«Hay quienes queremos entrar legalmente»
No se cumplieron la mayoría de los pronósticos. No hubo avalanchas, forcejeos ni intentos abruptos por cruzar la frontera que divide a México y EE.UU. tras el fin del Título 42, la medida sanitaria aprobada por el expresidente Donald Trump que consistía en la expulsión de migrantes que se presentaran en la frontera de manera irregular sin la posibilidad de exponer su caso. En cambio, decenas de ellos aguardan al otro lado del muro, en territorio mexicano, para terminar de definir sus planes.
Juan, un migrante de origen venezolano que la jornada anterior pasó caminando entre los portones migratorios de la frontera en Ciudad Juárez, permanece varado. Lleva más de cinco días aguardando en la puerta número 40 del puesto fronterizo para acceder y entregarse a las autoridades, pero jamás cruzó. Dice que le hicieron esperar para que aguardara y se le agotara el tiempo. Así que en la víspera del final del Título 42, con más esperanzas que certezas, caminó hacia otro portón sin, nuevamente, cruzar. Llegó muy tarde.
A Juan, que tiene 28 años pero aparenta más edad tras meses de mala alimentación, frío e intemperie, se le quiebra la voz al recordar que no pudo entregarse a las autoridades estadounidenses con el fin de ser procesado y exponer su caso. Es decir, explicarles que viene de un país como Venezuela en el que ha perdido la esperanza por el régimen de Nicolás Maduro y la falta de oportunidades. «Hay quienes queremos hacer las cosas bien, quienes deseamos entrar legal y salir adelante», relata Juan vía llamada telefónica. Accedió a brindar esta entrevista sin revelar su nombre completo por temor a lo que pueda sucederle si le toca regresar a Venezuela.
Dos bolsas y una mochila
Su mejor opción hasta el momento es permanecer en Ciudad Juárez, con sus pocas pertenencias que caben en dos bolsas y una mochila que siempre carga con él. Hace unos meses inició el viaje desde Venezuela, cruzando a pie casi todo el trayecto, internándose en el temido Darién —entre Colombia y Panamá— donde la carretera se corta y los migrantes deben introducirse en un bosque frondoso, empleado para el tráfico de drogas y el crimen organizado. Luego, cruzan Centroamérica y llegan a México, el país en el que deben enfrentarse a robos, violencia y más crimen organizado.
Juan asegura que necesita información, porque ni siquiera maneja términos usados por las autoridades migratorias. Apenas comprende que desde la madrugada del viernes entró en vigor el Título 8, que contempla deportaciones inmediatas, en cuestión de horas, a México o a sus países de origen. Además, dicha disposición revela «consecuencias más severas por entrada ilegal, incluida una prohibición mínima de cinco años de reingreso y un posible proceso penal», según explicó el secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas.
Su plan inmediato es permanecer en Ciudad Juárez y volver a valorar sus opciones. Pedir ayuda a las decenas de organizaciones y activistas que han dispuesto sus números de teléfonos para asesorarlos, o pedir su cita a través de la aplicación CBP One, que le permita concretar una cita con una autoridad migratoria que pueda determinar si son elegibles a un programa de asilo.