ABC (Sevilla)

El primer pangenoma humano acelera la medicina a la carta

▸Creado a partir de 47 genomas distintos, refleja por primera vez la diversidad genética de las principale­s etnias ▸Mejorará el tratamient­o de enfermedad­es congénitas y ayudará a entender el origen de nuestra especie

- PATRICIA BIOSCA

El 6 de abril de 2000, se anunció el borrador del primer genoma humano, la ‘receta’ que contiene toda la informació­n para que una persona se pueda desarrolla­r y crecer. No estaba todo hecho: había ‘huecos’ –el primer proyecto solo completaba el 92% del genoma– y hubo que esperar hasta 2021, cuando se generó la primera secuencia completa, la receta entera del funcionami­ento del ser humano.

Pero, como en toda buena receta, cada uno tiene su propia versión. Porque aunque todas las personas pertenezca­mos a la especie humana, somos un compendio de diversidad genética que provoca que, por ejemplo, los inuits toleren mejor el frío; que los miembros de la tribu africana de los bajau laut, también llamados nómadas del mar, puedan permanecer en apnea hasta 13 minutos. Usted mismo no tiene que viajar muy lejos para encontrar diferencia­s: le separa del resto de personas, de media, un 0,4% de su genoma, incluidos sus parientes más cercanos.

Todas esas variacione­s se escapaban al Proyecto del Genoma Humano. Incluso cuando se completó hace dos años. El problema estaba en que esos datos reflejaban principalm­ente la informació­n de una sola persona, un solo perfil. Ahora, un equipo internacio­nal ha conseguido el borrador del primer pangenoma, una herramient­a que aúna los genomas casi completos de 47 personas cuya ascendenci­a se remonta a diferentes poblacione­s de todo el mundo. Los resultados se publicaron ayer en cuatro estudios en la revista ‘Nature’.

«Todo el mundo tiene un genoma único, por lo que el uso de una única secuencia genómica de referencia para cada persona puede generar sesgos», explica Adam Phillippy, investigad­or principal en la Rama de Genómica Computacio­nal y Estadístic­a dentro del Programa de Investigac­ión Intramural del NHGRI y coautor del estudio principal. «Por ejemplo, predecir una enfermedad genética podría no funcionar tan bien para alguien que no tiene un genoma tan parecido al de referencia».

Al respecto, ya se conocen casos concretos: el riesgo de sufrir angioedema (inflamació­n de las capas profundas de la piel), provocado por inhibidore­s de la enzima convertido­ra de la angiotensi­na, usados en fármacos para evitar la tensión arterial, es tres veces superior en los pacientes negros que en los de otra raza. Otra reacción originada por los medicament­os cardiovasc­ulares, la tos, es también casi tres veces más frecuente en los enfermos asiáticos que entre los de raza blanca. Y cada día se descubren más y más diferencia­s de este tipo.

Un 99,9% iguales

«En lo substancia­l, nos parecemos al 99,9% a otras personas. Pero si tenemos 3.000 millones de pares de letras en nuestro genoma (3.000 millones de nuestra madre, y otros 3.000 millones de nuestro padre), esto representa entre 3 y 6 millones de letras que, como mínimo, son distintas entre cualquier par de seres humanos», explica a ABC Lluis Montoliu, investigad­or y vicedirect­or del Centro Nacional de Biotecnolo­gía (CNBCSIC) y en el Centro de Investigac­ión Biomédica en Red en Enfermedad­es Raras (Ciberer-ISCIII). «Entre esas diferencia­s, se hallará la responsabl­e de la enfermedad congénita que padezcamos. El pangenoma tiene en cuenta esas diferencia­s de forma sistemátic­a. Esa es su principal novedad», señala Montoliu.

Las muestras para elaborar estos primeros 47 genomas (que se pretenden ampliar hasta los 350 en 2024) se extrajeron de personas que participar­on en el Proyecto 1000 Genomas, un esfuerzo internacio­nal completado en 2015 que pretendía reflejar la mayor diversidad genética posible gracias al ADN de un millar de personas de diversa ascendenci­a (si bien la más representa­da aquí era la africana y la de Oriente Medio).

Una vez creados, se creó una herramient­a para compararlo­s, que es, de forma muy sencilla, algo así como un libro desplegabl­e: las bases de los genomas se comparan unas con otras en su punto justo, pudiendo acercar la vista hacia áreas más concretas y observar dónde existen las diferencia­s.

Así, esas distincion­es pueden ser pequeñas, de tan solo una o unas pocas ‘letras’ (bases) de ADN; o, por el contrario, puede tratarse de trozos más grandes, llamadas variantes estructura­les, con 50 pares de bases o más de diferencia. En el caso de estas últimas, los científico­s saben que pueden tener importante­s implicacio­nes para la salud. Sin embargo, hasta ahora, no se había podido identifica­r más del 70% de ellas, ya que solo teníamos un genoma individual.

En concreto, el pangenoma ha añadido 119 millones de nuevas bases de las que aproximada­mente 90 millones se derivan de la variación estructura­l. Aquí se ha observado que estos trozos cambiantes son muy complejos: pueden invertirse, eliminarse, incluirse, repetirse... Esos cambios son los responsabl­es de que los fármacos funcionen de una determinad­a forma para un grupo y no para otro; o que determinad­as enfermedad­es afecten a una etnia y pasen por alto otras.

Según señala Montoliu, la aplicación más inmediata será la mejora del diagnóstic­o genético de enfermedad­es congénitas. «En aproximada­mente el 30% de las enfermedad­es raras congénitas de los pacientes diagnostic­ados somos incapaces de encontrar la causa de la enfermedad, la mutación que lo explique. Puede ser porque debamos buscar otros genes distintos o porque la zona que contiene la mutación

La intención del Consorcio del Pangenoma Humano es aumentar la muestra en 350 genomas diversos para el próximo año

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