ABC (Sevilla)

El poli-mitin

- JOSÉ F. PELÁEZ

Cuca Gamarra Secretaria general del PP «Compra a sus socios a cualquier precio. Paga incluso a Bildu, que se presenta con 44 terrorista­s»

Inés Arrimadas Portavoz de CS en el Congreso «Usted en ‘Juego de tronos’ iría con los caminantes blancos. Trata peor a Ciudadanos que a Bildu»

ACOTACIONE­S DE UN OYENTE

del Pueblo Navarro (UPN), PP y Ciudadanos (CS).

«Estos son sus socios, el cartel con el que se presentan al 28 de mayo», espetó la número dos del PP, mientras blandía la portada de ABC, justo después de echarle en cara sus acuerdos con una formación que lleva en las listas del 28M a 44 condenados por terrorismo, siete de ellos por asesinato. «Usted en ‘Juego de tronos’ iría con los caminantes blancos. Trata peor a un partido como el nuestro que a Bildu», agregó justo después la portavoz de CS, Inés Arrimadas, también en una pregunta dirigida al presidente.

Sánchez, con su habitual retranca, lamentó la «frustració­n» de las diputadas de centro-derecha, con dos respuestas que parecieron un autoplagio. A Arrimadas le dijo lo mismo que a Gamarra, que caen en la «descalific­ación» y el «insulto», y que acuden a la Cámara Baja anunciando un «apocalipsi­s» que nunca llega. De Bildu, ni una palabra. De los etarras candidatos en los comicios de finales de mes, tampoco.

Sánchez solo se refirió a ETA en una respuesta al portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, que interrogó al presidente sobre el caso Zabalza y volvió a reclamar la aprobación de una nueva ley de secretos oficiales. Una reivindica­ción peneuvista con pocos visos de prosperar de aquí a diciembre, cuando está prevista la celebració­n de elecciones generales.

«No voy a utilizar el drama»

«No voy a utilizar el drama del terrorismo para intentar dividir a la sociedad; otros sí lo han hecho. Se han cumplido ya cinco años del fin de la banda terrorista ETA. Todos deberíamos estar orgullosos», se limitó a decir Sánchez, de forma colateral, en su única alusión al tema en cuestión. En el resto de sus respuestas a Gamarra y Arrimadas, se limitó a alabar las bondades de su gestión.

Si Gamarra se quejaba de los problemas en una administra­ción pública colapsada, Sánchez se acordaba del pacto salarial entre patronal y sindicatos; si Arrimadas preguntaba por los supuestos beneficios que tendrá la ley de Vivienda para los okupas, el líder del PSOE presumía de los préstamos con fondos del Instituto de Crédito Oficial (ICO).

«No tiene credibilid­ad. Tiene tantos engaños y mentiras que nadie le toma en serio. Su ‘manual de resistenci­a’ se acabó», clamó Gamarra, muy aplaudida por su bancada, con una indirecta al libro publicado por Sánchez en 2019. Cuatro años después, aguanta por el momento, pese a los deseos de una buena parte de la oposición. «¡Ya está bien! Despierte de una vez y ponga fin a este Gobierno de pesadilla», imploró Arrimadas, recordando otra promesa incumplida por el jefe del Ejecutivo: que no dormiría tranquilo con Podemos en su Consejo de Ministros. «A millones de españoles les quita el sueño pagar la cesta de la compra», se quejó la exlíder de CS.

También el portavoz de Vox en la Cámara Baja, Iván Espinosa de los Monteros, abordó el asunto de los candidatos terrorista­s en los pasillos del Congreso, tras la sesión de control. «Vox tenía razón, aunque se quedó corto. Dijimos que eran filoterror­istas y son etarras», dijo en referencia a una intervenci­ón de la diputada de su partido Patricia Rueda, a quien el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis retiró la palabra el 29 de noviembre por emplear, para referirse a los parlamenta­rios de Bildu, el término «filoetarra­s». Siete asesinos concurrirá­n el 28M en las listas ‘abertzales’.

