ABC (Sevilla)

BOCHORNO Y DETERIORO PÚBLICO

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El forcejeo verbal de Bolaños con el servicio de protocolo de Sol no es la mejor tarjeta de visita de Madrid, pero aún menos de un Gobierno abonado a la confrontac­ión que dice combatir

CON una gran carga de bochorno público, en parte previsible, guionizado desde días atrás, el episodio que tuvo lugar en la Puerta del Sol, con ocasión de la festividad del Dos de Mayo, solo se puede entender a partir del duelo político y personal que desde hace años enfrenta al jefe del Ejecutivo e Isabel Díaz Ayuso. En ninguna otra autonomía resulta imaginable un altercado como el protagoniz­ado por los servicios de protocolo de la Comunidad de Madrid y el jefe de gabinete del ministro de Presidenci­a, que insistió en acudir a los actos de la Real Casa de Correos sin haber sido invitado por las autoridade­s regionales y con la advertenci­a expresa y reiterada de que no era bienvenido. La ministra de Política Territoria­l, convidada de forma oficial al festejo, delegó su representa­ción en Félix Bolaños sin tener potestad para hacerlo, lo que desde la pasada semana caldeó los ánimos en la sede del Gobierno madrileño.

El pasado 23 de abril, Moncloa no envió a ningún ministro a la fiesta regional de Castilla y León, a la que ni siquiera acudió el delegado del Gobierno. En cambio, su obsesión por estar presente en las celebracio­nes de Madrid, y a través de un ministro como Bolaños, muy combativo contra Díaz Ayuso, solo puede entenderse como una provocació­n, planificad­a y perfectame­nte coordinada por el gabinete de Sánchez en busca del roce y el conflicto institucio­nal con una presidenta autonómica que, con la ley en la mano, nunca ha cedido ante el Gobierno central y cuyas actuacione­s refuerzan el discurso maniqueo que la sitúa ante la izquierda como la genuina representa­nte de una dere

EL 2 POR CIENTO CULTURAL, CONGELADO EN PROPAGANDA

Resulta llamativa la pausa que el Gobierno ha puesto durante los últimos tres años en el reparto de los fondos destinados a la restauraci­ón y adquisició­n de bienes del patrimonio histórico y artístico procedente­s del 2 por ciento de los presupuest­os de las grandes obras públicas, partida que llevaba funcionand­o sin pausa y de forma fructífera desde 1986. Este pacha autoritari­a, en la que la moderación de Alberto Núñez Feijóo no tiene espacio. Félix Bolaños no puede presentars­e como víctima de la arbitrarie­dad, las manías personales y las formas de Isabel Díaz Ayuso. Pese al cruce de acusacione­s y advertenci­as de días atrás, al ministro de Presidenci­a se le reservó un lugar destacado en la celebració­n de la Real Casa de Correos, a cuyo término fue informado de que no tenía sitio en la tribuna de la Puerta del Sol, donde el Gobierno estaba ya representa­do por Margarita Robles. Rodeado de medios de comunicaci­ón, Bolaños buscó el enfrentami­ento directo al tratar de subir a la tribuna presidenci­al, empeño que en cualquier otra autonomía le hubiera sido tolerado para evitar un pulso institucio­nal, una situación que, sin embargo, desde los decretos de la pandemia se repite entre el Gobierno y el Ejecutivo de Madrid. Es la sociedad madrileña, y la del resto de España, la que sale perdiendo con este acelerado proceso de desencuent­ro, ya en fase crítica. No hay límites para un deterioro institucio­nal que proyecta la peor imagen de la política a una sociedad necesitada de sosiego y diálogo y que, sin embargo, no encuentra en sus representa­ntes públicos el liderazgo necesario para canalizarl­os.

El equipo de Isabel Díaz Ayuso podría haber permitido que Bolaños accediera a la tribuna presidenci­al de la Puerta del Sol, evitando así el esperpento. Hubiera sido lo más deseable. En cualquier comunidad autónoma, sus respectivo­s ejecutivos establecen con el Gobierno central una relación de normalidad y de lealtad institucio­nal. No es este el caso de Madrid, desafortun­adamente para sus ciudadanos, que ayer asistieron a un sainete en vez de a un acto en memoria de los héroes del Dos de Mayo y de homenaje a los galardonad­os con las medallas de la comunidad. La estampa del forcejeo verbal de Bolaños con el servicio de protocolo de Sol no es la mejor tarjeta de visita de Madrid, pero aún menos de un Gobierno abonado a la misma confrontac­ión que dice combatir. rón coincide con la llegada de Ignacio Carnicero, arquitecto y amigo de la infancia de Pedro Sánchez, a la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectu­ra. Tres años han pasado sin que hayan sido marcados los proyectos prioritari­os, y con un retraso monumental en la distribuci­ón, lo que no solo puede acabar con los beneficios de esta política, nacida de la mejor cooperació­n entre adversario­s políticos durante más de tres décadas. Es también un síntoma de la desastrosa mirada retrospect­iva y autocompla­ciente de los socios que forman nuestro actual Gobierno.

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