El líder ruso acusa a Occidente de declararle «una auténtica guerra»
▸ El Día de la Victoria se celebra en Moscú bajo medidas de seguridad sin precedentes
tos exhibía una bandera no confiscada en la que se podía leer «Donbass es nuestro» escrito en ruso. El canciller Olaf Scholz, a esa misma hora, acusaba a Putin ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo de haber desplegado sus soldados, tanques y misiles para atacar a un país socio y amigo. «¡No nos dejemos intimidar por tal postura de poder! Permanezcamos firmes en nuestro apoyo a Ucrania», arengó el canciller alemán.
Como era de esperar, el tema central del discurso pronunciado ayer en la Plaza Roja de Moscú por el presidente Vladímir Putin con motivo del desfile del 78 aniversario de la Victoria contra la Alemania nazi no podía ser otra cosa que la actual guerra en Ucrania. En medio de unas medidas de seguridad sin precedentes para evitar nuevos ataques de drones contra el Kremlin, Putin denunció que «hoy la civilización se encuentra una vez más en un punto de inflexión decisivo. Una auténtica guerra se ha desatado una vez más contra nuestra patria», en referencia a Occidente.
«Pero hemos repelido el terrorismo internacional, protegeremos a los habitantes de Donbass –este de Ucrania– y garantizaremos nuestra seguridad», sostuvo Putin ante las tropas formadas en la Plaza Roja y los invitados allí presentes, entre ellos siete dirigentes extranjeros y veteranos de la Gran Guerra Patria, denominación que en Rusia recibe la II Guerra Mundial.
El máximo dirigente ruso dijo que «cualquier ideología que pretenda la hegemonía es inherentemente repugnante, criminal y mortífera. Sin embargo, las élites globalistas occidentales todavía resaltan su exclusividad, enfrentan a las personas y dividen las sociedades, provocan conflictos sangrientos y golpes de Estado, siembran el odio, la rusofobia, el nacionalismo agresivo y destruyen la familia y los valores tradicionales».
Según sus palabras, Occidente hace todo eso para «seguir dictando e imponiendo a los pueblos su voluntad, sus leyes y reglas, en la práctica, su sistema de expolio, violencia y represión. Parecen haber olvidado a qué condujeron las dementes pretensiones de los nazis de dominar el mundo». Putin deploró en su alocución que se haya olvidado «quién derrotó a este monstruoso mal absoluto» que fue el nazismo, «quién liberó a las naciones de Europa». Y lamentó que «los monumentos a los soldados soviéticos son destruidos sin piedad y a sangre fría, se crea un verdadero culto a los nazis y a sus cómplices, mientras la memoria de los verdaderos héroes está siendo borrada y calumniada». Por eso, Putin cree que «la profanación de tal hazaña y de las víctimas de aquella generación victoriosa también es un crimen, es revanchismo descarado de aquellos que prepararon cínica y abiertamente una nueva campaña contra Rusia, reuniendo a la escoria neonazi de todo el mundo con ese propósito».
«Su objetivo, y en esto no hay nada nuevo, es lograr el colapso y la destrucción de nuestro país, borrar los resultados de la II Guerra Mundial, acabar con el sistema de seguridad global y el Derecho Internacional y estrangular cualquier centro soberano de desarrollo», subrayó el jefe del Kremlin, que fue quien precisamente desencadenó, el 24 de febrero de 2022, la guerra en Ucrania que ha puesto a prueba el actual sistema de seguridad global.
Minuto de silencio
Tras un minuto de silencio, Putin prosiguió su arenga dirigiéndose a los soldados que combaten en Ucrania, señalando que «nos sentimos orgullosos de los que participan en la Operación Militar Especial –nombre oficial de la invasión del país vecino– de todos los que luchan en la línea del frente (…) no hay nada ahora más importante que su actividad de combate. De ellos dependen la seguridad del país, el futuro de nuestro Estado y de nuestra gente». El presidente ruso finalizó su discurso exclamando «¡Por Rusia! ¡Por nuestras valientes Fuerzas Armadas! ¡Por la victoria! ¡Hurra!».
Seguidamente, comenzó el desfile propiamente dicho, que duró poco más de un cuarto de hora. Todo el evento en la Plaza Roja se prolongó por espacio de 47 minutos cuando en años anteriores tuvo una duración mínima de una hora. Desfilaron mayoritariamente alumnos de academias militares y una unidad de cosacos desplegada en el frente de Donbass. Finalmente apareció el único tanque que se pudo ver ayer en la Plaza Roja, un vetusto T-34 de la II Guerra Mundial. Hubo también unos cuantos blindados, cohetes ‘Iskander-M’, lanzaderas antiaéreas S-400 y el temible sistema de misiles nucleares estratégicos RS-24 ‘Yars’. Tampoco este año hubo exhibición aérea.
En la tribuna, junto con Putin y los veteranos, estuvieron presentes los presidentes de Kirguistán, Sadir Zhapárov; Kazajistán, Kasim-Zhomart Tokáyev; Tayikistán, Emomali Rajmón; Uzbekistán, Shavkat Mirziyóyev; Turkmenistán, Serdar Berdimujamédov; Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, y el primer ministro armenio, Nikol Pashinián. Lukashenko se sintió indispuesto y regresó a Minsk de inmediato, sin quedarse a la comida que ofreció el presidente ruso. En las gradas, según las agencias rusas, había mercenarios del grupo Wagner, cuyo jefe, Evgueni Prigozhin, volvió ayer a criticar en otro vídeo a la cúpula militar rusa, ya que, según él, «sólo hemos recibido el 10% de la munición solicitada».