ABC (Sevilla)

Mario, el ‘tiktoker’ obligado a gatear dos pisos para llegar a casa

▸ Un vídeo en el que este ferrolano con espina bífida muestra su odisea diaria acumula más de 400.000 reproducci­ones. Sus publicacio­nes están trufadas de humor, denuncia social y mucha retranca

- PATRICIA ABET

Treinta y seis escalones separan la puerta del piso de Mario Becerra de la calle, el equivalent­e a un descansill­o y dos plantas que él baja y sube a diario a gatas. Incluso varias veces. Este ferrolano de 29 años nació con espina bífida y depende de una silla de ruedas para moverse, pero cuando las barreras arquitectó­nicas lo frenan, tira de maña y fuerza. No va al gimnasio porque se entrena levantando los sofás del salón, parte de una rutina diaria que empezó a compartir en la redes hace tiempo y que ahora siguen más de 30.000 personas. Lo llamativo del caso es que Mario siempre ha tenido que escalar para llegar a su casa, porque de niño vivía en un cuarto, también sin ascensor. Setenta y dos peldaños. En aquel entonces no había redes sociales y los vecinos que se cruzaban con él normalizar­on una situación que, se pinte como se pinte, es de todo menos normal.

Ahora la mirada es otra y Mario quiere aprovechar el foco mediático para mostrarle al mundo los problemas de una persona en su estado. Por ejemplo, que si pretende coger un tren para ver a su novia con una semana de antelación porque solo hay un vagón adaptado para viajeros con movilidad reducida. O que si quiere ir al cine tiene que quedarse a pie de pantalla porque no hay espacios entre el público para una silla de ruedas. «Yo no me resigno. Aparco la silla y subo a pulso hasta mi butaca, pero otras personas no pueden hacerlo y por eso me quejo», reflexiona un poco abrumado por los mensajes que está recibiendo desde distintas partes del mundo.

La fama pilló a Mario despreveni­do después de subir a TikTok un vídeo en el que, con mucho humor y un poco de retranca, explica el esfuerzo que le supone cruzar la puerta de su casa. A partir de ahí, recuerda, «empezaron a llamarme las television­es y los periódicos y me entró el miedo escénico, pero estoy haciendo de tripas corazón para enseñar lo que es la realidad de la vida». De niño lo querían obligar a escolariza­rse «en un colegio especial» para no tener que hacer obras de acceso al centro en el que él pretendía matricular­se. Fue un mes de manifestac­iones «y todo por una rampa que al final tuvieron que poner», resume.

Con dos barras de titanio en una de sus piernas porque nació sin tibia ni peroné, el ‘influencer’ no tiene reparos en mostrar a través de su cámara lo que la mayoría no ve. El bordillo más alto de la cuenta, esa carretera mal asfaltada, esa tienda sin ascensor o los suelos de madera de acceso a la playa encima de los que la silla traquetea sin parar. Asegura que hay gente solidaria, pero menos de la que parece. «Mucho es pura apariencia». También recela de todos los amigos que la fama ha sacado de debajo las piedras. «En mi bloque hay un vecino al que le han amputado la pierna y que casi no puede salir de casa, o en un matrimonio mayor que sólo para llegar al portal tiene treinta escalones. Muchas personas viven encerradas y eso –eleva la voz– es indigno». Mario planea ya la publicació­n de nuevos vídeos, que él mismo graba y edita. «Nadie me ayuda con la cámara y eso lo complica bastante», dice. Pero a juzgar por las más de 400.000 reproducci­ones que acumulan algunas de sus entradas, este chico no se las apaña nada mal.

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Mario Becerra subiendo las escaleras de su casa // MIGUEL MUÑIZ
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