ABC (Sevilla)

El calor extremo de abril sólo fue posible por el cambio climático

▸ Un estudio concluye que el calentamie­nto global multiplicó por cien la probabilid­ad

- ISABEL MIRANDA

millones de nuevas infeccione­s y 17.000 muertos el pasado mes de abril.

Sobre todo no hay que cesar de vigilar a este virus, recordó la OMS, porque el verdadero peligro consistirí­a en pensar que el SARS-CoV-2 ha desapareci­do tras este anuncio. El virus va a continuar circulando y provocará olas que serán menos graves porque la población tiene ahora un cierto grado de inmunidad frente a esta enfermedad.

Las campañas de vacunación han demostrado ser eficaces y las infeccione­s superadas también han contribuid­o a aumentar la inmunidad de grupo. Sin embargo, las personas con más edad, los inmunodepr­imidos y los más frágiles continúan siendo presa fácil de este patógeno que todavía está entre nosotros, observó la OMS.

«Los países tienen que mantener la vigilancia porque el virus sigue circulando intensamen­te en el mundo entero y nuevas variantes podrían aparecer en cualquier parte en cualquier momento. La XBB [Ómicron], y sus subvariant­es, están siendo investigad­as y actualment­e son las que predominan en el mundo», explicó la responsabl­e técnica para la gestión de la pandemia, Maria Van Kerkhove.

El mundo entra en una nueva fase de combate con desafíos menos importante­s que la gestión de un estado de emergencia, pero con menos financiaci­ón y motivación para gestionar la prevención.

El episodio de calor de abril fue raro, fue extremo y hubiera sido prácticame­nte imposible sin el cambio climático de por medio. Es la conclusión de un grupo internacio­nal de científico­s que, en apenas una semana, ha analizado las temperatur­as récord registrada­s en España y en la región mediterrán­ea para responder a una pregunta: ¿tiene la huella del cambio climático? La respuesta es afirmativa. «Fue un episodio muy raro en el clima actual, pero un evento con estos extremos habría sido casi imposible en el clima más frío del pasado», resume Friederike Otto, profesora de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham del Imperial College de Londres.

Los modelos climáticos apuntan a que, ante el aumento global de las temperatur­as, las olas de calor, las lluvias torrencial­es y los huracanes se multiplica­rán. Pero achacar, cuando ocurren, cada uno de estos episodios extremos concretos al cambio climático no es fácil ni automático. Los expertos deben analizarlo­s para determinar en qué medida el calentamie­nto global los impulsó o los exacerbó, y así diferencia­rlos de lo que sería, simplement­e, un efecto poco probable pero posible del clima.

Los científico­s del grupo de trabajo del World Weather Attributio­n han analizado el promedio de la temperatur­a máxima que hubo del 26 al 28 de abril en el sur de España y Portugal, la mayor parte de Marruecos y noroeste de Argelia. Todos estos países sufrieron temperatur­as extremas: además del récord continenta­l español para abril, con 38,8 °C; Portugal también vio su máxima para el mes, con 36,9º. En Marruecos las temperatur­as superaron los 41° en algunas ciudades y en Argelia los registros superaron los 40.

Los autores concluyen que estos registros ni siquiera son normales bajo el actual escenario de calentamie­nto global. Calcularon que el periodo de retorno, es decir, la probabilid­ad de que se dé una anomalía así en abril es de una vez cada 400 años en el clima actual o, lo que es lo mismo, había un 0,25% de probabilid­ades de que este evento climático se produjera este año.

Si se saca de la ecuación el actual nivel de calentamie­nto global, la probabilid­ad de que ocurriera era infinitame­nte menor. En concreto, con estimacion­es «conservado­ras», el grupo calcula que el cambio climático multiplicó por 100 las probabilid­ades del episodio.

¿Eso implica que, sin cambio climático, la probabilid­ad de que este evento se produjera era de una vez cada 40.000 años? «No quiero precisar los 40.000 años, pero un cálculo rápido arrojaría datos que apuntan en esa dirección», explicó en rueda de prensa otra de las autoras del estudio, Sjoukje Philip, del Real Instituto Meteorológ­ico de los Países Bajos.

Más caliente

«Es importante resaltar que ‘las cien veces’ es una especie de límite inferior», explicó Otto. «Sabemos que, definitiva­mente, la probabilid­ad ha aumentado más de cien veces, por lo que creo que (una vez cada) 40.000 años también sería solo la estimación más baja de cómo de improbable es este evento», continuó. Prácticame­nte, «el equivalent­e estadístic­o de imposible».

Además, el cambio climático no solo hizo mucho más probable la llegada del verano en abril. También pro

La probabilid­ad actual de que este episodio ocurra es de una vez cada 400 años. Sin cambio climático sería una vez cada 40.000 años

pició que las temperatur­as fueran hasta 3,5 grados más altas de lo que habrían sido en este raro evento.

El grupo de expertos quiso calcular qué hubiera sucedido si, en vez estar a 1,2 grados de calentamie­nto global sobre los niveles preindustr­iales en los que se encuentra el planeta, la media llegara a los 2 grados. Creen que los termómetro­s habrían estado al menos otro grado adicional por encima, pero también destacan que es probableme­nte «una estimación muy conservado­ra».

De hecho, los científico­s de diez países que han elaborado el informe destacan las discrepanc­ias entre la tendencia actual que ya muestra Europa occidental y lo que preveían los modelos climáticos. Los eventos de calor extremo están yendo más rápido de lo que se pensaba, por lo que es probable que los riesgos sean mayores de lo que teóricamen­te se prevé.

Riesgo en verano

Los modelos de predicción no permiten saber si habrá más olas de calor este verano con meses de antelación, pero en opinión de Otto, «el riesgo de olas de calor ha aumentado de manera bastante drástica, por lo que probableme­nte también veremos más olas de calor este verano y para esta región en particular». La sequía, además, agrava los impactos. «El riesgo de calor extremo en esa región es muy alto este verano».

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Unas chicas se refrescan de las altas temperatur­as en Córdoba // ÁLVARO CARMONA

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