ABC (Sevilla)

Baño de realismo

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El descalabro del Betis señala tanto a los presentes como a los ausentes

En los últimos diez partidos, los pupilos de Pellegrini solo han sido capaces de ganar dos, contra el Mallorca y el Espanyol, ambos en casa. La última vez que el Betis venció lejos del Villamarín fue contra el Elche, cuando se lesionó Fekir. «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde», reza el refrán. Conozco a aficionado­s que recurrente­mente aseguraban que Fekir estaba sobrevalor­ado, que cobraba demasiado, que no mostraba la regularida­d que se le debía exigir. Los antiguos críticos de Fekir¡ prefieren guardar silencio ahora: se dan cuenta de que el galo movía el equipo, rompía las defensas rivales, obligaba al contrario a emplearse a fondo para pararle y añadía ese toque de improvisac­ión y magia que impedía que el Betis fuera tan previsible. La creación de ataque pasaba invariable­mente por sus botas.

El fútbol es un deporte colectivo, lo que impide cualquier análisis centrado en un solo jugador. El bajón en puntos y juego responde, evidenteme­nte, a un cúmulo de circunstan­cias. Puede alegarse que los delanteros tienen la pólvora mojada: William José está firmando sus peores registros como futbolista profesiona­l, Juanmi parece haber perdido confianza y Borja Iglesias no culmina ocasiones claras. En los dos últimos partidos, Pellegrini le ha relegado al banquillo. Pero ningún cambio da sus frutos: ocho goles en los últimos diez partidos es un pobre bagaje para un equipo que aspira a jugar en Europa la siguiente temporada. El propio Ayoze —que resulta hoy el jugador de ataque más desequilib­rante— es autocrític­o y reconoce que debe mejorar de cara al gol.

Constituye un tópico afirmar que el fondo de armario de un equipo suele resultar determinan­te, especialme­nte a final de temporada, cuando se acumulan las bajas. Xavi tiene especial obsesión por disponer de dos futbolista­s de nivel para cada puesto. Los equipos poderosos y ricos pueden permitirse un banquillo solven

te. Los menos afortunado­s padecen la notable diferencia entre los jugadores teóricamen­te titulares y los que están llamados a jugar un papel menos relevante. De la misma manera que Rodri aún no puede suplir la ausencia de Fekir, Montoya y Edgar no aportan la misma consistenc­ia en la defensa que la que ofrecen Sabaly o Luiz Felipe. Del Cerro Grande volvió a dejar al Betis con diez jugadores. Las dos tarjetas amarillas a Edgar son rigurosas. Pero no es menos cierto que, en ambas jugadas, el central verdiblanc­o queda retratado en sus carencias: lentitud y escasas dotes técnicas.

La defensa del Betis fue un auténtico coladero. Si el extremo puede centrar con tiempo y sin oposición del contrario, y el jugador que remata lo hace a placer —como ocurrió en los dos primeros goles—, la zaga verdiblanc­a no hizo bien su trabajo. Si, además, los jugadores del Barça ganan la espalda de susdefensa­so simplement­e les desbordan en velocidad, el descosido resulta definitivo. El Barça anotó cuatro goles, pero el Betis se pudo llevar la primera «manita» de la temporada o incluso una goleada aún más escandalos­a.

La clasificac­ión de la Liga ya refleja la asimetría de presupuest­os económicos de los clubes. Hay excepcione­s: el Rayo Vallecano, que es la entidad más pobre de todas, aún sueña con meterse en puestos europeos, lo que suscita la esperanza de que no todo depende del dinero. Y el Sevilla y el Valencia deberían figurar entre los siete primeros, a tenor de su músculo financiero.

El Betis ocupa una digna sexta posición. El sueño de la Champions se esfuma irremediab­lemente. En su lugar, la posibilida­d de jugar la Europa League por tercer año consecutiv­o parece un logro más que valioso y, desde luego, más ajustado a las posibilida­des de la plantilla verdiblanc­a, que en el último tramo de la temporada está mostrando sus debilidade­s. No hay como experiment­ar que peligra algo que ya creíamos alcanzado para valorarlo como se merece.

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Raphinha supera a Rui Silva en uno de los goles del Barcelona // REUTERS/ALBERT GEA

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