El olivo de Minerva
TRAMPANTOJOS
En la Real Academia Sevillana de Buenas Letras se guarda el memorial de nuestra cultura
HAY en Sevilla un lugar que es un refugio sagrado de la cultura. Allí el arte y las humanidades no tienen que disculparse por ser y por estar. Nuccio Ordine, el flamante Premio Princesa de Asturias de Humanidades, se encontraría como en casa leyendo pasajes de su ensayo ‘La utilidad de lo inútil’. La Real Academia Sevillana de Buenas Letras es un trozo de nuestro mejor legado, de esa ciudad que fue adelantada en erudiciones, tertulias humanistas y libros de ciencias.
En la Casa de los Pinelo, sede de la Academia, crece el olivo de Minerva, Minervae Baeticae, el árbol que simboliza la sabiduría. De esas aceitunas brota un aceite finísimo y delicado pero de sabor recio, como las sabidurías que allí se destilan desde el siglo de la razón.
No hay más que admirar los retratos que cuelgan del salón de actos para confirmar que en este lugar se guarda la memoria cultural de Sevilla. Desde el fondo oleaginoso de los lienzos nos observan con sus miradas de lucidez los académicos de aquellos tiempos de la Ilustración: Alberto Lista, Blanco White, Manuel María del Mármol, Cándido María Trigueros o Justino Matute. Pasa el siglo XIX y sus estudios nobles con Luis Montoto, Rodríguez Marín, Gestoso o Amador de los Ríos. Y la gran autora del siglo, Cecilia Böhl de Faber, nuestra Fernán Caballero, pasea alrededor de su escritorio, que allí se guarda. También están nuestros autores de la Edad de Plata con sus memoriales de una Sevilla perdida como Rafael Laffón o Romero Murube. Y desde hoy cuelga también el retrato de otro personaje que simboliza el saber que allí se cultiva: Ismael Yebra. Yebra, que fue director de la docta casa, era de esos médicos humanistas en los que se mezclan las ciencias y las letras para criar sabios irrepetibles, como ocurría con otro académico ilustre, don Antonio Machado y Núñez, el abuelo de los Machado.
En esa academia ejemplar, donde se guarda la memoria de los maestros del pasado y también de los de nuestro presente, ingresaré mañana. En ese templo donde se venera ese memorial de la hermosa y sanadora utilidad de lo inútil.