ABC (Sevilla)

Coristas de campaña

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

BALA PERDIDA

La cámara no perdona. El disimulo va en el sueldo. El aplauso sin aplauso ya está incluido

Los encuadres de foto o de tele, si habla un político, en campaña, suelen incluir tres o cuatro o cinco socios de filas, que rubrican con el gesto el pregón del jefe. Son los coristas de carnet, los autómatas del peloteo. Unas veces son particular­es aseados, muy dominicale­s en viernes, muy contentos por nada, que han ido a que les filmen cumpliendo de figuración en el mitin, como si fueran a la grada de Sonsoles Ónega, y otras veces son un fleco de los benditos segundones del partido, que gritan para adentro cada frase del líder, como quien se come un grito de gol. A mí me trae mucha amenidad esta tribu, desde siempre, porque suele darme pronto el aburrimien­to, ante el político, como sospecho que le pasa a la tribu propiament­e dicha, que no está ahí para escuchar, sino para aportar paisaje con la camisa recién planchada. Me enredo en inventarle­s biografía rápida a estos transeúnte­s que no se mueven. Suele ser gente tirando a joven, con descuido de enterados y un aire vagamente ilusionado en la mirada de spot. Luego está el banquillo de acompañant­es del jefe, ahí muy deportivos, para la postal. Si viéramos a los particular­es sin el político, en la proa de la imagen, igual no intuiríamo­s a quien van a votar, pero con el líder centrando la foto, son una feligresía ante el santón seguro. Estamos, en todo caso, ante un banquillo de mucho amén, que pone la sonrisa blanda de bendecir lo que se diga, aunque lo que se diga no sabemos si lo están escuchando mucho o poco. Son una figuración de aval que a veces, por despiste, ponen esa mandíbula dura de los funerales. Otras veces, se sonríen a destiempo. Van a un mitin, pero en rigor están trabajando para el telediario. Ahí están las caras del coro, lo que no supone un coro de caras, aunque vaya usted a saber. Ya que estamos, procede advertir a los líderes, en general, tan puestos siempre de escaparate, que es mejor ajustarse el gesto, porque la cámara no perdona. El disimulo va en el sueldo. El aplauso sin aplauso ya está incluido en los coristas del amén.

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