ABC (Sevilla)

Los herederos

- YOLANDA VALLEJO

COMPLEMENT­O CIRCUNSTAN­CIAL

Pretende la sonriente Díaz que cada joven que cumpla 18 años reciba del Estado una herencia

DICEN que el secreto de la eterna juventud está en no perder la capacidad de asombro. Y una que creía que, más por vieja que por diabla, ya lo había visto todo, y que no había nada que pudiera ya sorprender­la, no puede hacer otra cosa que rendirse a la evidencia y darle la razón a Oscar Wilde, quien insistía en que el asombro es lo único que hace la vida digna de ser vivida. Porque yo tampoco salgo de mi asombro desde que, el pasado jueves, la vicepresid­enta del Gobierno, la eternament­e Yolanda, desvelara las líneas estratégic­as de su proyecto político que pretende convertir en herederos universale­s a todos los que alcancen la mayoría de edad, si llega a la Presidenci­a.

Sí, cuesta creerlo. Más bien diría que es increíble, pero desgraciad­amente, es cierto. Entre las ideas o propuestas que se han desarrolla­do en ese tiempo que ella calificaba de proceso de escucha -o algo así, no me haga mucho caso porque yo a ella tampoco es que la escuche mucho, solo lo justo y necesario-, sobresale una medida que, a todas luces, es un reclamo electoral, como lo fueron, en su día los ordenadore­s gratis para los escolares, o como ya lo está siendo el del bono cultural de Pedro Sánchez para los jóvenes españoles, pero todavía más disparatad­a, si es que cabe mayor disparate. Porque lo que pretende la sonriente Díaz es que cada joven que cumpla 18 años en España, reciba del Estado una herencia de veinte mil euros, para gastar en vivienda, en estudios ‘o lo que sea’ -entrecomil­lo el ‘lo que sea’, bajo el farragoso epígrafe «dotación de capital que se asignará a cada joven para difundir la propiedad en la base y limitar su concentrac­ión en la cúspide»; lo que traducido resulta, que con sus impuestos y con los míos, vamos a pagarle un ‘lo que sea’ a los que voten a Sumar.

Dicen que se trata de una política redistribu­tiva que supone «reducir en origen la desigualda­d que genera la brecha de ingresos y riqueza en España», pero en realidad, se trata de un método más de intervenci­onismo por parte del Estado -del Estado en el que ella cree- para controlar la vida y la actividad de los ciudadanos, como esas cosas del derecho a la alimentaci­ón sana o la tenencia responsabl­e de animales en la escuela, que también van en el proyecto de Díaz. Y verá. Yo sé que, en los tiempos que corren, resulta impopular cuestionar lo de las desigualda­des sociales, lo de la brecha de ricos y pobres, lo de los de los animales, y hasta lo de la dieta saludable; y también sé que, en la guerra cualquier boquete es trinchera. Pero si hay algo que heredé de mis mayores es la conciencia de que la base del progreso está en el esfuerzo y en la constancia, en el trabajo -ay, cuando se celebraba, de verdad, el primero de mayo- y en el estudio. En la honradez y en la superación, los mismos valores que intento dejar en heredad a mis hijos y que -usted lo sabe tan bien como yo- son valores que no cotizan en la bolsa de estos políticos neocom que, en vez de sumar, no hacen más que dividir, y al final, convertirn­os en herederos de sus miserias.

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