Mapa de llorerías sanchistas en Madrid
TIRO AL AIRE
Bolaños se metió él sólo en la llorería. O lo metieron. En Moncloa sabrán por qué. Parece un suicidio, pero igual es sólo un requisito para ser sanchista
PARA ser madrileño basta con bajarse de cualquier tren en Atocha un domingo por la tarde, pero para ser neoyorquino se piden más requisitos. Se exige, por ejemplo, haber visto varias veces a Woody Allen o haber llorado en el metro. Debe ser por lo segundo que triunfan unas guías para llantos por la ciudad que destacan como mejores enclaves para ello el Puente de Brooklyn o el de Williamsburg.
Desde que he oído hablar de estas guías vivo obsesionada: no hago más que preguntarme cuáles serán los mejores sitios para lagrimear por Madrid. Queda descartado el Viaducto, no por la belleza de sus vistas, sino porque hasta que se instalaron las mamparas era el abismo de la capital. «Todas las ciudades tienen un lugar así», arranca A. J. Ussía su última novela, ‘El Puente de los suicidas’. La frase hace que me obsesione aún más: si cada ciudad tiene su precipicio, tendrá también sus llorerías. Servicio indispensable. Las lágrimas –lloren, verán– pueden ser liberadoras, por lo de sacar el estrés. Aunque no está claro si lo son más las que derramas ante quienes te conocen o las volcadas ante desconocidos. Tampoco si se suelta mejor el nudo en la garganta en sitios abarrotados o vacíos. Si hacemos caso a las guías neoyorquinas –‘Crying in public, NYC Criying guide’– lo mejor es llorar integrándote en el anonimato de la gran ciudad, que viene a ser hacerlo en público y en privado a la vez.
Eso de sentirse mínimo frente a un engranaje superior es algo que no a todo el mundo le agrada. Pero cómo se integra cada uno en el entorno es tan personal como su relación con las lágrimas. Como experta en llanto –lloro una vez al mes, como la Shakira pre-Piqué– lo que más me reconforta es el abrazo de alguien apreciado. En cualquier caso, tampoco es cuestión de que todo el mundo te vea llorar, aunque siempre puede interesarte hacerlo frente a alguien en concreto.
En esto también entran algunas guías tristes de la Gran Manzana que dan la clave de lo que nunca hay que hacer: jamás intentar esconder las lágrimas frente al causante de tus sollozos. No funciona. Llorera asegurada. El caso es que nadie en este país provoca mejor el llanto del PSOE de Sánchez que Isabel Díaz Ayuso. Alguien se lo tenía que haber recordado al ministro Félix Bolaños. Se hubiera ahorrado pucheros. Confío en que alguien lo abrazara después.
Tras el nuevo ‘ episodio nacional’ del Dos de Mayo, localizo una guía para soltar lágrimas por Madrid. Casi no puedo creerlo. Pero atendiendo a lo de la masificación y a los argumentos de las guías de Nueva York, tiene su lógica. El sitio que aparece en primer lugar es, ni más ni menos, que… la Puerta del Sol. La verdad es que estoy por llamar yo misma a Bolaños. Se metió él sólo en la llorería. O lo metieron. En Moncloa sabrán por qué. Parece un suicidio, pero igual es sólo un requisito para ser considerado sanchista.