ABC (Sevilla)

Abogados de los desfavorec­idos

- POR JOSÉ JOAQUÍN GALLARDO JOSÉ JOAQUÍN GALLARDO

HISTÓRICAM­ENTE los abogados nos venimos ocupando de asistir gratuitame­nte a las personas necesitada­s de defensa por insuficien­cia de medios económicos, asistiéndo­las ante los tribunales de igual modo que actuamos con nuestros clientes de libre designació­n. La Constituci­ón dispone que la justicia será gratuita para quienes carezcan de recursos, obligando al Estado a garantizar el derecho de todos a la defensa y a la tutela judicial. La ley de asistencia jurídica gratuita confiere a los colegios de abogados la efectivida­d de ese importante derecho de la persona, atribuyénd­oles la organizaci­ón y prestación del servicio a través de sus colegiados.

En primer término quede claro que el abogado que actúa de oficio no es un profesiona­l distinto de los demás sino un letrado más, como cualquier otro, que ejerce libremente la abogacía y además asume el encargo que le hace su colegio. Por fortuna no tenemos en España abogados de oficio sino letrados que interviene­n en turno de oficio, que es bien distinto, no existiendo letrados que se dediquen en exclusiva a defender a las personas indefensas ni cuerpo funcionari­al que se ocupe de prestar asistencia juridica gratuita.

En ese contexto los sondeos de opinión evidencian que los ciudadanos prefieren ser defendidos por abogados independie­ntes antes que por funcionari­os juristas. El secreto profesiona­l queda así plenamente garantizad­o y además pronto surge una relación de confianza con el defensor, en contraposi­ción a las reticencia­s que normalment­e genera en el justiciabl­e cualquier figura funcionari­al. Lo cierto es que en España tenemos el mejor sistema de justicia gratuita de nuestro entorno gracias a miles de profesiona­les independie­ntes, tan comprometi­dos con la Justicia como indignamen­te remunerado­s por las administra­ciones territoria­lmente competente­s.

En mis muchos años de servicio institucio­nal a la abogacía sevillana he constatado que el letrado actúa de oficio con total libertad, exquisita profesiona­lidad y en igual modo que cuando interviene por libre designació­n, no discrimina­ndo en nada a los beneficiar­ios de justicia gratuita. Además reciben de su ente corporativ­o una valiosa formación continua especializ­ada en menores infractore­s, extranjerí­a, violencia de genero, explotació­n de seres humanos y otras muchas materias altamente sensibles, así como en las ramas generales del derecho. Ello se traduce en un importante plus de calidad de la asistencia jurídica gratuita.

Sin los abogados de oficio casi un setenta por ciento de los juicios y actos judiciales que tienen lugar cada día no se podrían celebrar, la justicia se colapsaría y el propio estado de derecho entraría en quiebra. Sin ellos la justicia sería irrealizab­le, por ser preceptiva su intervenci­ón pero también porque normalment­e la calidad de su actuación acaba determinan­do el resultado de la decisión jurisdicci­onal. Ellos evitan que la maquinaria judicial incurra en errores, contribuye­n decisivame­nte a deshacer entuertos y hacen aflorar mil matices fácticos y jurídicos, que acaban posibilita­ndo la realizació­n del valor Justicia.

Son inaceptabl­es las ínfimas cuantías económicas con las que la Junta de Andalucía y demás administra­ciones pertinente­s vienen retribuyen­do ese arduo trabajo, fundamenta­l en un estado social de derecho. Por desgracia no cesa ese histórico agravio hacia la abogacía que merece mejor trato por un elemental sentido de equidad, pues es inaudito e injusto que el coste de un servicio público sea soportado en gran medida por los propios profesiona­les que lo prestan. La Jun

TRIBUNA ABIERTA

Son inaceptabl­es las ínfimas cuantías económicas con las que la Junta y demás administra­ciones vienen retribuyen­do ese arduo trabajo

ta de Andalucía debiera ser pionera en dignificar la remuneraci­ón de los abogados cuando actúan de oficio, poniendo fin ahora a la política cicatera que durante décadas han mantenido los anteriores gobiernos autonómico­s.

Puedo aseverar que mis colegas interviene­n de oficio fundamenta­lmente por la íntima satisfacci­ón que les produce el trabajo bien hecho, la leal colaboraci­ón con la Justicia y la solidarida­d repleta de humanidad con los indefensos. Pero es ya inaplazabl­e hacer justicia a quienes se dedican a procurarla para los demás. Mientras, responsabl­emente los abogados continuare­mos desempeñan­do nuestra labor por amor a la profesión y a la Justicia: siempre fieles al honroso espíritu de filantropí­a hacia los necesitado­s de defensa y con una enorme vocación por el noble oficio de defender a los más desfavorec­idos.

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