La Séptima espera tras los Alpes
LÍNEA DE FONDO
Para qué ser el favorito, si mola más partir de víctima y terminar siendo el verdugo
SI el Sevilla descubrió en Eindhoven la gloria de la Liga Europea ante el Middlesbrough y en Glasgow, al año siguiente, frente al Español, la revisó por pares, como exige cualquier hallazgo serio para ser aceptado como empírico, en Turín, hace nueve años más tres días mañana, encontró un nuevo vector hacia ella: el sufrimiento. Empezó con el Maribor esloveno en dieciseisavos, continuó en octavos frente al Real Betis, llegó al límite en Valencia en semifinales y necesitó de la ayuda divina en el decisivo enfrentamiento contra el Benfica en el Allianz Stadium piamontés. Allí comparece de nuevo, esta vez con el dueño del recinto como rival, y con un único jugador en su plantel superviviente de aquella gesta, Iván Rakitic.
De la romería hasta la falda de los Alpes quedaron grabados para siempre en la memoria del sevillismo los nombres del difunto José Antonio Reyes, pieza clave en Heliópolis; Beto, inhibidor de lanzamientos rivales desde los once metros, y M’bia, con su testarazo en Mestalla, segundos después de que Albelda pronunciara su memorable “nunca he visto peligrar la eliminatoria”. Sólo Peter Lim le supera en el podio de gafes valencianistas.
Después vendrían tres títulos más en Varsovia, Basilea y Colonia, hasta dotarlo de una corona que dejaría en diadema la que le colocaron a Carlos III el otro día en la Abadía de Westminster. Quiere más. La Séptima. El que pueda aspirar a conseguirla dependerá en buena parte del resultado que consiga mañana en la ida de las semifinales frente al segundo clasificado del Calcio, el cuadro de Allegri. En la peor temporada de los últimos dos decenios, pero también en la que en el futuro simbolizará la grandeza de no rendirse nunca, de no bajar los brazos ni siquiera cuando la competición doméstica o el rival europeo sugiera la conveniencia de una extremaunción.
Para variar, los de José Luis Mendilibar no parten como favoritos en esta eliminatoria. Tampoco lo era frente al Manchester United, ni años antes lo fue cuando se cruzó con el Liverpool o el Inter. Para qué serlo, si mola más partir de víctima y terminar siendo el verdugo. Siempre en defensa propia y del orgullo de Nervión.