Bolaños fue a pescar
LA ALBERCA
La gresca del ministro con el protocolo de Ayuso es un retrato hiperrealista de la politiquería contemporánea
EL vodevil del ministro Bolaños en el acto del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid es la prueba del algodón del estilo sanchista, que se yergue sobre tres pilares: la mala educación, la soberbia y el victimismo. El ministro de la Presidencia se presentó en la celebración institucional sin invitación, lo que delata la bravuconada electoralista de su partido a menos de un mes de las municipales y autonómicas. Ir a un sitio al que no te han invitado es una grosería. Hacerlo además con la pulsión de provocar al adversario político y generar una falsa polémica en un territorio comanche para el PSOE es una gamberrada. Y un grito de desesperación. Regla número uno de los buenos modales: no se va a donde no te han llamado. La presidenta madrileña había invitado a la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y la contestación de La Moncloa fue que irían Margarita Robles y Félix Bolaños. El equipo de Ayuso volvió a aclarar que sería Robles en ese caso la que subiría a la tribuna y que le había reservado una silla en primera fila a su compañero. El numerito de Bolaños sólo puede tener, por tanto, intenciones bastardas. Sólo iba a pescar votos.
Regla número dos del civismo: si te presentas en un sitio sin invitación, adáptate a lo que te digan y trata de pasar desapercibido. Bolaños acudió con el objetivo contrario. Quería llamar la atención, generar bullanga, poner en un brete a Isabel Díaz Ayuso para ver si soltaba un exabrupto que pudiese abrir los telediarios. De manera que hizo todo lo posible por subir al escenario aunque nadie le había dado vela. Y por eso al llegar a la escalerilla su asesor trató de soliviantar a la jefa de protocolo de la Comunidad, Alejandra Blázquez: «¡Os estáis saltando el reglamento!». La reacción de la profesional encargada de la organización fue impecable desde el punto de vista técnico: «Tenemos una organización perfectamente establecida y ya hay una ministra, así que estamos cumpliendo toda la normativa con respecto a la representación institucional». Probablemente, el prohombre sanchista esperaba algo más duro, más útil para sus propagandistas, pero a falta de pan le sirvió esa torta. Y pasó a la tercera fase del plan, el victimismo. Con cara de bambi. Ante un aluvión de alcachofas. Que si me parece que estamos sacando las cosas de quicio, que si esto no tiene importancia, que si no pasa nada... Pero de remangillé, Juan Lobato, el líder de los socialistas madrileños, coló este ladrillazo: «La polémica es un ejemplo más de la artificialidad de Ayuso y de la busca de conflictos de la nada». ¡Tatatachán! Así se le da la vuelta a una tortilla.
Ayuso cayó en la trampa. Le faltó pesquis. Que después de que todos vieran cómo Bolaños se intentaba colar, le dejase pasar. Con magnanimidad. Y habría firmado un retrato hiperrealista del sanchismo. Pero con la negativa gana la pelotera, la politiquería, esa farfolla contemporánea que a ver cuánto le importa a usted cuando vaya luego al supermercado y le cobren 20 euros por las cuatro cosillas que lleva en la bolsa.