Roca sólo fue Rey en taquilla
▸El mandamás peruano anduvo muy incómodo y no metió la marcha en una noble corrida de La Quinta en la que El Juli hizo lo de más poso
MONUMENTAL DE LAS VENTAS.
Miércoles, 10 de mayo de 2023. ‘No hay billetes’. Toros de La Quinta, variados de presencia (muy desiguales) y juego dentro de su nobleza y justo poder; con opciones los tres primeros.
de gris y oro. Pinchazo hondo y descabello (saludos). En el cuarto, estocada trasera (silencio).
de rosa y plata. Pinchazo y estocada caída (pitos). En el quinto, pinchazo y estocada defectuosa (silencio).
de blanco y oro. Estocada corta tendida (saludos). En el sexto, estocada y dos descabellos (silencio).
EL JULI, ROCA REY, ÁLVARO ALARCÓN,
Una tribu de jóvenes canallas se agolpaba a la salida del Metro. «¡Canallas, canallas, que sois una tribu!», les gritaban un grupo de mamarrachos vestidos de berenjenas pasadas. Lacios todos y muy feos. Pasó la tribu de canallas de aquella panda mientras sus docenas de dedos febriles se dirigían hacia las puertas de la Monumental dispuestos a romper normas. ¡A los toros, a los toros! ¿Acaso había algo más punk? El mundo de los rebeldes madrileños se dividía este 10 de mayo en dos: los que iban a ver al héroe Roca Rey o los que cometían un acto heroico. Que no, no era ponerse a trabajar como Juncal dejó dicho a Búfalo, sino quitarse el WhatsApp. A lo Jabois, el último Cavia.
Arrastrado el sexto las heroicidades no aparecían. Ni las del peruano, incómodo como nunca, ni las de los que se desinstalaran el servicio de mensajería. Porque mira que funciona mal internet cuando los tendidos se abarrotan, pero detrás siempre hay uno que si no te da la tarde derribando el cubata te la da con el «pi-pi-pi» del móvil hablando con los ‘amigotes’, que diría Morante. «Hemos venido a ver a Roca», se las prometían felices. Pero Roca no apareció.
Quiso el destino que el número 1 del toreo se las viese con Peluquino, un toro reseñado como primer sobrero el pasado agosto en Dax para Daniel Luque, según contaba ese Cossío del campo que es Luis Miguel Parrado. Más que caprichoso, el destino llegaba a ser un cabrón con mucha guasa. Resulta que el peruano no quiere cruzarse en un patio de cuadrillas con alguien «irrespetuoso» –así calificó al de Gerena en una entrevista con ABC– y se topa de bruces con uno de La Quinta que ya había sido suyo. «¡Toro, toro!», gritaban en el sol cuando apareció este tercero, con esa guapeza de las hechuras sevillanas. Roca, a lo suyo, ganó terreno y jugó los brazos hasta pintar dos bonitas medias. Por dos veces se santiguaría luego Victoria Federica desde su tendido preferente cuando Andrés tomó la muleta e improvisó un molinete para descorchar faena con un número 90 de prontitud y fijeza. La figura limeña le daba distancia, pero sin llegar a coger el ritmo en medio de un ambiente enrarecido, el que tiene un sector de Madrid con los mandones. Esta vez –pese a muletazos sueltos de su sello y los pases de pecho barriendo el lomo– no llegó a controlar en su totalidad las embestidas, sin terminar de apretarlo. Tal vez para que no se apagara. O sencillamente porque no era su toro. Había sido el de Luque. Ya lo escribió el poeta: a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo...
«¡Miau, miau!», corearon en el quinto, un gris muy simplón que a pocos gustó. Tampoco al matador, que permitió que lo atizaran en vara. Se movía este Prisionero, pero sin un ritmo fijo y renqueante. Entre el viento y las caídas del andarín y pegajosete rival, que exigía perderle pasitos, aquello no caló. Y eso que ahora sí trazó algunos muletazos poderosos y de bragueta. Pero Roca no terminó de meter la marcha con la noble corrida de La Quinta, que lidió un conjunto muy desigual pero con ejemplares de bella estampa y armonía. No, no eran esos tanques que a más de uno le ponen cachondo.
Qué suerte tuvo Bandolero, tan desentendido que se hubiese tirado a los montes de Sierra Morena, pero se encontró con El Juli, que todo lo hizo a favor a sabiendas de esa templanza con la que había metido la cara por el pitón izquierdo en el capote. Pronto tomó la derecha para corregir defectos. Y vaya sí los corrigió: al ralentí robó una tanda sobresaliente. Todas las bondades exprimió al negro entrepelado en una faena de magisterio, temple y unitarios terrenos. Berreaban unos y bramaban otros en aquel epílogo que traía noticias mexicanas con ese ritmo tan lentificado. Del toro y del torero, que puso al gentío en pie, pero el acero le privó de un premio mayor a los saludos. Ningún celo tuvo el soso cuarto, un animal con el que ni su ciencia ni su paciencia pudieron rascar emociones.
Una pintura era el primero, Cocherito, cárdeno claro, tan bello como justo de fuerzas. Las protestas se calmaron en la sabia lidia de José Chacón. Todo con pausa, todo preciso. Hasta ese modo de llevarlo a punta de capote al burladero de los areneros. Era el toro de la alternativa de Álvaro Alarcón, que hizo el acto más heroico: acelerar su reaparición tras romperse las costillas para convertirse en matador en un cartel soñado. Y con un toro soñado, porque Cocherito rebosaba nobleza. Sin probaturas, se puso a torear. Pero cuando se adentró por ese camino zurdo donde se hallaban las delicias de Cocherito majó naturales de cámara superlenta, acariciando ese son de México. No habría una tanda como aquella, pero ahí quedó su clasicismo de pecho por delante que merece más oportunidades.
Aplaudieron de salida al sexto, aunque la ovación grande fue para José Chacón. Qué pedazo de torero de plata. De azabache iba ayer un banderillero al que Pepe Puente hubiese dedicado su apunte. Luego el toro ni humilló ni se entregó. El que puso todo su empeño fue Eolo, que soplaba aires de decepción en una tarde en la que Roca sólo fue Rey en la taquilla.