«Es más fácil hacer dudar a alguien hablando de amor que hablando de política» Manuel Jabois
▸El escritor y periodista de ‘El País’ ha sido distinguido con el galardón de ABC por su artículo ‘Mi vida sin WhatsApp’
Manuel Jabois apenas tenía veinte años cuando empezó a escribir: ahora tiene cuarenta y cuatro y un Cavia. Entre medias hay una vida, mucho humor y cientos de columnas, primero en ‘El Diario de Pontevedra’, luego en ‘El Mundo’ y ahora en ‘El País’. El texto premiado, ‘Mi vida sin WhatsApp’, lo publicó en el suplemento ‘Ideas’ de ese periódico el 15 de mayo de 2022. Jabois abre la puerta de su casa, se hace la luz, abre una cerveza y dice: «Estoy recibiendo muchísimos mensajes». Pero no, no ha vuelto a instalarse la maldita aplicación. Aún existen los SMS.
—Un Cavia por dejar WhatsApp. No está mal.
—Me hace mucha ilusión, además, por todos los que lo han ganado. Ves la lista y da miedo. Dentro de veinte años podré decir: tengo un Cavia.
—Garci, que vive sin móvil, dijo que le hacía más ilusión el Cavia que el Oscar.
—Pero Garci está jugando en la Champions League de la Antitecnología [y ríe]. La verdad es que fue un artículo que me había pedido el periódico para un reportaje, y yo no quería hacerlo porque pensaba que no era tan raro vivir sin WhatsApp. Pero sí que era tan raro. Yo lo dejé después de la pandemia, porque por razones obvias estaba enganchadísimo. Tenía un grupo con otros periodistas gallegos, y ahí escribíamos nuestras mejores páginas. No se van a escribir mejores páginas ya [y ríe]. Pero el público era muy reducido. Y perdía demasiado tiempo. Y tenía trescientos mensajes sin responder.
—¿Se vive mejor desconectado?
—Mi vida es más tranquila, si se puede llamar tranquila la vida de un periodista.
—A estas alturas, ¿eso es un lujo?
—Es un acto de privilegio, sí. Cuando estaba trabajando en la redacción del ‘Diario de Pontevedra’ no podría haberlo hecho, por ejemplo. Pero lo necesitaba también un poco por salud mental. Era un consejo insistente de amigos como David Trueba, como Dani Martín.
—Le cito: «El tiempo que he ganado no lo gasto precisamente leyendo a Tolstói. Pero le he cogido el gusto».
—Las intenciones son siempre maravillosas [y ahora sonríe]. Vivir en el mundo de las intenciones es vivir en una especie de paraíso. Por eso siempre el mejor momento es el de la víspera, ese momento en el que desinstalo WhatsApp y me digo: voy a empezar a leer mucho más. Y luego no lees un carallo, no lees más de lo que leías antes, pero es bonito instalarse en el terreno de los sueños, de las ilusiones. Luego ya la realidad te da un sopapo.
—Su primer gran premio de columnismo fue el Julio Camba, otro ilustre de ABC.
—Tenía veinticuatro años, y me quedé flipado porque era muy joven. En su discurso, el presidente de de Caixanova de entonces, que patrocinaba el premio, ya se encargó de dejar claro claro que la calidad de esa edición había sido aceptable. ¡Aceptable! Y que al año siguiente doblaba el premio para atraer a las grandes firmas. Como diciendo: que no vuelva esta chusmilla. Y yo allí, con mi ropa recién comprada, todo orgulloso… Qué sinvergüenza. Pero fue así como descubrí a Camba, al que solo conocía superficialmente. Lo leí en profundidad, cambió mi forma de escribir, de mirar el mundo… Yo siempre he aprendido más de la gente con la que chocaba ideológicamente que con la que no. Y de Camba saqué esa lección que resumió David Gistau: que nadie me tome demasiado en serio ni demasiado en broma. Empecé a imitarlo sin ningún tipo de rubor.
—Camba elevó el costumbrismo, que hoy parece que escasea en la prensa nacional, ¿no?
—El costumbrismo es el privilegio de unos pocos. Si el día de tu primera columna en el periódico hay una moción de censura no vas a hablar del día en el que un señor mayor muestra los primeros síntomas de la vejez, que es un artículo que recuerdo... Pero sí, el costumbrismo es el principal asunto del que me ocupo, y son las columnas que más me gustan, porque son asuntos que he vivido, que he visto, que he padecido, que he escuchado. Aunque no hay grandes ideas todas las semanas. Los artículos políticos, por muy virales que sean, y yo los escribo, porque quiero tener lectores, a las cuatro semanas no le interesan a nadie.
—¿El estilo es una conquista?
—Gané el Camba en 2003, y yo creo que mi voz la encontré en 2009, más o menos. Cuando tenía veinte años creía que escribir bien es poner muchas palabras [y vuelta a reír]. Si podía decirlo de cien formas diferentes, para qué decir que el cielo es azul. Era eso. Después aprendí el hazlo más sencillo.
—Empezó muy joven ya con la opinión, ¿no?
—Me lo sugirió el periódico. Yo hacía información local, y como tenía un faldoncito en el que podía hacer opinión hacía como poesías en prosa, una cosa… Y me dijeron: vete a la columna. Empecé así.
—Y más allá de Camba, ¿qué referentes ha tenido?
—Muchísimos. Tuve una época muy influenciada por Millás, esas ficciones... Elvira Lindo me ayudó a construirme. También Rosa Montero y Ja
“Humor «Tenemos que hacer periódicos con más sentido del humor. No hablo de chistes, hablo de destensar las cosas»