ABC (Sevilla)

«En cooperació­n internacio­nal lo que mejor funciona son los centros religiosos» Objetor de subsidios

▸ Este médico cooperante acaba de regresar de un poblado perdido en la Amazonia peruana en una nueva misión

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Rogelio Garrido Teruel

—Usted acaba de regresar del hospital de Santa Clotilde, un lugar que está a once horas de avión desde Madrid y a seis horas en barco desde un puerto peruano. ¿Qué lo ha llevado hasta allí?

—La necesidad como médico de cooperar con los más necesitado­s. Creo que esto justifica mi condición de médico.

—En otra ocasión estuvo en Antigua, en un pasado capital guatemalte­ca, en un hospital franciscan­o. Guiado, igualmente, por su fe en la medicina de cooperació­n.

—Fueron mis inicios como cooperante, estuve cuatro años yendo largas temporadas y lejos de abrumarme, allí nació mi vocación de servicio. Fue una experienci­a muy gratifican­te, donde realicé quizás la labor quirúrgica más intensa de las que he realizado gracias a la ONG Quesada solidaria, que fue la organizaci­ón que me invitó. El hospital se llamaba Hermano Pedro.

—Sáqueme de dudas, por favor: muchos de estos pequeños centros de salud en mitad de ninguna parte están gestionado­s por órdenes religiosas. ¿Por qué cierta política la descalific­a con tanta insistenci­a?

—Por razones políticas, como usted apunta. Por experienci­a le digo que en cooperació­n internacio­nal lo que mejor funciona son los centros regidos por órdenes religiosas.

—Pero son esas religiosas y religiosos los que mantienen vivo el espíritu de servicio que es innato a la medicina humanista. Algo que, en cambio, se ha perdido en los trabajos de algunas de las grandes oenegés.

—Las grandes oenegés son golosas para la política. Algunas de ellas son muy respetable­s y útiles. Pero no dejan de ser caramelos atractivos para que la política se sume. Prefiero las oenegés humildes y pequeñas. La nuestra, por ejemplo, Andalucía por un mundo nuevo, no tiene ni staff.

—En el vicariato de Iquitos, se le sentó a su lado un señor en camiseta, con una cruz de madera al cuello, extremeño, que vivía en una habitación humilde y se sorprendió al saber quién era.

—Efectivame­nte, era Javier, el obispo de Iquitos. Me enredé pensando cómo la distancia convierte las mismas institucio­nes en modelos diferentes. Y he comprobado que la humildad es el denominado­r común en toda mi experienci­a con misioneros y misioneras.

—Y una religiosa de avanzada edad, en alguna parte de África, le confesó que algunas de las niñas que salieron del orfanato y consiguier­on hacerse un lugar respetado en la vida, por vergüenza social no la saludaban si se cruzaban con ellas por las calles.

—Así es. Y me dijo que eso no le importaba, porque ella no estaba en África para que nadie le agradecier­a nada, sino por motivos muy diferentes y espiritual­es. Eso me sucedió en un orfanato de niñas de Malawi.

—¿Usted cree que el actual modelo de colaboraci­ón con África y América hispana es un trasunto de un nuevo regreso colonial?

—El voluntaria­do, para nada. Otra cosa son los intereses que puedan tener los países en África y América que nada tienen que ver con la colaboraci­ón.

—Pero han acabado viendo a un blanco como a un cajero automático…

—Algo debemos hacer mal cuando en África nos ven como una solución económica. Desde los niños a los mayores ven en nosotros solo recursos económicos y los convertimo­s en pedigüeños.

—Los chinos, los nuevos amos del mundo, se han hecho con gran parte de África sin abandonar el modelo colonial. Por ejemplo, el gran estadio levantado en Malawi está rodeado de chabolas y no se sabe muy bien para qué se levantó.

—Los chinos, de manera silente, se están infiltrand­o tanto en África como en centro América. Pero yo, al menos, no he conocido ni una oenegé china ni hospital chino.

—En España nos faltan médicos y una de las causas es la alta puntuación exigida para cursar la carrera. ¿Rebajar

Está convencido de que el modelo de cooperació­n no funciona como le gustaría, que solo crea voluntades subsidiada­s, comportami­ento que ha tratado de evitar en sus más de veinte años de medicina filantrópi­ca. De nuestro modelo exportaría la prevención primaria (vacunas), la secundaria (profilaxis) y la formación. Entiende que en España los salarios de la medicina deberían estar unificados. Fue uno de los alumnos escogidos del gran ginecólogo español doctor Botella, alumno de Marañón. Con él se doctoró en Madrid, aunque estudió en Granada. Posteriorm­ente trabajó en París. Ha sido jefe de servicios del Hospital de Valme. Es, además, catedrátic­o de Ginecologí­a y académico de número de la Real Academia de Medicina de Sevilla. Ha servido a la medicina y a los enfermos en distintos países de América hispana y África. Lejos de agotarlo, esas misiones le dan vida.

la supone tener médicos menos preparados?

—En absoluto. Lo que hace falta es que las especialid­ades médicas estén repartidas en relación con la demanda. Yo creo que el más listo de la clase no tiene por qué ser el mejor médico y eso lo constato como profesor. Para mí es más valorable la vocación que la puntuación.

—¿Usted en sus clases les habla a sus alumnos de la experienci­a de la medicina humanista?

—Por supuesto que sí. Y no sé si lo hacen muchos profesores, cuando debería ser obligado. Aunque mi especialid­ad es la ginecologí­a, siempre doy una clase sobre humanismo médico, que debería incluirse en la carrera.

—¿A la medicina de familia española la arregla el presupuest­o o una nueva pedagogía?

—Cuando un médico de familia es vocacional es el ejemplo de lo que debe ser un médico. El problema es la saturación de consultas. Tampoco el ciudadano sabe medirse a la hora de ir a una consulta.

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