La exquisita mentira
TACONEANDO
La autenticidad del pueblo salpicado de mentira se impone, un poco más, cada día
ME han pedido que explicara por qué la bondad es más importante que la inteligencia. He hecho lo que he podido, y no me ha resultado fácil. Ya se sabe que cada cosa tiene su público: la literatura, la guerra, la denuncia, la mentira, el asesinato, ‘Sálvame’ y todo eso. Qué alivio para algunos caer en los brazos anónimos de una mentira bondadosa, y la política también es eso. Entre ‘Sálvame’ y la propaganda política, el español dormita en sus horas libres y se libra de la tarea de pensar. El tedio anula la unidad de acción, la unidad de tiempo y de espacio. Añadámosle aún, por gala, la unidad de inacción del contenido. No existe ya programación que maltrate a la exquisita mentira con elegantes latigazos de verdades. El televidente se adormece y aquellos dedos se entreabren, en una especie de desmayo. Y vemos cómo el mando a distancia cae. Primero, del aire al sofá. Después, con un ruido, cae de allí al suelo. Y cae la mano inerte, desocupada. Pasan las horas muertas. Como la operación melancolía no ha dado todo el juego que se esperaba, el presidente sale en la pantalla difundiendo una nueva mentira. Empieza la sesión de vampirismo y las palabras solemnes, condecoradas, bondadosas.
El señor Sánchez ha ido abroquelándose de mentiras y falsas promesas desde que llegó a la Moncloa. Ahora ya se han consumido los ojos. Queremos creer para evitar el destino de los que se lo juegan todo y en un minuto lo abandonan todo. ¡Pero, cuidado! Esto ya sería un pensamiento y el telespectador aquí da un invisible salto: el Destino. Otras realidades ahora se nos ofrecen, por contraposición, a la verdad fría y sonriente del socialismo. Vivimos en una simulación que comienza a desintegrarse. Pero algunos siguen añorando los brazos anónimos de una mentira bondadosa. Aquellos, ay, los eternos idealistas, los enamorados. Existe en España una especie de poder cultural socialdemócrata, SER/País/Lodiario, que es capaz de crear mayorías, como esas audiencias del ‘Sálvame’.
Lo que más fastidia no es la ideología, sino la mediocridad del producto. Somos unos grandes estafados y ya lo sabíamos, pero algunos seguirán votando socialismo con tal de no escuchar una monstruosa verdad. Todos, en mayor o menor medida hemos acudido a que nos engañasen, porque el televisor nos educó para aceptar una verdad alternativa. La mentira ya se va convirtiendo en una mercancía, un trueque nauseabundo. Traficando con mentiras hemos llegado a la campaña electoral y los profesionales del engaño, los Tezanos, los propagandistas y los funcionarios de la ficción estatal están ya agotados. Ya no tienen más fondo ideológico que el fondo de armario, una política pobre, conceptual y vacía de significado. La mentira se va agotando y ahora vemos los trucos del mago. La autenticidad del pueblo salpicado de mentira se impone, un poco más, cada día. Considerando de nuevo la disyuntiva entre inteligencia y bondad, creo que la inteligencia es más importante. Especialmente cuando la bondad no es más que una exquisita mentira.