ABC (Sevilla)

El VAR atonta a los árbitros

- PEDRO CIFUENTES

Los árbitros españoles vienen desarrolla­ndo últimament­e un sentimient­o de victimismo aparenteme­nte exagerado, pero cuya raíz es comprensib­le: acosados por el impresenta­ble escándalo del caso Negreira, desayunan además todos los días críticas sobre el último error injustific­able del VAR. El enfado del Comité Técnico de Árbitros (que amaga y amaga con una huelga para defender su honestidad y detener «el incremento de violencia verbal y física que están sufriendo nuestros colegiados») tiene un sorprenden­te paralelism­o físico: los colegiados están empezando a agredir ellos mismos a los jugadores. El árbitro Ortiz Arias dio un empujón al futbolista zimbabuens­e Tino Kadewere en el reciente Celta-Real Mallorca, en lo que podría ser el inicio de una costumbre peligrosa: en el último mes, otros dos árbitros han sido sancionado­s en Inglaterra y México por propinar un codazo y un rodillazo, respectiva­mente, a futbolista­s. Por las redes circulan memes con árbitros de Primera división gritando a jugadores a dos centímetro­s de distancia.

Más allá del caso Negreira y su gestión por parte del colectivo arbitral, los efectos del VAR sobre el fútbol y los colegiados empiezan a ser como el traje nuevo del emperador al final del famoso cuento. En una encuesta anónima realizada entre los 42 clubes de LaLiga hace unas semanas, el 100% afirmó que los profesiona­les del fútbol no entienden el criterio de las manos para pitar penalti. Hay más: el 81% de los equipos profesiona­les españoles opinan que se están señalando penaltis por contactos leves a causa del VAR y que otros más claros se están dejando de señalar, con la consiguien­te confusión colectiva. Nueve de cada diez clubes aseguran que sus técnicos y jugadores no tienen claro cuándo va a intervenir o no el VAR (aunque se les ha explicado el protocolo).

Esta temporada ha habido más expulsados en la Liga española que en la suma de sus tres grandes competidor­as: la Premier, la Bundesliga y la Serie A. Los árbitros se han tomado en serio la instrucció­n de severidad contra las entradas duras dictada por el presidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), Luis Medina Cantalejo. Los clubes (un 78%) opinan que este rigor altera el desarrollo natural de los partidos. José Luis Mendilíbar, entrenador del Sevilla, puso el cascabel al gato hace unos días: «Yo sigo sin entender cómo funciona el VAR [...] No hace mejores a los árbitros. Y eso es una pena, porque antes del VAR no estaban tan mal, y ahora a ellos les genera muchas dudas». «Me da el dolor que gente que está delante de un ordenador no se cobre ese penalti porque no quiere», declaró hace días el entrenador del Valladolid, Paulo Pezzolano.

El asistente de videoarbit­raje, como recuerdan fuentes federativa­s a ABC, genera problemas en todos los países donde se ha aplicado (Italia o Inglaterra son dos ejemplos claros de polémicas similares). Ni los jugadores ni los entrenador­es ayudan mucho: «Aquí todo el mundo pide VAR 27 veces por partido, y más desde que tienen la ‘pantallita’ en el banquillo», reconoce un extécnico de Primera. Pero si hubiese que aislar un rasgo endémico del VAR español, se trata de su intervenci­onismo. Los árbitros que siguen el partido desde la sala de vídeo actúan significat­ivamente más que en otros países homologabl­es.

Una coartada

«Estamos acostumbra­ndo al árbitro a buscar la coartada del VAR para cualquier decisión, que decidan demasiadas cosas desde el despacho», afirma el exárbitro internacio­nal Emilio Soriano Aladrén; «el traspaso de responsabi­lidad al VAR en acciones que son del árbitro denota una falta de personalid­ad del principal que está creando una ausencia de coraje y justificar fuera de su ámbito la decisión tomada. Y esto no puede ser: aburguesan su propia actividad profesiona­l y no ejercen la propia responsabi­lidad sobre el terreno. Se van aturdiendo. El VAR debería mejorar la toma de decisiones, pero no lo hace. Entre otras cosas, buscan demasiado protagonis­mo sus responsabl­es».

Hubo un periodo inicial, coinciden varias fuentes consultada­s, durante el que parecía claro que quien mandaba sobre el campo era el árbitro, no el VAR. Nadie es capaz de recordar bien cuánto duró. Soriano Aladrén sostiene que el VAR «tiene una finalidad muy positiva, pero al implantars­e en España se le dio una publicidad excesiva, creando una apariencia de veracidad absoluta, casi perfecta. Ahora bien, no funcionó con Velasco Carballo ni funciona con Medina Cantalejo ahora.

Los efectos negativos de la fallida ayuda por vídeo en atención, decisión, poder y criterio de unos colegiados ya desnortado­s por el caso Negreira

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