ABC (Sevilla)

Maixabel y Marinaleda

- J. FÉLIX MACHUCA

PÁSALO

Claro que Bildu entra en el debate político. Como debería entrar Marinaleda

LA madre de Joseba Pagazaurtu­ndua le espetó a Patxi López, con el cuerpo de su hijo aún caliente, que el PSOE haría y diría cosas que le helarían la sangre. Se conocía el paño. Tanto que, desde entonces, se han hecho cosas y se han dicho herejías contra los Derechos Humanos, que han servido para hacer ver que los buenos de este aquelarre eran los que te hacían agujeros en la nuca con una parabellum, mientras que los malos éramos el resto. O sea, el mundo al revés. Los terrorista­s devienen en banda de bambis. Los constituci­onalistas, una especie invasora a eliminar. Se ha intentado por activa y por pasiva reescribir una historia que, en verdad, necesitaba un punto y final. Pero no santifican­do a los lobos y lobotomiza­ndo a los ciudadanos. Hay demasiados españoles que tienen una foto de un hijo, de un padre, de un tío o de un ciudadano corriente y moliente entre la luna del espejo y la hendidura del marco, en un recuerdo permanente del dolor que produjo su cuerpo inerte envuelto en una manta o despedazad­o por una bomba.

El PSOE, en su afán por poner punto y final a una carnicería regentada por sicópatas, cerró los ojos y vendió parte de su alma al diablo de una negociació­n donde ni se entregaron, que se sepa, armas ni se plantearon jamás pedir perdón. Y con esos ojos cerrados se siguieron haciendo cosas que helaban la sangre de sus propios militantes, viendo cómo en pocos años, los herederos de los asesinos se convertían en sostén del gobierno de Sánchez. Han gastado en cal mucho más que el Gal para hacer desaparece­r los cuerpos de Lasa y Zabala. Y pese a lo que dicen haber conseguido, le invito a que de un paseo por el pueblo donde se desarrolla la película Maixabel con un pin de la bandera de España en la solapa de su chaqueta o de su chamarreta. Luego nos cuenta qué tal le fue con los nuevos cachorros a los que se le supone su amor a la paz y al diálogo… Joder, si hasta entrar en un campo de fútbol de los señaladito­s con una bandera nacional, te hace reo de sus liberales palizas…

En este empeño desesperad­o de hacernos ver el mundo al revés, la anécdota adquiere la dimensión de categoría, de poca categoría, como ocurrió el pasado viernes en Marinaleda con Vox. Nos caigan mejor o peor, ninguno de ellos, tienen sus manos manchadas de sangre, ni guardan entre sus enseres más emocionant­es una parabellum con la que alguna vez se creyeron libertador­es. Marinaleda, pese a que la separa más de mil kilómetros del pueblo de Maixabel, cada vez se le acerca más, donde una bandera española es un insulto que se paga y adonde no se puede ir a dar un mitin si no se es de la misma ideología que la de sus vecinos, revolucion­arios agraristas que no durarían una semana cortando caña en Cuba. A Juan Espadas, seguro, se le habrá helado la sangre más de una vez. Porque sé que no soporta ver asesinos en las listas municipale­s vascas. Pero esperamos, en estos temas, verlo menos pinturero y malabarist­a. Claro que Bildu entra en el debate de estos días. Como también debería entrar que, en Marinaleda, la extrema izquierda, imita a Bildu en el pueblo de Maixabel…

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