María Adánez «Mi hijo me ha dado raíces profundas»
▸ La actriz, en el Teatro Bellas Artes de Madrid con ‘Ay, Carmela’, nos habla de su infancia, de la maternidad y de su nueva vida
Cada tarde, en la piel de Carmela, María Adánez encoge el corazón de los espectadores en un viaje emocional que «nos devuelve los instintos, el amor, el disfrute de las pequeñas cosas y no complicarse la vida». ‘Ay, Carmela’ es una comedia con un trasfondo inquietante y con un personaje que, para la actriz, «es la madre por antonomasia, con los pechos al aire. Dadora de vida: representa la libertad, la igualdad, la justicia. Son todos valores femeninos vinculados a la maternidad, al milagro de la vida». Para el momento cumbre, muy estilo Delacroix, un desnudo de cintura para arriba, María se ha entregado asumiendo que es imprescindible: «No soy pudorosa, el cuerpo no deja de ser una herramienta más. Pero la carga simbólica que tiene es tan fuerte. Carmela es la madre universal».
Hace casi dos años, María tuvo a su primer y único hijo, Claudio, y todo cambió de golpe: «La maternidad me ha dado un centro que no he tenido nunca. Psicológicamente, ha sido un antes y un después. Mi hijo me ha dado raíces profundas. Antes yo era más volátil, ahora me noto serena, presente. Ha venido así, sin hacer yo ningún trabajo. Un hijo coloca a la mujer en otro lado. Les das importancia a lo esencial y las tonterías desaparecen. Te enfoca en la vida, en la salud, en la alegría…», explica al tiempo que ofrece un retrato de sí misma como madre: «No soy controladora ni me agobio. Nacho y yo compartimos todo el proceso porque es muy buen padre. Yo me veo empática, amorosa, quiero que mi hijo sienta que le queremos mucho, que crezca seguro del amor que recibe. Eso es bueno para evitar que se dañe su autoestima y así no tenga que hacer terapia, como yo, que por otra parte soy muy partidaria, porque creo en el crecimiento personal y la terapia nos ayuda a sanar. Creo en la psicología para resolver nuestros conflictos».
Ahora también tiene casa en Alicante, de donde es su marido: «Estamos intentando vivir más aquí porque es muy cómodo para el niño. Es más tranquilo que Madrid, donde seguimos teniendo la base, pero la cercanía del mar es una gozada». En la costa, bajo el sol y frente al Mediterráneo, le es más fácil encontrar el silencio: «No hay nada que me dé más paz. Cada vez soporto menos el ruido, me saca de quicio». María reconoce que tiene una debilidad, «la comida, sobre todo la pasta», y una fortaleza, «la creencia en mí misma». Su día perfecto sería una jornada sin reloj, sin móviles, sin ninguna obligación: mi sueño es «olvidarme del ‘ hay que hacer’ y sentirme libre». Pero mientras llega, se entrega a su rutina diaria: «Meditar y hacer deporte por las mañanas me hace feliz, pero con un niño es más difícil porque te obliga a cambiar los planes constantemente». A María le gusta ir al cine, viajar y estar en buena compañía. Y es de las que se echa a la calle con cualquier excusa: «Hay que salir, desperezarse, andar, pasear».
Mientras muchos consideran que María ha triunfado porque tiene una trayectoria brillante, ella tiene otro baremo para medir el éxito: «Ahora todo es el dinero, lo que tienes. Eso genera mucha frustración. Y no, no somos lo que tenemos, somos lo que somos. La verdadera felicidad está en ser». A pesar de empezar desde niña, todavía tiene muchos deseos y sueños por cumplir. Ahora, los espera con la serenidad de la madurez.