Ginés Marín, fue despedido del coso con una ovación. En las dos orejas que se llevó el diestro, el animal tuvo mucha responsabi­lidad como reconoció el jerezano: «Ha sido un gran toro, muy bravo y con mucha clase. Lo he podido gozar». Marín se quitó ayer una espinita con una plaza difícil para él: «He podido disfrutar como no lo había hecho. Añoraba sentir esto en Sevilla. Es una plaza que me ha costado siempre mucho trabajo». Lo cierto es que el presidente no tardó en confirmar la segunda oreja, firmando una actuación soñada para el diestro que pudo ser redonda.

Por eso lo intentó hasta la extenuació­n con Palestino para conseguir abrir la puerta del Príncipe. Pero no fue posible, a diferencia de su primer toro, éste no le ayudó ni tan siquiera lo justo para que el diestro, muy ambicioso, triunfara: «Con ocho o diez arranques le habría podido cortar la oreja. Pero se vino pronto abajo». En la parte final de la faena, el jerezano vislumbró una posibilida­d: « Pude meter algún muletazo con temple, pero poco más».

El rejoneador luso Antonio Ribeiro Telles abría la tarde de toros y antes de enfrentars­e a Núfar se mostraba muy ilusionado y con una premisa marcada a fuego: «Voy a intentar ganarme el respeto de esta plaza y de su público». Y lo hizo porque a pesar de que no fue una faena para el recuerdo, le regaló una ovación que agradeció mucho el cabaleiro: «Sevilla tiene un sabor muy especial, ya me lo dijo mi padre, que tenía que torear aquí para saber lo que era».

El reto era supremo para Morante después de haber hecho historia y con tamaña responsabi­lidad y todo el interés centrado en su persona salió al ruedo. «Cómo administra­r una tarde después de aquello. Ya uno no sabe qué hacer más cuando el triunfo llega a su logro máximo». Y acarició algo de aquellas sensacione­s en su primer toro a pesar de que al inicio no prometía: »Salió de una forma fea , escarbando la arena pero poco a poco fue sabiendo estar».

Cayetano mimó a su primero esperando sacarle partido pero no obtuvo la recompensa deseada. Tampoco en el segundo: «Desde el principio se vio que el toro era tardo. He intentado cuidarlo, pero cuando el toro no se mueve es muy difícil conectar con el público. Ha sido una lástima».

Los gritos al estilo butanero del camarero («¡Gin-toniiiiics!») son poco decorosos para la plaza. Evidencian que ya se va a calzón quitado y que lo importante es hacer caja, como sea. Quedaba más elegante el sutil «¡Agua, Fanta, Cocaaaaa!». Y ni hablemos de «¡Al bombón helado, vitaminado, por el médico recomendad­o!».

Con la conclusión de Morante de la Puebla en el quinto parecía iniciarse el interés por la partida futbolísti­ca. Huían en estampida por todos los tendidos. Había quien bromeaba: «Que Cayetano corra turno y salga Ginés». A nadie le extraña que el extremeño se hubiera comprometi­do más con ese Erótico que tan poca atracción despertó en el dinástico.

La afición del país vecino por el mundo del rejoneo es asombrosa. Aunque sólo torease un toro, había muchísimos compatriot­as que venían a apoyar y disfrutar de Antonio Ribeiro Telles, que a sus cuarenta años de alternativ­a es un referente nacional.

La corrida de El Torero, que en líneas generales se movió y tuvo interés, adoleció del trapío suficiente para la categoría de la plaza.

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Ginés Marín, paseando las dos orejas del toro Espárrago // JUAN FLORES
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