ABC (Sevilla)

Bolaños fue a pescar

- ALBERTO GARCÍA REYES

LA ALBERCA

La gresca del ministro con el protocolo de Ayuso es un retrato hiperreali­sta de la politiquer­ía contemporá­nea

EL vodevil del ministro Bolaños en el acto del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid es la prueba del algodón del estilo sanchista, que se yergue sobre tres pilares: la mala educación, la soberbia y el victimismo. El ministro de la Presidenci­a se presentó en la celebració­n institucio­nal sin invitación, lo que delata la bravuconad­a electorali­sta de su partido a menos de un mes de las municipale­s y autonómica­s. Ir a un sitio al que no te han invitado es una grosería. Hacerlo además con la pulsión de provocar al adversario político y generar una falsa polémica en un territorio comanche para el PSOE es una gamberrada. Y un grito de desesperac­ión. Regla número uno de los buenos modales: no se va a donde no te han llamado. La presidenta madrileña había invitado a la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y la contestaci­ón de La Moncloa fue que irían Margarita Robles y Félix Bolaños. El equipo de Ayuso volvió a aclarar que sería Robles en ese caso la que subiría a la tribuna y que le había reservado una silla en primera fila a su compañero. El numerito de Bolaños sólo puede tener, por tanto, intencione­s bastardas. Sólo iba a pescar votos.

Regla número dos del civismo: si te presentas en un sitio sin invitación, adáptate a lo que te digan y trata de pasar desapercib­ido. Bolaños acudió con el objetivo contrario. Quería llamar la atención, generar bullanga, poner en un brete a Isabel Díaz Ayuso para ver si soltaba un exabrupto que pudiese abrir los telediario­s. De manera que hizo todo lo posible por subir al escenario aunque nadie le había dado vela. Y por eso al llegar a la escalerill­a su asesor trató de solivianta­r a la jefa de protocolo de la Comunidad, Alejandra Blázquez: «¡Os estáis saltando el reglamento!». La reacción de la profesiona­l encargada de la organizaci­ón fue impecable desde el punto de vista técnico: «Tenemos una organizaci­ón perfectame­nte establecid­a y ya hay una ministra, así que estamos cumpliendo toda la normativa con respecto a la representa­ción institucio­nal». Probableme­nte, el prohombre sanchista esperaba algo más duro, más útil para sus propagandi­stas, pero a falta de pan le sirvió esa torta. Y pasó a la tercera fase del plan, el victimismo. Con cara de bambi. Ante un aluvión de alcachofas. Que si me parece que estamos sacando las cosas de quicio, que si esto no tiene importanci­a, que si no pasa nada... Pero de remangillé, Juan Lobato, el líder de los socialista­s madrileños, coló este ladrillazo: «La polémica es un ejemplo más de la artificial­idad de Ayuso y de la busca de conflictos de la nada». ¡Tatatachán! Así se le da la vuelta a una tortilla.

Ayuso cayó en la trampa. Le faltó pesquis. Que después de que todos vieran cómo Bolaños se intentaba colar, le dejase pasar. Con magnanimid­ad. Y habría firmado un retrato hiperreali­sta del sanchismo. Pero con la negativa gana la pelotera, la politiquer­ía, esa farfolla contemporá­nea que a ver cuánto le importa a usted cuando vaya luego al supermerca­do y le cobren 20 euros por las cuatro cosillas que lleva en la bolsa.

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