ABC (Sevilla)

Rituales, protocolos y poder

La foto de ‘colón’ de Bolaños y el desaire de Gustavo Petro a la etiqueta del Palacio Real forman parte de una misma obsesión: banalizar rituales y protocolos

- FERNANDO IWASAKI

EN una misma semana asistimos a la coronación de Carlos III de Inglaterra y a la ‘colonación’ del ministro Bolaños. A simple vista se trataría de dos episodios inconexos, pero no es así, porque ambos tienen en común la necesidad de observar los rituales y los protocolos que fortalecen los símbolos del poder y las institucio­nes que lo encarnan.

En ‘La invención de la tradición’ (1983), Eric Hobsbawm y Terence Ranger compilaron una serie de ensayos donde demostraro­n cómo toda la pompa de las ceremonias de la corona británica fue una invención del siglo XIX. Es decir, que ni los rituales de la coronación eran milenarios ni su protocolo se remontaba a la Edad Media, porque todo lo que vimos durante la coronación de Carlos III se hizo por primera vez en 1877, cuando la reina Victoria se convirtió en emperatriz de la India. De hecho, la coronación de Isabel II en 1953 fue la única entronizac­ión real de su tiempo, pues las casas reales de Alemania, Austria, España y Rusia, ni estaban ni se les esperaba.

Sin embargo, Eric Hobsbawm descubrió, analizó y demostró cómo entre 1870 y 1914 se ‘fabricaron’ numerosas tradicione­s académicas, parlamenta­rias, universita­rias, judiciales, gremiales y hasta deportivas, que cargaron de simbolismo­s los rituales y protocolos de la sociedad británica, a imagen y semejanza de los rituales y protocolos de la corona. Pensemos en las aperturas de los ‘colleges’ británicos, en las reuniones de las sociedades científica­s inglesas, en las carreras de caballos o en la conversión del 1 de mayo en una suerte de ‘pascua obrera’. Según Hobsbawm, «la gloria y la grandeza, la riqueza y el poder, podían ser compartida­s por los pobres a través de la realeza y sus rituales». Ahí tenemos las graduacion­es escolares o en las Copas del Rey en el fútbol, ceremonias cargadas de rituales, protocolos y simbolismo­s que entronizan el respeto a las institucio­nes y —por extensión— al orden democrátic­o y constituci­onal.

Analicemos ahora quiénes tratan de subvertir, desnatural­izar y envilecer los rituales y los protocolos en nuestro país. Pienso en los juramentos de ministros o diputados, en las elecciones de rectores y magistrado­s, en los desfiles oficiales o en las fiestas mayores. ¿No son siempre los mismos? Y que conste que en España —fuera de los ámbitos militares, eclesiásti­cos y académicos— los rituales y los protocolos están en vías de extinción, corroídos por la ignorancia, la chabacaner­ía o la imitación de lo peor de otros países. Por eso la foto de ‘colón’ de Bolaños y el desaire del presidente Gustavo Petro a la etiqueta del Palacio Real, forman parte de una misma obsesión: demoler los símbolos del poder banalizand­o los rituales y los protocolos.

La monarquía constituci­onal británica es querida y popular, porque la propia sociedad del Reino Unido se ha impregnado del simbolismo real a través de rituales y protocolos que reinan —nunca mejor dicho— en escuelas, universida­des, sindicatos, clubes, tribunales, parlamento­s, academias y sociedades. Algo impensable entre nosotros.

COMENTARIO­S REALES

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