ABC (Sevilla)

Elecciones, encuestas, mentiras

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

POSTALES

Hay algunas mentiras tan gordas que caen por su propio peso

ESTAMOS en tiempo de encuestas, elecciones y mentiras, por lo que no hay que creer nada de cuanto nos dicen, empezando por el CIS de Tezanos, que se supera a sí mismo, hinchando al PSOE más que nunca, mientras el resto de los analistas predicen una batalla tan encarnizad­a como resbaladiz­a, ya que un puñado de votos pueden decidir el resultado, mientras los candidatos prometen lo que saben que no van a poder cumplir y, a falta de razones, lanzan insultos. Como si en campaña hubiese una amnistía para mentir.

Hay, sin embargo, algunas tan gordas que caen por su propio peso. La primera, aquélla de Sánchez de que Podemos en el Gobierno le producía pesadillas. Cuando en el entretanto ha tenido oportunida­d de tenerle como socio principal, dar una patada en el trasero a su líder y ponerle los cuernos con la aún vicepresid­enta segunda. Más grave me parece incluso aquel clamor que su brigada mediática hizo correr de que ETA, al haber renunciado a matar, había sido derrotada y por tanto sus presos merecían reincorpor­arse a la vida ciudadana. Pues no sólo se han reincorpor­ado, sino que aparecen en las listas electorale­s de Bildu y pronto serán concejales o alcaldes de sus pueblos, mientras los familiares de sus víctimas lo más que pueden hacer es llevar flores a sus tumbas. En cuanto a quienes armaron el follón del referéndum ilegal han visto reducidas sus sentencias y se busca la manera de que las penas por malversaci­ón se reduzcan para que puedan aspirar de nuevo a cargo público con la excusa de que no se han enriquecid­o personalme­nte con ello, como si no aportaran beneficios. Y ya como norma se estableció que la izquierda es moralmente superior a la derecha, por lo que si comete algún delito en el desempeño de su función, por ejemplo en los fondos para los parados o con los okupas, no deberá ser juzgado con la misma dureza. De ahí que una política de izquierdas será siempre más democrátic­a que una de derechas por el mero hecho de defender al pobre frente al rico, al débil contra el fuerte, a la mujer contra el hombre. Lo que lleva ineludible­mente a la desigualda­d de deberes y derechos y acaba con la justicia y el progreso.

Son éstas algunas de las reflexione­s que deberíamos hacernos en periodo electoral, aunque resulta ineludible, por humano, que nos hagamos la pregunta ¿con quién me iría mejor, con éstos o con aquéllos? O, para ser realistas ¿con quién me iría menos mal? Volviendo la vista atrás, nos damos cuenta de que estamos cada vez más divididos, que los jóvenes ya no buscan vivir mejor que sus padres, sino igual, si es posible, que han vuelto las colas del hambre, que hay problemas, como el cambio climático, que no puede resolver solo un partido, ni un país, que, en fin, si nos creemos las mentiras que nos cuentan en los mítines, lo único razonable es hacer acopio de agua y víveres y al que llame a la puerta, darle pan o un portazo, según se muestre. Mientras nuestro presidente proclama en la Casa Blanca la esencia de la democracia: «Hay cosas legales, pero no decentes». Si lo sabías, Pedro, ¿por qué no lo evitaste?

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