ABC (Sevilla)

Luis Suárez Ávila o la pasión por el Romancero

- POR ROGELIO REYES ROGELIO REYES

TRIBUNA ABIERTA

pintor con residencia en Sevilla. El padre de ambos, también profesiona­l del Derecho, se había formado en el famoso colegio de los Jesuitas del Puerto y había entablado más tarde relaciones con importante­s personajes del mundo cultural español, entre ellos Dámaso Alonso y Diego Angulo Ýñiguez, inculcando en sus hijos esa misma pasión suya por las letras.

Esa familiarid­ad de Luis Suárez con tan altas calidades del ambiente intelectua­l influyó en su temprano interés por la lírica popular y por las letras de aquellos romances tradiciona­les que desde muy joven, y sin tener todavía conciencia exacta del valor de lo que estaba recopiland­o, oía cantar en la intimidad a varias familias gitanas del Puerto con las que él entabló relación. Tales romances eran preciosas reliquias de una tradición oral de muy alto valor que aquellas familias conservaba­n casi en secreto. En la década de los cincuenta conoció y trató personalme­nte a Miguel Niño ‘ El Bengala’, patriarca de una familia pródiga en interesant­es versiones romanceril­es ; a Pepe Torre, a Pastora Pavón , a Antonio Mairena… y también a un grupo de cantaores no siempre famosos pero cultivador­es del flamenco con exquisita pureza, como ‘ Agujetas Viejo’, José de los Reyes ‘El Negro’, Alonso, Dolores y Juana ‘los del Cepillo’, Ramón Medrano, ‘El Cojo Pavón’ o Jeroma ‘ la del Planchero’. Sabido es que para estas sagas gitanas había géneros de flamenco que no se cantaban en los teatros ni en los tablaos, sino que solían reservarse para el ambiente familiar, y entre esos palos estaban los romances. Pero Luis Suárez, con su buen trato y sus probadas dotes de persuasión, logró acceder al ‘sancta sanctorum’ de ese misterioso culto a un género tan genuinamen­te español.

El paso del tiempo fue generando en él la conciencia del valor de ese riquísimo material folclórico que le llegaba por el camino del mejor flamenco y la necesidad de darlo a conocer siguiendo el método de análisis de los grandes estudiosos de nuestro Romancero, sumándose así, con sus aportacion­es personales, a los trabajos de Manrique de Lara, Diego Catalán Menéndez Pidal, Samuel Armistead, Giuseppe di Stefano… y otras notables figuras de nuestra romancísti­ca. Enriqueció los fondos del Archivo Menéndez Pidal con nuevas versiones del ciclo de Bernardo del Carpio, Durandarte, las quejas de Alfonso V ante Nápoles, Oliveros y Montesinos, el tema de la monja contra su gusto , la condesita, el conde Niño, la mesonera despiadada y las tres cautivas, versiones estas últimas que el gran Antonio Mairena, que tanto hizo por salvar del olvido esta riqueza lírica popular, cantó en repetidas ocasiones. Luis Suárez, que llegó al mundo del Romancero en plena juventud, fue hasta su muerte el ejemplo vivo de una fecunda pasión intelectua­l que supo valorar los estrechos lazos que unen el mundo del flamenco con el cauce de la gran lírica española de trasmisión oral.

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