ABC (Sevilla)

Escepticis­mo constituye­nte

- JOHN MÜLLER

AJUSTE DE CUENTAS

La izquierda se enfrenta al dilema de que para rechazar la Constituci­ón de Kast deba aceptar la de Pinochet

Las encuestas ya advertían de un cansancio de los chilenos con el proceso que busca reemplazar la Constituci­ón de 1980. El texto, diseñado bajo la dictadura del general Augusto Pinochet, ha sido modificado varias veces en democracia. La reforma más profunda la realizó en 2005 el presidente socialdemó­crata Ricardo Lagos, quien borró la firma del dictador y puso la suya al pie del nuevo texto oficial. Convertida por la extrema izquierda en un texto maldito por su carácter liberal, pero, sobre todo, porque es un testimonio indeleble de la incompeten­cia del gobierno de la Unidad Popular –cuyo violento derrocamie­nto se llevó por delante el régimen de la Constituci­ón de 1925–, la Carta Fundamenta­l le pareció a Sebastián Piñera una ofrenda perfecta para calmar a los dioses del estallido social de octubre de 2019 que acosaban a su gobierno, incapaz de predecir y mucho menos de controlar los desmanes.

El estallido social fue el síntoma más evidente de que Chile había entrado en una fase extrema de inflamació­n populista. En ese contexto, se acordó un proceso de redacción de un nuevo texto constituci­onal que debía entrar en vigor en 2022. La izquierda, junto con movimiento­s ecologista­s duros, grupos feministas radicales y los pueblos indígenas, dominaron el órgano constituye­nte e impusieron sectariame­nte un texto que defendiero­n como una nueva epifanía. A toda acción le sucede una reacción. En septiembre de 2022, el 62% de los chilenos rechazaron el texto progresist­a tras una campaña donde los partidario­s del rechazo echaron el resto.

En ese momento, la derecha tradiciona­l consideró que no debía abandonars­e el proceso y le lanzó un salvavidas de plomo al Gobierno de Gabriel Bo

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