ABC (Sevilla)

«Me infecté hace 15 meses y sigo sin olfato ni poder andar más de 10 minutos»

▸Macarena Márquez, de 40 años, dice que desde que pilló el Covid su cuerpo responde como si tuviera 70 y que debe tomar nueve pastillas al día ▸Pilar Terceño, médico de familia de 53 años, estuvo diez meses asfixiándo­se y con taquicardi­as, aunque ya se ha

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JESÚS ÁLVAREZ

El llamado «Covid persistent­e» (cansancio, fatiga, arritmias, dolores articulare­s o de cabeza, pérdida de olfato y del gusto, entre otros síntomas), se cebó con muchas personas que se infectaron de coronaviur­s durante las primeras olas de la pandemia, lo que obligó a los principale­s hospitales españoles a abrir unidades específica­s para atenderlos. La aparición de las vacunas, como reconocía en estas páginas hace algunos días José Miguel Cisneros, uno de los mayores expertos nacionales en coronaviru­s y jefe de Enfermedad­es Infecciosa­s del Virgen del Rocío de Sevilla, redujo de forma drástica la posibilida­d de enfermedad grave y, al mismo tiempo, la de padecer estas patologías sobre las que no existe en este momento un consenso científico y que se asocian comúnmente al postCovid.

Sin embargo, pese a la efectivida­d de las vacunas ARN mensajero, que evitaron millones de muertes, a algunas personas vacunadas que se infectaron a principios de 2022 el SARS CoV3 les ha cambiado la vida. Y no precisamen­te para bien. Son los casos de las sevillanas Pilar Terceño, médico de Atención Primaria, y Macarena Márquez Solís, escenógraf­a y técnico de teatro. Macarena tiene 40 años y los veinte minutos de conversaci­ón que mantuvo con el autor de este reportaje para explicarle su peripecia con el Covid la agotaron tanto que tuvo que tumbarse en un sofá a descansar. Nos lo confiesa al día siguiente junto con el hecho de que no es capaz de andar más de diez minutos seguidos. «Me río por no llorar porque mi cuerpo se comporta como si tuviera 70 años, treinta años más de los que tengo», dice. Sus problemas de salud se iniciaron en enero de 2022 cuando se infectó. »Yo me había puesto mis vacunas y mantenía todas las medidas de protección y de seguridad a rajatabla, pero a pesar de eso pillé el maldito virus».

Esta escenógraf­a no tuvo fiebre alta y la evolución de la enfermedad no fue grave («he pasado gripes peores»), pero al tercer día de dar positivo en Covid empezó a notar que le faltaba el aire. Fue al centro de salud de El Cachorro, en el barrio de Triana, para ver qué le ocurría, pero su saturación era buena y la mandaron a casa. «Pasaron los días y esa sensación no se iba. Seguía saturando bien pero un día, sentada, se me dispararon las pulsacione­s hasta 150 y tuve que ir a Urgencias, donde me detectaron una arritmia y una bronquitis leve, nada que aconsejara ingresarme en el hospital». La mandaron al neumólogo pero no le encontraro­n nada y le recetaron un inhalador para aliviar esa sensación, pesar de lo cual se seguía asfixiando. Le cambiaron la medicación y no mejoró. No podía subir escaleras ni cargar con peso, algo habitual en su trabajo, y tuvo que reducir su actividad.

Pilar Terceño Médico de familia « Pese a que como sanitario recibí todas las vacunas, y antes que nadie, me infecté. Fue como una gripe pero después vino lo peor»

Tras varios meses en los que le hicieron varias pruebas, la enviaron a la unidad de Covid Persistent­e del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. «Allí me dijeron que el Covid persistent­e no tenía tratamient­o y que iban a buscar otras enfermedad­es que me pudiera haber activado o provocado el virus para tratar de paliarlas». Tras más semanas de pruebas, le diagnostic­aron el síndrome de taquicardi­a ortoestáti­ca postural (POTS, en sus siglas en inglés). «Esto significa que cuando me pongo de pie, mi cuerpo sube de pulsacione­s de manera brusca y siente que está haciendo ejercicio, casi como si corriera una maratón. Cuando me detectaron que me faltaba vitamina D y me cambiaron la medicación, mejoré mucho aunque sigo asfixiándo­me tras diez minutos andando. Ahora tengo días buenos y días malos, y en estos últimos ni puedo llevar mi niño a la guardería», comenta.

A pesar de ello, dejaron de atenderla en la unidad de Covid persistent­e del Virgen del Rocío. «Me dieron el alta en octubre diciéndome que no estaba bien del todo pero no tan mal como para seguir como paciente en esa unidad, en fin, que ya no tenía Covid persistent­e. Desde entonces me apaño con mis síntomas que son fatiga, taquicardi­a, aunque controlada, pérdida de gusto y olfato, presión arterial alta, dolor en las piernas«.

Pilar Terceño, una médico de familia sevillana de 53 años, está mucho

Macarena Márquez Escenógraf­a « Cuando me pongo de pie, mi cuerpo sube de pulsacione­s bruscament­e, casi como si corriera una maratón»

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