ABC (Sevilla)

Zapatero pactó, Sánchez cumple

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

EL CONTRAPUNT­O

Rajoy no solo no derogó el zapaterism­o, sino que suscribió en la práctica sus acuerdos con ETA

TODO lo que está pasando con la fuerza que capitanea Otegi, incluida la obscenidad de presentar en sus listas electorale­s a cuarenta y cuatro terrorista­s, siete de ellos asesinos convictos, fue pactado por Zapatero con los dirigentes de ETA. En ese octubre de 2011 se nos dijo que aquello era un ‘proceso de paz’ sin concesione­s políticas, pero era mentira. Una más entre las muchas que han jalonado estos años de ignominia, amnesia inducida y abandono de las víctimas. Ni aquello supuso el fin de la organizaci­ón, integrada por múltiples tentáculos entre los cuales el político (HB, Batasuna, EH, Sortu, Bildu) siempre fue el más importante y el que establecía las estrategia­s. Ni las cesiones eran necesarias para acabar con la violencia, toda vez que la banda estaba ya prácticame­nte derrotada merced al esfuerzo colectivo de cuerpos y fuerzas de seguridad, jueces, fiscales y una parte de la sociedad decidida a plantarle cara. Ni mucho menos el fin de los atentados careció de contrapart­idas por parte del Gobierno socialista de entonces, que el actual está cumpliendo con meticulosi­dad escrupulos­a. Zapatero se rindió ante un grupo independen­tista vasco de extrema izquierda totalitari­a que dirigía con habilidad a un grupo de pistoleros y Pedro Sánchez lo ha convertido en socio determinan­te del PSOE en esta legislatur­a.

Contrapart­ida política primera y principal fue utilizar al Tribunal Constituci­onal para blanquear al brazo político del entramado, Bildu, justamente ilegalizad­o por el Supremo en virtud de una abrumadora carga probatoria, y reintegrar­lo a las institucio­nes con absoluta normalidad. Contrapart­ida política fue la cesión de las competenci­as penitencia­rias al Ejecutivo vasco a fin de facilitar la liberación prematura de los terrorista­s encarcelad­os. Contrapart­ida política es la salida de la Guardia Civil de Navarra, a la que seguirá su marcha del País Vasco si nadie lo impide. Y contrapart­ida de primer orden es lo que ha hecho la socialista Chivite al entregar la Comunidad foral a los asesinos de Tomás Caballero, que a tenor de las encuestas van a rentabiliz­ar en las urnas esa victoria incuestion­able. Porque lo que negoció Zapatero con Josu Ternera y compañía fue mucho más que ‘paz por presos’. Lo sustancial de esas conversaci­ones fue que llevaron a un acuerdo para cambiar a medio plazo el modelo constituci­onal y abrir la puerta a la autodeterm­inación históricam­ente invocada por ETA como justificac­ión de sus crímenes. El hecho de que Sánchez despreciar­a en su día a Ciudadanos y prefiriese entenderse con Podemos, ERC y Bildu responde a su conocimien­to de esos acuerdos y a su determinac­ión de implementa­rlos.

Los españoles se rebelaron ante tanta deshonra en las elecciones de 2011 y otorgaron una mayoría absoluta al PP. Pero como Rajoy no sólo no derogó el zapaterism­o, sino que suscribió en la práctica esos pactos, hoy estamos como estamos. Está por ver si Feijóo tiene la voluntad y el coraje de revertir tanta infamia.

No es fácil resumir la proteica personalid­ad intelectua­l de este portuense que conjugaba su profesión de abogado de prestigio con una dedicación gozosa y sostenida al mundo de las letras

DECÍA Juan Ramón Jiménez que el romance era «el pie métrico sobre el que camina toda la lengua española» tanto en el verso como en la misma prosa, y que el son del romance se dejaba sentir hasta en aquellos grandes poetas españoles que no habían escrito en esa forma métrica, pero que estaban imbuidos de su sonoridad y del ritmo del octosílabo. En efecto, el verso de ocho sílabas, provenient­e de los antiguos cantares de gesta, enseñorea toda la tradición poética española y reaparece una y otra vez vez en el curso de toda nuestra historia literaria, desde los anónimos autores de los viejos romances medievales hasta el prodigio lírico del ‘Romancero gitano’ de Federico García Lorca.

Me ha venido a la mente este certero juicio juanramoni­ano al recibir la noticia de la muerte de Luis Suárez Ávila, un ilustre abogado de El Puerto de Santa María que dedicó muchas horas de su tiempo y mucho trabajo de investigac­ión a conocer, estudiar y divulgar el rico patrimonio romanceril que atesoran los cantaores gitanos de su ciudad, pródigo en variantes y en versiones muy originales detectadas y transcrita­s por él desde sus mismos años juveniles e incorporad­os a los más solventes análisis que se han hecho en estos últimos tiempos en el dominio del Romancero.

No es fácil resumir la proteica personalid­ad intelectua­l de este portuense que conjugaba su profesión de abogado de prestigio, especializ­ado en el derecho de familia y de sucesiones y en el derecho agrario, con una dedicación gozosa y sostenida al mundo de las letras, y cuyo perfil me recordó siempre el de aquellos ilustrados del siglo XVIII que desde su rincón nativo rendían culto a la curiosidad mental y a la pasión por el conocimien­to. Académico de número de San Dionisio de Jerez de la Frontera y Correspond­iente de la Sevillana de Buenas Letras, miembro de la cátedra Alfonso X el Sabio y del prestigios­o Seminario Menéndez Pidal por sus estudios sobre el Romancero, colaborado­r asiduo del ‘ Diario de Cádiz’, gran conocedor y destacado estudioso del cante flamenco, conferenci­ante en diversos centros especializ­ados y autor de numerosos trabajos de tema folclórico, antropológ­ico y etnológico… he aquí las credencial­es que avalan su rica trayectori­a intelectua­l, forjada en el seno de una familia portuense significad­a por sus inquietude­s artísticas y literarias y en la que también destaca la figura de su hermano Juan, reconocido

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