La Administración ha muerto
TIEMPO RECOBRADO
El «vuelva usted mañana» es una realidad como en los tiempos de Larra, pero incluso peor porque ya no hay nadie detrás de la ventanilla
ESCRIBIR es predicar en el desierto. Esta es la sensación que me produce insistir en estas páginas en el desastroso funcionamiento de la Administración Pública, instalada en una situación de abandono y deterioro que produce vergüenza. Llevo sufriendo años la ineficiencia de la Seguridad Social, donde no atienden al teléfono, no hay cita previa y el acceso a sus delegaciones está en manos privadas. Pero lo peor de todo es la absoluta falta de seguridad jurídica. Mi caso es digno de Kakfa. No aburriré al lector con detalles. Sólo diré que me obligan a cotizar siendo jubilado activo y luego me multan por ello. El ministro Escrivá negó que eso fuera posible, pero lo es. Ningún funcionario ha sido capaz de dar una explicación coherente.
Lo que a mí me pasa tiene interés porque es una gota de agua en el océano de la mala atención y la desidia con la que funciona la Administración. Por ejemplo, sacar una fe de vida tarda cuatro meses, con lo que hay posibilidades de que uno se muera antes de lograrlo. Hasta hace pocos años, renovar el DNI o el carné de familia numerosa era muy fácil. Ahora se ha convertido en una tarea hercúlea.
Mientras al presidente del Gobierno se le llena la boca prometiendo sinecuras para los jóvenes o viviendas para todos, el muro burocrático impide a las personas jubilarse sencillamente porque no hay medio humano para realizar el trámite. A mí también me pasó. He escuchado con frecuencia que existen unos procedimientos digitales para realizar estas gestiones. Pues bien, los formularios electrónicos son inaccesibles para amplias capas de la población y están tan mal diseñados que hacen imposible un uso racional. Parecen pensados por un sádico que quiere torturar a los ciudadanos.
El número de funcionarios crece, los entes administrativos se multiplican, la burocracia se reproduce y se expande, pero el resultado es siempre el mismo: la indefensión de quienes se ven obligados a pedir un certificado o realizar un trámite.
Me han criticado en las redes sociales por afirmar que la Administración española roza el tercermundismo. Creo que no es una exageración. El «vuelva usted mañana» es una realidad como en los tiempos de Larra, pero incluso peor porque ya no hay nadie detrás de la ventanilla.
La paradoja es que no he escuchado a ningún político de ningún partido hablar de este grave problema como si, por el hecho de ignorarlo, no existiese. Pero existe y produce el hartazgo de millones de españoles que tienen que acudir a gestorías privadas para satisfacer sus demandas. Lo diré de forma gráfica y para que todo el mundo lo entienda: la Administración ha muerto tras una larga y penosa agonía. Decía Willy Brandt que en política se puede resolver todo menos el problema de la burocracia. El tiempo ha demostrado que tenía razón.