Puratasca, cambiar para que todo siga siendo igual
▸ La oferta es peculiar, materias primas sofisticadas como las ostras o el caviar se mezclan con otros platos de base más popular como sus piruletas de chorizo o la mojama
CRÍTICA
Hoy vuelvo a una casa que conozco y que no me canso de revisitar cada cierto tiempo. En Triana, a espaldas de la Ronda, se sitúa esta pequeña cantina gastronómica que lleva siendo referente en su estilo mucho tiempo.
Encuentro el local cambiado, le han hecho una reforma en la que han adaptado el mismo y su mobiliario a tendencias más actuales. Otros elementos permanecen casi inalterables como es su equipo o su carta, por ejemplo, que me conozco bastante bien. La oferta es peculiar, materias primas sofisticadas como las ostras o el caviar se mezclan con otros platos de base más popular como sus piruletas de chorizo o la mojama.
La comida comienza con una de mis ensaladillas favoritas de la ciudad, heterodoxa eso sí, de guiso de pollo de corral, pepinillo, cebolla morada, mahonesa de mostaza y praliné de maíz, un vicio absoluto, que recuerda más a esas ensaladas de patatas alemanas que a nuestras ensaladillas. Refrescante el tiradito de corvina que napan con lima y fruta de la pasión. Uno de los emblemas de la casa son las tempuras de piruletas de chorizo que antes nombramos, bocado divertido con esos petas zetas que explotan en la boca y la melosidad que aporta la mahonesa de curry.
Entrando ya en los principales, probé el arroz meloso de setas, con queso parmesano y trufa, es más bien un risotto excelentemente ejecutado, tanto de punto como de sabor donde la seta y el queso toman el protagonismo. Finalizamos con los fideos udon con verduras salteadas y codillo de cerdo a baja temperatura, notables con ese punto dulce que aporta el mango.
Como postres probé los dos de que disponían, una natilla de mango con migas de galleta oreo y espuma de frambuesa y por otro lado un tocino de cielo de dulce de leche con lágrimas de chocolate. En este apartado si se aprecia un bajón, ninguno de los dos me convenció.
Puratasca es un sitio maravilloso, en el que la informalidad no está reñida con la buena mesa. Suele ser uno de los sitios que más recomiendo a lo largo del año y no lo frecuento más al tener una carta inamovible. El dulzor frutal que utilizan en sus platos ejerce como hilo conductor de una propuesta muy notable.