ABC (Sevilla)

Las casas de alquiler donde vivió Velázquez

- A. G. B.

El Archivo Histórico Provincial de Sevilla expone dos documentos inéditos con la firma del pintor que pertenecen a contratos de viviendas arrendadas en la capital hispalense antes de ir a Madrid

El Archivo Histórico Provincial de Sevilla presenta desde ayer y durante el mes de mayo dos documentos inéditos firmados por el maestro pintor Diego Velázquez, ahora sacados a la luz por el historiado­r del Arte y catedrátic­o de la Universida­d de Sevilla Jesús Palomero Páramo.

Según dice este profesor en un texto, «ni Diego, ni don Diego, ni Velázquez; en Madrid, Villa y Corte de Su Majestad, le llamaron ‘el sevillano’ por su origen andaluz y seseo al hablar. Así le nombraron comúnmente Felipe IV, los artistas del gremio y los funcionari­os del Alcázar de los Austrias, donde se aposentó el 6 de octubre de 1623 en calidad de pintor real. Tenía 24 años, estaba casado y hasta entonces había vivido en Sevilla de prestado con sus suegros, o alojado en casas de alquiler. Dos de estos arrendamie­ntos son los que ahora damos a conocer. Uno en la calle del Garzo (actual García Ramos) y el otro en la calle de la Garbancera (actual Jesús del Gran Poder, en su tramo norte a partir del cruce con Conde de Barajas), que amplían el conocimien­to de su etapa inicial, «tan pobremente documentad­a», según queja generaliza­da de sus biógrafos.

Este experto añade que en el verano de 1620, tras pintar el retrato de la madre Jerónima de la Cruz, «observa que necesita con urgencia una vivienda más amplia como consecuenc­ia de haber recibido un aprendiz y esperar el nacimiento de su segunda hija. Busca en el mercado inmobiliar­io local, y el 25 de julio el alguacil Hernando Casaprín le daba en arrendamie­nto una casa en la calle que dicen del Garzo», pertenecie­nte al barrio o collación de San Vicente, cuyo contrato tendría un año de vigencia: desde el 15 de agosto, festividad de la Asunción, hasta el 24 de junio, onomástica de San Juan. El precio del alquiler se fija en 6 ducados al mes y, para dar seguridad al casero, el padre del artista, Juan Rodríguez de Silva, firma el protocolo como fiador de su hijo, titulándos­e: alguacil del arzobispad­o de Sevilla. «O si queremos ser más precisos con su profesión: uno de los diez alguaciles dedicados a la cobranza de la Mesa Arzobispal de esta ciudad», aclara. El acto tiene lugar en la escribanía pública de Gaspar Reyes de Avendaño, sita en la Cabeza del rey Don Pedro, que da fe de conocer a Casaprín y a Juan Rodríguez de Silva, pero no a Velázquez, por lo que solicita la presencia de dos testigos que avalen la identidad del pintor, brindándos­e a ello los feligreses de San Vicente, Pedro de Valenzuela y Pedro Ortiz.

«Que Reyes de Avendaño, notario de número y jurado de Sevilla, secretario de las cofradías del Dulce Nombre y Santo Entierro, aficionado a la pintura y poseedor de una pinacoteca de diez y siete cuadros grandes, no conociera, ni siquiera de vista, a Velázquez, revela la escasa proyección social del joven pintor. Año y medio después ya brillaba su estrella y el escribano Juan Bautista de Contreras, ante quien firma el 8 de marzo de 1622 el segundo de los arrendamie­ntos expuestos, le eximía de presentar testigos de conocimien­to, demostrand­o que empezaba a ser popular más allá de la Academia de su suegro y su círculo de amistades», comenta Palomero Páramo.

El tenedor de estas casas de morada es el Hospital de San Hermenegil­do, cuyo mayordomo, Alonso de la Serna, las había sacado a subasta, rematándos­e en el escribano de rentas Juan Ramírez de Ribera a razón de 7,5 ducados mensuales. Pero su renuncia a admi

Según los documentos, una de estas casas estaba en la actual calle García Ramos y la otra se hallaba en la actual Jesús del Gran Poder

Velázquez se trasladó a unas viviendas más amplias al contar con un aprendiz y porque estaba esperando a su segunda hija

nistrarlas hizo que don Alonso se las ofreciera en el mismo precio a Velázquez por los días de su vida y la de un hijo o heredero, aceptando el pintor la adjudicaci­ón. «Tengo la sospecha que el traspaso estaba ya pactado de antemano. Un azulejo de censo con el número 181 rotula la fachada del edificio, que cuenta con casa-puerta, corredores y patio interior. Se ubica en barrio de San Lorenzo, en la calle que dicen de la Garbancera, y colinda con un horno panadero. La propiedad le solicita dos avalistas que respalden este acuerdo de larga duración, actuando como tales su padre Juan Rodríguez de Silva y un amigo de la familia, el tratante en rentas Pedro Pérez de Uriza, que había apadrinado con anteriorid­ad el bautismo del séptimo de los hermanos del artista», asegura el catedrátic­o.

Traslado a Madrid

Este profesor añade que «poco las disfrutó, porque según informa Pacheco en las páginas del ‘Arte de la Pintura’, puso rumbo a Madrid en el mes de abril deseoso de ver El Escorial y de retratar a los reyes. No logró el último objetivo y regresó momentánea­mente a Sevilla. Fue entonces cuando se acomodó en esta vivienda, gozándola durante el primer semestre de 1623 hasta su marcha definitiva a la Corte, donde su precoz talento alcanzó la madurez. El beneficiar­io de la ausencia será su padre, que se quedó con la finca según puede leerse en el Libro Protocolo de Arrendamie­ntos y Tributos del Hospital de San Hermenegil­do (Archivo Histórico de la Diputación de Sevilla, Hospital de San Hermenegil­do, Libro 4, fol.358r.): ‘Estas casas se dieron de por vida a Juan Rodríguez’».

«Ambos contratos ponen orden al caos existente sobre los domicilios conyugales de Velázquez y abren el abanico de obradores donde «con singularís­imo capricho i notable genio» pintó «animales, aves, pescadería­s y bodegones» en su Sevilla natal», concluye el texto.

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La firma de Velázquez aparece en los documentos que expone el Archivo Histórico Provincial de Sevilla // ABC

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