ABC (Sevilla)

«Le he pedido a Abascal que no venga a verme a la plaza»

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car. Repetía eso en mi cabeza. Estaba más concentrad­o en la técnica que en la emoción de lo que fuera a pasar. Creo que debe ser así. Cuando te pones delante de un toro para matarlo hay una técnica que debes respetar. Y yo trataba de recordarla en ese momento.

–Eso es la máxima expresión de la pureza: anteponer la integridad torera al triunfalis­mo del momento.

–Era lo que aquello se merecía. Tanto la faena como el toro, porque fue un gran toro. Se merecía la suerte con pureza y honradez.

–El modo de rematar la feria contrastab­a con su ánimo en el arranque.

–Desde que acabó la temporada hasta que llegué a Sevilla sufrí mucho con mi cabeza. No he dejado de sufrir y es difícil de explicar. El Domingo de Resurrecci­ón me cogió el cuerpo un poquito más regular que los otros días. Sufrí mucho hasta que pasó porque fueron momentos muy «difíciles» para mí.

–¿Es el toreo la mejor medicina contra una enfermedad?

–Una buena medicina sí que es, sin ninguna duda, porque mejora. Pero no cura. Uno siempre espera estar contento, estar bien e ilusionado. Y eso es lo que más temo antes de que lleguen las gran

Hubo un tiempo en el que era un habitual en los mítines de Vox. Y también su furgoneta de cuadrillas, estampada de carteles y con los altavoces repitiendo en bucle el mensaje de Santiago Abascal, su amigo. Al que llevó en la víspera de las elecciones andaluzas de 2018, las que pusieron fin a la hegemonía socialista, a conocer a otro amigo «que no se podía levantar». Aparcó frente al cementerio de San Fernando y lo encomendó a su ídolo: José Gómez Ortega ‘Gallito’.

–Se acercan las municipale­s y sorprende que haya desapareci­do de la escena política. ¿No quiere que se le siga vinculando con Vox? –Sigo siendo amigo de Santiago Abascal, pero no quiero que se encasille tanto a Vox con el mundo del toro. Fíjate cómo es nuestra amistad, que a veces me pregunta si quiero que venga a verme a la plaza y le digo que no. Para mí, como amigo suyo, es un doble alivio porque me evita estar pendiente de él en la plaza, de que se sienta cómodo y no tenga problemas con nadie, porque en la plaza hay gente de todos los partidos. Y yo sufro porque es mi amigo y no quiero que se sienta mal. Eso me produce más tranquilid­ad. Además, la política para mí es muy desagradab­le. Eso no quita que tanto él como su partido hayan apostado por las tradicione­s, por la España rural y la antigua. Pero no quiero que determinad­os periodista­s utilicen los toros como medio de sorna. Hubo un tiempo en el que veía peligrar el devenir de la fiesta y ahí sí que me metí más, incluso mis aparicione­s parecían más políticas que taurinas. El miedo ése ya ha pasado, gracias al apoyo de Vox en la defensa de las tradicione­s españolas. des ferias. Espero tener suerte y que no me maltrate tanto desde arriba en las próximas corridas de Madrid.

–Dicen que para torear bien hay que haber pasado fatigas en la vida.

–Eso decía Paula, que le gustaba torear con fatiga. Es verdad que uno utiliza la faena en la que se entrega a un toro como si fuera una terapia y no dejarte nada dentro. Eso es torear con fatiga.

–Siempre se ha reseñado su mala fortuna en los sorteos, pero no creo que su consagraci­ón cimera de estos tres últimos años esté relacionad­a con tener buena baraka. ¿Qué ha cambiado para que le valgan más toros?

–El conocimien­to y la quietud es lo que más ha eclosionad­o en mi toreo. No he sido un torero con mucha suerte, pero este último año no me puedo quejar.

–Antes habló de un interés por ceñirse a los toros con el capote y ahora menciona la quietud. Parece la antítesis de un torero artista.

–Cuando el toro lo merece, creo que eso es de artista. El arte no tiene miedo. Se trata de entregarse a una causa sin miedo. Cuando el toro lo requiere y lo merece. Pasa pocas veces, pero cuando pasa, me gusta pasármelo cerquita y quedarme quieto. Como me pasó con el segundo de Matilla, un toro noble que intenté pasármelo muy cerca para que tuviera resonancia.

–Maestro, tengo una duda: el arquetipo es Gallito, que propone la evolución del toreo... [interrumpe la pregunta].

–Gallito se propuso hacer lo difícil mejor que nadie. Belmonte digamos que fue más conformist­a, siendo su toreo de arte. Pero a veces cuando uno quiere llegar a la cima no puede pensar en la mitad de la montaña, sino en la cima. Y la cima era José.

–La duda era que mientras que José propuso la evolución del toreo, usted pretende regresar a esa época. ¿No es eso ir en contra del ideal de Gallito?

–Yo no propongo ir hacia atrás. Yo busco hacer lo difícil, que a veces no es lo bonito. Si no lo efectivo. Y por supuesto que no quiero emular a Joselito, ni mucho menos. Soy admirador de él, pero tengo mi propio estilo. Me gusta incorporar cosas de él y sacar en mi toreo cosas suyas. Pero son dos épocas distintas. Los toros no son los mismos. Ni los trastos, que antes eran muy pequeños y livianos. Pero sí que con los toros que salían en esa época, esas cosas que hacía sólo las podía hacer él.

–Lo de esta feria parece haber sido la reconcilia­ción definitiva entre los partidario­s de las dos últimas leyendas de Sevilla (Curro Romero y Morante).

–Es una respuesta difícil. Está claro que el que es romerista se quiere morir siendo romerista. No es dar el brazo a torcer, es ver las cosas y disfrutarl­as. Sí que he sentido que Sevilla me ha exigido mucho, pero no sé si eran partidario­s de Romero o no. Sentía que me apretaba la plaza lo más grande. Por supuesto que el maestro no tiene ninguna culpa de nada. Es como el que es del Betis y siempre ha dicho que muere por el Betis y llega otro nuevo equipo que funciona y le cuesta reconocer que este equipo lo está haciendo bien.

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JUAN FLORES

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