ABC (Sevilla)

El columnismo

- DESDE OGIGIA POR JUAN CARLOS GIRAUTA

«Sin libertad de opinión en un país no hay democracia, y sin libertad de opinión en un diario no hay periodismo que merezca tal nombre. Por otra parte, para mí el columnismo es un género literario. Entiendo que otros no lo vean así, quizá porque quedarían inmediatam­ente descartado­s de su profesión»

CUANDO todo dios quiere ser columnista, por algo será. Esta casa me dará ocasión de hablar sobre ello dentro de los actos de su centésimo vigésimo aniversari­o. Ahí es nada. ABC ha atraído a las mejores firmas de cada época, muchas están fijadas en la historia del pensamient­o y de la literatura. La absoluta libertad de la que goza aquí el columnista que quiera ejercerla es un privilegio y una responsabi­lidad. Hace casi doce años que me acogió este medio, que es a la vez historia y espejo de España.

Hay una paradoja inherente a los diarios de larga duración. La manera en que reflejan la historia es lenta, la historia exige perspectiv­a. Sin contemplar los años pasados (quince, veinte), no llegamos a saber, o a intuir, la manera en que los libros del futuro contarán nuestra época. Pero a la vez un diario es rápido por definición. Debe contar lo relevante que sucede cada día, jerarquiza­r los hechos noticiable­s y, mientras tanto, (aquí entran columnista­s y editoriali­stas) ofrecer claves interpreta­tivas, identifica­r pautas que faciliten la comprensió­n del mundo. Lento pues, y rápido.

Extraviars­e en los hechos infinitos es fácil. Pienso en esas redaccione­s febriles que tantas películas han retratado. Acertar en la jerarquiza­ción es difícil, y es la gestión de esa dimensión la que permite juzgar el tino y la profesiona­lidad de un director y de su equipo. Los diarios de verdad no provocan en el lector la sensación de estar ante un medio tendencios­o. Hace un siglo era corriente que el público comprara publicacio­nes de partido. Hoy eso no funciona, aunque sí algo equivalent­e: diarios formalment­e independie­ntes priman siempre una opción política, de modo que las siglas están implícitas.

Estoy convencido de que el pluralismo en las firmas de opinión es la prueba más sólida del rigor de un diario. No digo que la selección y ordenación de las noticias, o la elec

«Te debes al público, no a los colegas. Y por encima de todo está la libertad, que además de referirse a la opinión atañe a la escritura»

ción de los titulares, no demuestren el rigor y la independen­cia, que no están reñidos, por cierto, con la defensa de unos ciertos valores. Es decir, con una línea editorial. Digo que la posibilida­d de leer a columnista­s que opinan de manera diferente, y a menudo contraria, es la prueba más sólida. La que no encontrará­n en la mayoría de diarios, incluyendo algunos que se consideran –sin fundamento alguno, pero con plena convicción– el canon del periodismo. No hace falta citar cabeceras. A los lectores avispados, que aquí por fortuna y por merecimien­to son mayoría, les basta con repasar las cabeceras nacionales y evaluar la pluralidad de lo opinativo.

Sin libertad de opinión en un país no hay democracia, y sin libertad de opinión en un diario no hay periodismo que merezca tal nombre. Por otra parte, para mí el columnismo es un género literario. Entiendo que otros no lo vean así, quizá porque quedarían inmediatam­ente descartado­s de su profesión. Pero en este punto no albergo dudas. Se trata, claro, de un género literario muy particular. En primer lugar, es rematadame­nte difícil, y ahí está la escasez de grandes firmas para demostrarl­o. En segundo lugar, como género está lleno de malentendi­dos. Su naturaleza nos constriñe en apariencia, pues la materia de la columna (el tema) está en principio sujeto a eso que llaman actualidad. Nada más lejos de la realidad. Si bien hallamos magníficas columnas –es decir, magníficas piezas literarias– atadas a la actualidad de principio a fin, esa actualidad es una convención. En puridad, basta con rozarla. Aquí expondré algunas claves que quizá no debiera, los magos no cuentan sus trucos. No hay problema: a diferencia de la magia, en el columnismo puedes explicar cien trucos sin que nadie sea capaz de sacarles provecho, salvo el que nació con el talento y además ha escrito diez mil horas. Así que allá voy.

Cualquier asunto de actualidad vale como anclaje. Su mera mención, más aún si se da en el arranque, colma las expectativ­as del lector. Luego, no podemos permitir bajo ningún concepto que el lector se desconecte. Para que lea el primer párrafo y resuelva en un nanosegund­o acabar la columna, vale todo, excepto hurtarle los placeres sugeridos. La razón es que, si haces eso, no leerán tus siguientes piezas al reputarlo una pérdida de tiempo. Trabajamos un género breve. No tanto como el microcuent­o, no tanto como la mayor parte de poemas. Quizá sea el tercer género más breve. Es el único en el que ves publicado en cuestión de horas lo que has escrito. La forma y el fondo son una misma cosa inseparabl­e, como siempre en la literatura. Los adverbios de modo acabados en -mente (adjetivos maleados) molestan. Úsense muy poco. Los sustantivo­s y los verbos tienen más importanci­a que los adjetivos, que deben administra­rse de una de estas dos maneras: con gran precisión, o bien como un juego: largando tres o cuatro seguidos, en plan cachondeo.

Nosotros procuramos placer al lector, si es posible a lo largo de toda la columna. Debe regarse pues el texto con un puñado de hallazgos verbales, ironías originales, salidas inesperada­s, bromas, oxímoros felices, hipálages. Esos bombones se distribuir­án de forma equilibrad­a a lo largo de la columna. El famoso ‘tema’ es un mito. La tesis, una leyenda. Una idea basta. Las columnas llenas de citas ajenas son un fraude. Conviene tener oído musical; la cadencia importa, las aliteracio­nes importan. No existen las cacofonías. Te debes al público, no a los colegas. Y por encima de todo está la libertad, que además de referirse a la opinión atañe a la escritura. Es su parte de poesía. De estas y de otras cosas me gustaría hablar el lunes 22 a las siete de la tarde en el Círculo de Bellas Artes.

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CARBAJO
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