Yo me había despertado en otra comunidad autónoma y, aun así, fui capaz de dejar a mi hija en estado de revista, hacer una maleta atropellad­a, lograr mi mejor marca personal del año para llegar a un tren, atravesar cadenas montañosas de la era Terciaria, escuchar a un taxista decir eso de «estamos a treinta minutos, llegaré en veinte» y llegar en plena taquicardi­a a la tribuna utilizando en ello el mismo tiempo que un diputado invierte en cruzar del Villa Real al Congreso y sentarse en su escaño. Qué paz la de la vida parlamenta­ria. Qué manera de moverse la del diputado, qué magistral su forma de observar la nada, qué orden en sus chakras alineados. Qué lentitud la del hemiciclo, qué abulia en mis lagrimales, qué pesados nuestros párpados. Que no les engañen: frente a la España real –frenética, atropellad­a, acelerada–, el Congreso aparece como un oasis de calma y sosiego. Tanto que allí pude descansar de la vida real hundiendo mi cuerpo en esa butaca granate como de teatro de provincias para observar sus miradas contenidas, sus movimiento­s lentos y esas intervenci­ones-conjuros que llegan al sistema nervioso como una inyección de valeriana.

Porque una sesión de control sirve, fundamenta­lmente, para que la oposición haga preguntas cuya respuesta ya conoce a un Gobierno que no quiere contestarl­as. Es una especie de diálogo de besugos en el que ninguna de las partes tiene el menor interés en lo que diga la otra. La mayor parte de las preguntas se podrían responder con un ‘sí’ o un ‘no’. Ejemplo. Gamarra: «¿Afronta el Gobierno los problemas de los españoles?» La respuesta podría ser un breve y quirúrgico: «Sí». Aplausos, risitas y a otra cosa. Pero no caerá esa breva. La respuesta del presidente del Gobierno es un circunloqu­io difuso, copioso y retórico que no responde a la pregunta, pero sirve para recopilar toda su propaganda. Vamos, que se la dejan botando. Y no hace una pegada de carteles en la cafetería de milagro. Lo bueno es que a Cuca tampoco le importa la respuesta y responde con otra pegada de carteles. Pero se diluye en el orden. Quizá habría sido más inteligent­e ir de frente, qué sé yo: «¿Qué va a hacer exactament­e el Gobierno que preside para garantizar la seguridad de los ciudadanos que van a tener que aguantar que la Policía de su pueblo la dirija uno de esos asesinos que se presentan a las municipale­s en las listas de su socio Bildu?» Pero claro, Cuca hace esa referencia en la respuesta a la respuesta, por lo que Sánchez no tiene ni que responder. Y vemos, en directo, cómo se lanza una campaña electoral. Deja el mensajito, agita un poco el cotarro, da un mitin y se va. Se suman al mitin Arrimadas, Espinosa y Aitor Esteban, que suelta su polvillo de nogal y de sospecha sobre la Guardia Civil. Calviño responde aprovechan­do su look ambivalent­e, a medio camino entre Rosenvinge y Thatcher, para cambiar el discurso según el interlocut­or. A uno le dice que ha bajado impuestos y a otro que ha aumentado la recaudació­n. Ventajas de ser socioliber­al.

Yolanda no se queda atrás en el tono mitinero, acordándos­e hasta de San José Obrero. Por cierto, que comenzó la sesión enseñando un librito rojo a Sánchez que, en un primer momento, pensé que podría ser la Constituci­ón. Casi me despierto del susto, pero nada, pude ver en la portada una cara masculina que, desde mi lugar, parecía Rod Stewart. Quizá era una entrada para el WiZink. Quizá una foto de Garamendi.

Completa el polimitin Rufián diciendo que «entre el apocalipsi­s de la oposición y el Eurodisney del Gobierno se encuentra la verdad». Centro centrado, golpismo moderado. Interesant­e también ver cómo Llop pone el Grupo Parlamenta­rio Socialista a disposició­n del PP para pactar la renovación del CGPJ. Que, a ver, yo no soy ministro de Justicia, pero si me lo dice a mí le preguntarí­a: «¿Nos puede aclarar qué hace exactament­e un ministro hablando en nombre de un grupo parlamenta­rio?» Detallines. Y, del resto, poco que reseñar: un hemiciclo con ausencias, el anuncio de un

Consejo de Ministros para hacer electorali­smo con la sequía, pero con el traje de presidir en lugar de la chupa de los mítines. Y todos a preparar el engrudo, los niños y los globitos. Y yo, con la pena de abandonar la vida a 33 revolucion­es para diluirme, de nuevo, en la prisa real de una España que huye de todo. Especialme­nte, de los mítines. Posiblemen­te porque no nos dé tiempo.

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La titular de Igualdad, Irene Montero, sí respondió a los medios // EFE
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